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Reportaje:

Portugal recupera la confianza y la autoestima

La Expo de Lisboa se ha convertido en el símbolo de un país abierto y tolerante

La Exposición Mundial de Lisboa, inaugurada el pasado día 22, ha provocado una recuperación de la confianza y la autoestima de los portugueses y se ha convertido en un símbolo del nuevo Portugal. El ex presidente Mario Soares la considera «un emblema del Portugal moderno, avanzado y tolerante». Por su parte, el ministro de Economía, Joaquím Pina Moura, cree que la muestra y la reciente entrada en el club fundador del euro son «la expresión del Portugal abierto, con una economía competitiva y una sociedad con un grado apreciable de cohesión y bienestar». Menos triunfalista se muestra el que fuera máximo responsable operativo del golpe del 25 de abril de 1974, que restableció las libertades en el país. El ex capitán Vasco Lourenço sostiene que aún se necesita «una mayor justicia social; todavía existen graves desequilibrios entre ricos y pobres, y sería deseable una democracia más participativa en la que los ciudadanos no sólo se limiten a pasar por las urnas».Sus opiniones son inequívocamente representativas y los tres conversaron con EL PAÍS sobre el significado del acontecimiento con mayor proyección exterior de la reciente historia de Portugal desde la revolución de los claveles. El ex presidente Mario Soares, de 76 años, presidente del Movimiento Europeo y de la Comisión Mundial para los Océanos, explica que «los portugueses son, hoy día, un pueblo evolucionado, muy diferente al del pasado; conseguimos salir de medio siglo de dictadura y aislamiento, y hoy somos un pueblo democrático, abierto, tolerante y profundamente empeñado en el progreso de Europa».

A su juicio, «Portugal consiguió superar los problemas de la descolonización, entramos en la Unión Europea y, con la Expo, hemos recuperado la confianza y la autoestima en nosotros mismos, un mal muy arraigado en este país».

Soares sostiene que Portugal, una vez superado su temor a ser considerado una provincia de España, «es hoy día un país moderno, avanzado y con cierto poderío; en este sentido, la Expo ha servido para poder mirarnos con cierto grado de autosatisfacción y orgullo, y, sin duda, contribuirá a mudar decisivamente ese imaginario pesimista que arrastrábamos».

Fundador de las Juventudes Comunistas y miembro del Comité Central del PCP a los 22 años, el ministro de Economía, Joaquím Pina Moura, economista de 46 años, explica que la Expo «lanzará una nueva imagen de Portugal en el exterior, lo que constituye algo muy importante, en primer lugar para nuestra economía». Tras abandonar el PCP cuando el partido no condenó el golpe de Estado contra Gorbachov, el hombre de confianza del primer ministro, Antonio Guterres, sostiene que «la adhesión a la CE, solicitada por Mario Soares», y las contribuciones de los Gobiernos socialistas y del conservador Aníbal Cavaco Silva posibilitaron «una enorme modernización del país, especialmente de su red de infraestructuras, y una apreciable mejora del bienestar de la población». Aunque reconoce que son necesarias las reformas «del sistema fiscal, la Salud Pública, la Seguridad Social y de toda la Administración», Pina Moura considera que «el Gobierno socialista ha cumplido todas sus promesas electorales y confía en que los ciudadanos les renueven la confianza para alcanzar un segundo mandato en el que completaremos la modernización política, económica y social del país».

Menos optimista se muestra el ex capitán del Veinticinco de Abril Vasco Lourenço, hoy día responsable de una empresa de importación y exportación que trabaja fundamentalmente con las antiguas colonias lusas. Vasco Lourenço destaca que, desde la revolución de los claveles, el país «ha dado un salto extraordinario a todos los niveles: consolidamos la democracia, superamos el aislamiento y nos hemos integrado en Europa, pero también hemos sufrido algunos retrocesos que alcanzamos tras el 25 de abril». En su opinión, «cada vez existen más diferencias entre ricos y pobres, la vivienda sigue siendo un problema sin resolver, la distribución del rendimiento continúa favoreciendo bastante más al capital que al trabajador y, en definitiva, la sociedad está aún muy lejos de ser la ideal».

Es cierto que el PIB se ha multiplicado por 40 desde la revolución de los claveles y el pasado año alcanzó la cifra de 107.324 millones de dólares. No obstante, aún faltan algunos tramos para la completa modernización del país, todavía existen grandes bolsas de pobreza y los salarios medios son de los más bajos de toda la Unión Europea.

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Sin embargo, la aceleración general de la economía (el PIB creció un 3,07% en 1996), el reducido índice de desempleo (en torno al 8% de la población activa) y el progresivo descenso del precio del dinero conforman una favorable perspectiva de futuro para el país. En este sentido, el ex primer ministro conservador Aníbal Cavaco Silva (1985-1995) considera «urgente» emprender «ya las grandes reformas estructurales si no queremos pagar una dura factura por tales retrasos». A su juicio, «la sociedad civil parece adormecida, y sería necesario que manifestase su desacuerdo con la intención del Gobierno de aplazar dichas reformas». En opinión de algunos economistas, la previsible caída de la inversión pública cuando finalice la Expo, el final de las privatizaciones y el ajuste al competitivo mercado europeo podrían provocar un serio retroceso económico y un mayor deterioro de la situación laboral de los trabajadores.

A pesar de tales predicciones, el ex capitán Vasco Lourenço cree que, entre los objetivos prioritarios a alcanzar, debería «fomentarse una mayor participación de los ciudadanos en el sistema democrático; sería deseable y muy sano que los portugueses no sólo se limitaran a votar». Por el momento, las urnas han concedido el poder casi absoluto a los socialistas, que ganaron las últimas legislativas, dominan los ayuntamientos más importantes del país y tienen a uno de sus más insignes ex militantes en la presidencia de la República: Jorge Sampaio.

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