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Antonio Álamo usa la voz de un niño para criticar la solemnidad literaria

Amelia Castilla

Ese momento en el que los niños dejan de ser pequeños pero todavía no son adultos y el abanico de emociones que empiezan a experimentar configuran el mundo de la nueva novela de Antonio Álamo, (Córdoba, 1964), Una buena idea (Planeta). Güilli, el protagonista de la obra, un niño de nueve años, comienza a escribir un diario cuando abandona la casa de sus padres y empieza a vivir con su hermana. "Me gusta la literatura testimonial y un diario da justo para eso porque te permite moverte a golpe de inspiración y usar una prosa más libre", asegura el escritor. Álamo, que ganó el Premio Lengua de Trapo con Breve historia de la inmortalidad, es conocido, sobre todo, por su carrera como dramaturgo. Es autor de piezas teatrales como La oreja izquierda de Van Gogh, Los borrachos y Pasos en el aire, pero considera la novela como un medio que le permite "mantener diálogos más íntimos".

Una buena idea, su segunda novela, obliga al lector a convertirse en el constructor de la historia. "Al ser un niño el protagonista hay partes de la realidad que se le ocultan y además GüiIi es bastante mentiroso, por lo que cada lector va a leer una historia diferente". Álamo reconoce que decidió escribir la novela poniéndose en el lugar de un niño porque "no tienen voz". Con frecuencia, dice Álamo, somos los adultos los que les imponemos nuestros productos culturales y nuestra visión de la vida.

Bajo la mirada del protagonista, Álamo, quien reconoce que no le costó demasido esfuerzo dejar que naciera el niño que fue, se rebela contra la solemnidad literaria de que hacen gala muchos autores, aunque muchos de los escritores reflejados en la novela son los que más le han influido como escritor.

Álamo reconoce que se está produciendo una regeneración del mundo literario. "¿Quién puede contar mejor lo que está pasando ahora mismo? Creo que un joven puede hablar en una clave que un escritor de otra generación no conoce", asegura el autor, quien reconoce que publicó su primera novela cuando le dejaron. "Es posible que esa espera me haya venido bien y me haya ayudado a madurar como escritor", dice. De hecho, un par de editoriales grandes rechazaron el manuscrito de Breve historia de la inmortalidad, las mismas que luego se pegaban por publicarle cuando consiguió ganar varios premios literarios.

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