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La ley de secretos de Blair propone al Reino Unido una era de transparencia

La posibilidad de una nueva era de transparencia unió inesperadamente ayer a críticos y partidarios del Gobierno laborista horas después de que Tony Blair anunció un Libro Blanco para eliminar la enraizada cultura del secreto que desde hace siglos mantiene la incógnita planeando permanentemente sobre la vida de los británicos. Cumpliendo una de sus más atractivas promesas electorales, el primer ministro británico dio el primer paso para descorrer gradualmente el tupido velo que protege hasta los más inocuos detalles sobre el funcionamiento del Gobierno.

Si todo sale bien y el plan se convierte en política oficial dentro de uno o dos años, cualquier ciudadano británico podrá, previo pago de 10 libras esterlinas (unos 2.500 pesetas), enterarse, por ejemplo, de cuales son las prioridades de las inversiones del Gobierno en la Seguridad Social, cómo funcionan realmente los mecanismos de la BBC o de la compañía de agua potable; tener acceso a los archivos históricos reservados hasta hoy a los altos cargos gubernamentales, obtener información sobre los sistemas educativos y hasta conseguir datos limitados sobre las Fuerzas Armadas. Todo esto, naturalmente, si la naturaleza de la información que estaría disponible al ciudadano común no cause "daño sustancial" al interés público.En realidad, nada verdaderamente asombroso ni estremecedoramente revelador. Pero el Libro Blanco en sí propone una auténtica revolución. El concepto de que el pueblo tiene pleno derecho a saber lo que el Gobierno hace en su nombre es un concepto totalmente ajeno a la cultura política británica. La institución del "secreto administrativo" es una de las más antiguas en la isla. Data de 1250, cuando se instauró en los consejos aldeanos el juramento a no divulgar confidencias relacionadas con la función de la autoridad.

Fiel a esa tradición, Whitehall almacena y custodia toda información y dato con el celo de un confesor medieval. Pero si a Blair le sale bien el proyecto, eso va a cambiar. Por ello la sola idea de un aperturismo entusiasma a todos. Ayer, el diario liberal The Guardian saludaba las intenciones del primer ministro afirmando que los británicos están en el umbral de una etapa histórica. "Los que somos partidarios de una política de Gobierno abierto tenemos razones para brindar", apuntaba su editorial bajo el titular de Una nueva era para la libertad de información. "Un sistema abierto alentará más análisis y menos argumentos para los mandarines", agregó.

Etapa decisiva

El Daily Telegraph, que suele reflejar fiel y cotidianamente los puntos de vista de la oposición conservadora, reconoció que el Libro Blanco abre una "etapa decisiva en la búsqueda de un Gobierno abierto". El diario citaba al eminente analista político Peter Hennessy. "El secreto forma tanta parte del paisaje político británico como lo hace Cotswolds", apuntó refiriéndose a la pintorescamente perfecta área rural de la Inglaterra nostálgica y profunda. El secreto, añadió, les parte de la fibra misma de nuestra sociedad".Y The Financial Times, con su usual estilo espartano, también aplaudió la idea de Blair con un argumento que curiosamente comparte la izquierda británica. "Mejorar el acceso a la información es especialmente necesario en el Reino Unido a fin de contrarrestar las fuertes tendencias centralistas derivadas de un sistema bipartidista", dijo su editorial, atacando sin mucho tesón "los instintos de secreto de Whitehall".

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