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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Campanada a media tarde

Con un sonido tecno más cercano a un hilo musical que a otra cosa, más creativa, el final del paseo de coches del Retiro madrileño fue llenándose ayer desde el atardecer al compás de tal aperitivo sonoro, completándose un ambiente más propio de un concierto de rock de mediano formato. Casi 4.000 personas pasaron por allí, aunque no todas se quedaron a ver el espectáculo. Sí se podía ver a mucho del público típico y fiel de La Fura: jóvenes interesados en ese tono fuerte, agresivo, ruidoso y hasta a veces estremecedor.La cosa empezó con un miembro de la tropa cañera, que se dirigió al público para pedir un minuto no de silencio, sino de atenta escucha a Janice Joplin, la cantante preferida de una compañera del conjunto desaparecida hace unos meses y de nombre María. Tras la intervencion de la cantante -también muerta-, el furero, lanzó un grito de guerra: "Gracias. Y ahora, como decía ella: ¡A chuparla!" La Fura dels Baus dedicaba así de esta manera su estreno madrileñoy el final de la gira a la colega ausente.

La Fura dels Baus

Simbiosis. La Fura dels Baus. Parque del Retiro, Madrid. 1 de noviembre.

Como todo sábado con sol, a pesar del frío, había en el Retiro muchos perros (con sus amos) y muchos niños (con sus padres). Entonces empezaron las bengalas y los petardos de formato industrial, que intranquilizaron muchísimo a animales e infantes, provocando de nuevo un ir y venir de coches y correas que aún alejaba más, si se quiere, toda posible concentración sobre el mecano, que escupía fuego desde sus nueve mástiles, recordando por fin a una plataforma petrolífera (¿El combustible -del coche promotor como umbilicalidad final? Puede ser, ironías aparte).

Era todo aquello un altar laico de monitores, carpa tensada y redes, menos original y novedoso de lo que parece y sí impactante por sus proporciones; la historia se repite desde el poder-mecenas del dinero: revísense las arquitecturas transitorias. y los túmulos de los tiempos de, por ejemplo, Felipe III. Ayer, después del fuego, por los mástiles ascendieron varios artistas, y de unas bolsas (¿evocación del air bag?) salieron otros temerarios escaladores. En fin, la música pasó por un breve oasis house para volver, hasta el final, a la implacable machine con campanas de fondo. Se me escapa la relación con el automóvil, si es que hubiera alguna justificación que buscar en este campo. Había urnas de metacrilato transparente dentro de las que pasaban escenas típicas de La Fura dels Baus, pero ¿simbiosis de qué, en qué o hacia qué? En este sentido, el espectáculo discurrió en silencio. Los monitores corrián en unos carriles, vale. Pero las imágenes resultaban del todo incomprensibles, gratuitas.

Estos tenaces abanderados de la contracultura, adorados por los grupos marginales y por los festivales más vanguardistas del planeta, por fin han caído -recalado queda mejor- en el mundo del patrocinio, y nada menos que de la mano de Mercedes-Benz, una de las más grandes y poderosas firmas de coches. Intentando encontrar significados o justificaciones entre tanta parafernalia, el gigantesco mecano puede ser también el barco de la locura, y eso justifica que no hubiera más que aquel tecno, concebido todo en continuo, sin llegar a convencer en ese lirismo sangrante que persiguen. No hay una estética, sino unas fórmulas manidas; no hay un estilo teatral diferente, sino un desmesurado interés en que no se les olvide.

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