_
_
_
_

El actor ruso Yuri Nikulin, enterrado en Moscú como una gloria nacional

Los rusos aman como nadie a sus artistas. Nunca faltan flores en las tumbas de Gógol, de Chéjov, de Prokófiev o de Mayakosvki. Y tampoco faltarán, a partir de ahora, en la de Yuri Nikulin, el payaso y actor más querido del país, muerto el jueves a los 76 años y enterrado ayer tras un luto de cinco días y dos de exposición pública del cadáver.Desconocido en España, Nikulin era querido hasta el paroxismo en Rusia. Era una mezcla de Fernandel, Alberto Sordi, Totó, Cantinflas, Luis de Funes, Jerry Lewis, Alfredo Landa y Paco Martínez Soria. Su popularidad sólo es comparable a la del Charlot de sus años de mayor éxito, aunque nada más alejado del bigote, el bombín y el bastón de Charlie Chaplin que este tipo simpático, de enorme narizota, que nunca necesitó maquillarse para convertirse en un payaso.

Muchos reconocían en él al ruso medio o almedio loco de los viejos cuentos. Algún comentario aparecido estos días le presenta como alguien que fue capaz de burlarse del propio Stalin. Pero no fue para tanto. La verdad es que Nikulin se hizo payaso y actor después de la II Guerra Mundial, pero no llegó a la cima de su carrera hasta después de la muerte, en 1953, del hombre de acero que no ha pasado a la historia precisamente por su sentido del humor.

Sus papeles en el cine le hicieron extraordinariamente popular en toda la URSS. Su más famosa película es La mano de brillantes, toda una referencia en el cine ruso. En otros filmes, la dura vida de los tiempos soviéticos se entrevé en situaciones cotidianas tratadas con estentórea comicidad y tibia sátira. Hizo también incursiones en el cine serio e incluso trabajó con Andrei Tarkovski en Andrei Rubliov, y con Sergu-éi Bondarchuk en Lucharon por la madre patria. Nikulin fue, desde 1984 hasta el momento de su muerte, director del más antiguo de los dos circos estables de Moscú, anterior a la revolución bolchevique de 1917.

Ha sido precisamente en ese recinto donde se le ha rendido un masivo homenaje popular. Hasta el momento mismo de que el cadáver fuera conducido al cementerio de Novodievichi, decenas de miles de personas hicieron ola para tener el privilegio de ver por última vez a quien tantas veces les hizo reír. El propio presidente Borís Yeltsin acudió a los pies del féretró.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_