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Chubáis, nuevo rival de Chernomirdin

Pilar Bonet

El brillo de los ojos del jefe del Gobierno, Víktor Chernomirdin, después de la destitución de Lébed como secretario del Consejo de Seguridad, fue tan luminoso y evidente que los comentarios estaban de más. Chernomirdin, el burócrata de 59 años conocedor de todos los entresijos de la industria del gas, acababa de librarse de un molesto adversario que le había hecho la vida imposible desde que llegó al equipo presidencial en junio. "Hace mucho tiempo que debió tomarse la decisión", dijo Chernomirdin, que por la mañana había engañado a Lébed, diciéndole que por casualidad había visto en la televisión la intervención del ministro del Interior, Anatoli Kulikov (su ministro), que había acusado a Lébed de intentar dar un golpe de Estado.Lébed había pisado en varias ocasiones el terreno de Chernomirdin con sus declaraciones sobre el estado de la economía y el otoño caliente que, según él, se avecinaba y que el jefe del Gobierno no veía venir. Las tesis de Lébed en lo que a lucha contra la corrupción se refiere no podían dejar indiferente a Chernomirdin, ya que suponían la revisión de gran parte de la política llevada a cabo por el Gobierno.

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Y además, Lébed era un estorbo para las ambiciones presidenciales que pueda abrigar Chernomirdin, quien es el número dos en la jerarquía del Estado. Estas ambiciones, de existir, pueden llevar al enfrentamiento con Anatoli Chubáis, el jefe de la Administración presidencial y el verdadero cerebro de la estrategia contra Lébed.

Chubáis, un brillante economista de San Petersburgo de 41 años dotado de un tesón a toda prueba, fue el artífice del programa de privatización de los bienes del Estado y se ha rodeado hoy de un equipo de jóvenes y ambiciosos especialistas que, según alguien ha observado, tienen todos ellos un aspecto de ejecutivo muy parecido y van vestidos con trajes grises también muy semejantes. Estos jóvenes tiburones están arrinconando a, otros sectores más antiguos de fieles allegados a Yeltsin. Entre ellos están Maksim Boiko, que dirigió el Centro de Privatización y que hoy supervisa el trabajo con los partidos políticos, y Mijaíl Lésin, que dirige las relaciones sociales y que fue el organizador de la campaña propagandística de Borís Yeltsin durante las pasadas elecciones.

Junto a todos ellos, contenta por su capacidad de intervenir, está Tatiana, la hija del presidente, cuya principal carta es su proximidad indiscutible a la principal fuente de poder.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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