Lo que trajo Tamayo
Luces de Bohemia es, a mi gusto personal, la mejor obra de teatro español de todos los tiempos; Tamayo fue el primero que la representó en 1971. Aunque fuera cincuenta y un años después de haber sido escrita algo rompía en aquella España que era todavía monótona y teatralmente sórdida. No se cómo será la refundación que hace esta noche, pero sí que es justo su homenaje. Casi ignoro al Tamayo de los grandes espectáculos zarzueleros, el de las Antologías de la zarzuela, y tuve poca fe para admirar los grandes espectáculos de, sus autos sacramentales, con los que irrumpió en la España modorra; pero quizá el público se haya olvidado del inteligente Tamayo de Yerma y Divinas palabras, el de Brecht y Anouilh, el de Tennessee Williams. Solemos citar cómo rasgaron las tinieblas de la posguerra directores luminosos como Luis Escobar y Guillermo Luca de Tena; pero uno igual a ellos, sin el manto oficial -aunque no sin ayuda-, fue Tamayo. Trajo y estrenó siempre lo que se necesitaba.Recuerdo una tarde de ensayo general de La muerte de un viajante: estaba yo en el patio de butacas con el traductor, José López Rubio, y con Tamayo: les di mi opinión de que era una obra extraordinaria pero que probablemente no iría nadie a verla. En ese momento había ya cola de espectadores en la taquilla y el teatro se llenó dos veces al día durante mucho tiempo. España era un país de teatro de evasión, de risa' y de superficie: en ese momento había cambiado ya el gusto de los espectadores por algo mayor, dramático y serio. Mucho se debió, entonces, a Tamayo.