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Tribuna
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El escritor perpetuo

Las máscaras del personaje son, al cabo, irrelevantes. También lo son sus tributos y sacrificios a la actualidad. Lo que importa es la escritura desatada, caudalosa, perpetua cabe decir, de quien ante todo y sobre todo es y ha sido siempre escritor. En este contexto sus incorrecciones políticas, si se habla de ellas, carecen a la postre de significación. Lo pertinente es el idioma de oro y el universo ensimismado, centrípeto, conmovido de sus mejores obras de ficción, que a mi juicio se producen en el ámbito de las novelas de la memoria. Hijo consciente de la edad proustiana, Umbral construye, desde Las ninfas hasta Las señoritas de Aviñón, un mundo hecho de perplejidades, sueños y fábulas adolescentes. Es el triunfo de la memoria poética, de la narración mitificada y, por tanto, real e irreal del pasado, articulada a través de una perspectiva indisolublemente lírica. Un título cenital: El hijo de Greta Garbo, relato sobre el mito de la madre, sombra dorada que se proyecta como una bendición sobre el hijo y como una maldición sobre los otros, los hostiles a sus altos cánones de pureza y libertad. Pero la memoria puede ser también simultánea, y de aquí brotan los diarios del autor, que se concentran y extreman en un texto narrativo escrito en el momento -años setenta- del experimentalismo: Mortal y rosa, libro trágico donde el niño inmolado por la vida se yergue en símbolo candente de un mundo atroz.

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Memoria colectiva

La memoria personal se conjuga, y a veces se mezcla, en Umbral, con la memoria colectiva. En este aspecto, el autor se ha convertido en el legítimo heredero de Galdós, Valle y Baroja al novelar las contradicciones y desastres de la historia de España. Una obra capital, entre las del ciclo, es Leyenda del césar visionario, donde la materia de la guerra civil se funde con la sátira literaria. Y junto a estas novelas se encuentran los libros memoriales, desde los que enhebran la crónica literaria del siglo (Trilogía de Madrid) hasta los que suscitan el recuerdo irónico y crítico de la posguerra (Memorias de un niño de derechas).

Y además..., pues además, cerca de un centenar de títulos donde hay novelas negras, malditas (El Giocondo), novelas eróticas y líricas (La bestia rosa), ensayos definitivos (Larra, anatomía de un dandy), libros inclasificables y muchos miles de artículos periodísticos, de columnas, algunas recogidas en libro, que han hecho de Umbral un clásico del género, como señalaba recientemente Fernando Savater en las páginas de este diario. Estas columnas vienen acreditando desde hace muchos años, día a día, al maestro del idioma, capaz de trascender con las armas de un estilo excepcional, el ruido y el rumor de la actualidad. El contenido de estas columnas ha podido ser a veces discutible; su forma, no.

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