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El desnudo en el arte

Vicente Molina Foix

La odalisca masculina es un logro contemporáneo. (¿Será odalisco, por cierto?). La historiadora artística norteamericana Linda Nochlin, en un trabajo pionero publicado hace más de 20 años, repasaba algunos motivos de la imaginería erótica en torno a la mujer, mencionando, entre otros, el clásico texto de Schapiro sobre las manzanas obsesivamente pintadas por Cezanne y su posible simbología sexual. Al final de su artículo, y como correctivo, Nochlin ponía algún ejemplo de viriles frutas prohibidas: los desnudos explícitos de apetecibles muchachos y hombres maduros ya caídos del árbol que en su día pintaron Sylvia Sleigh y Alice Neel, y una aportación fotográfica propia, un peludo de edad mediana, entre místico y Frank Zappa, que vestido únicamente con calcetines y botas mostraba -en el estilo de las fotos pornográficas femeninas del siglo XIX- la parte más central de su hombría, encima de una bandeja con plátanos de. verdad, quiero decir, sólo vegetales.Cuando se habla de odaliscas se piensa en esos baños y harenes vaporosos donde unas turcas muy parisinas secan sus cuerpos a la luz de los ojos occidentales. Popularizado y elevado simultáneamente por Ingres, el género no era nuevo en esos lejanos días del 800; la historia del arte, pintada y escrita por hombres, contiene en paralcio la historia de un voyeurismo comercial sobre el cuerpo y las intimidades de la mujer. Modernamente, con la ruptura no ya del canon sino del himen que parecía tapar el deseo femenino en sus formas mironas y toconas, el arte y su historia se hace y se escribe con muchas más manos, y no es rara la transformación del cuerpo masculino en territorio de manipulación y fantasía. De la pintura, el cine y la literatura, el paso más reciente y visible se ha dado a los mass media, y de ahí la conversión del joven turco en esclavo ofrecido a las miradas consumidoras.

Como hombre y como usuario discrecional de ropa interior y ropa vaquera, he seguido con interés la campaña publicitaria masculina que tanto se ve últimamente en calles y vallas, marquesinas, revistas y andenes del metro. El muestrario -les hablo de un muestreo mío personal, ni democrático ni demoscópico- coincide en una zona del cuerpo varonil siempre desnuda, el torso, igualmente servible para potenciar el pantalón vaquero y el slip (así lo he comprobado en los anuncios de las marcas Caroche, Tacoma Jeans, Caster Jeans, Armani, Levi's, y en lo interior, Abanderado y Punto Blanco). Cuando el anunciante ahonda en la ropa interior del hombre o. lencería masculina, la desnudez se extiende, abarcando no sólo muslo, pierna y cadera, sino esa oscura zona del deseo que nace bajo el vientre. En uno de los reclamos fotográficos de lencería genital masculina más vistos y admirados, el modelo aparecía totalmente desnudo, aunque en un artístico claroscuro de partes, con la siguiente leyenda: "Pronto vamos a enseñarlo todo". Pasado el tiempo de espera publicitaria, la foto siguiente nos mostró la pelvis de ese buen mozo cubierta por el blanco inmaculado de un calzoncillo de la marca en cuestión.

William Blake, que fue un visionario del espíritu pero también un servidor de la carne, lamentaba en cierta ocasión -mucho antes de la eclosión del mercado- que el arte reservara "los rasgos de un deseo satisfecho" a la pintura de las mujeres públicas y no de las esposas. La primera oleada de esta última campaña de desnudos y semidesnudos masculinos es apabullante: sólo los más gimnásticos y anabolizados de entre nosotros podrán mirar sin humillación esas fotos que nos desafián en las calles. Pero hay una marca de pantalones, Dockers, que está empezando a tranquilizarnos. Sus hombres no revientan de músculos ni son completamente guapos; a algunos se diría que les faltan unos kilitos, mientras que en otros se advierte la curva de un michelín. Y hasta hay filosofía en sus anuncios. En el último, unos horrendos niños gordos vestidos de ejecutivos natos sostienen al lado del modelo del torso desnudo el siguiente cartel moralista: "Serás en la vida lo que te propongas, nunca más lo que te pongas". Y lo curioso es que el modelo que lleva los pantalones es un :hombre oriental de carne escuálida.

Pasaremos los hombres por una fase pública muy carnal, expuestos, en una simetría histórica, a la voracidad del ojo deseante femenino. Y un buen día, así como se ha dado paso en la publicidad a la mujer madura y a la entrada en carnes, se empezará a vender al hombre-objeto sujeto a los desgastes del tiempo. Quizá sea la hora en que ya no hagan falta los desnudos del arte.

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