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Mimi cumple 100 años sin achaques

Se equivocó La Stampa, el diario de Turín, cuando, el 2 de febrero de 1886, opinó que La bohéme, estrenada el día precedente en el teatro Regio de la capital piamontesa, no dejaría huella alguna en la historia de la lírica. Mimí, la romántica costurera que Giacomo Puccini llevó a los pentagramas, cumplió anoche 100 años. Y goza de perfecta salud. Lo demuestran las incontables reposiciones que se ofrecen en todo el mundo de la ópera más sentimental y lacrimosa jamás escrita. Un éxito inexplicable sin el plus que la música da al simple melodrama.Buena parte del rechazo inicial de La bohème se debió a la modernidad de una obra que supuso un paso considerable en la línea del realismo literario y burgués de Émile Zola, llevado a la ópera por Giuseppe Verdi con La Traviata, en 1853, y por Georges Bizet, con Carmen, en 1875. Sobre vía ya abierta, Puccini carga las tintas de un sentimiento exacerbado -tachado de femenino en comparación con la dramaturgia histórica de Verdi- que pretende conmover al público sin paliativos.

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"La pobre pequeña está condenada", dice Rodolfo. "Una terrible tos agita su sutil pecho, y las gotas que se decantan están ya rojas de sangre". La pequeña Mimí no hace reproches al poeta dispuesto a abandonarla a la tuberculosis. "Bajo la almohada está mi gorrito rosa", replica. "Si quieres guardarlo como recuerdo de amor... Adiós, sin rencor".

Se entiende que éstas y otras frases del libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illiaca, intensamente corregido por Puccini, fueran difíciles de asumir mientras la tuberculosis corría como el sida del siglo. Pero más difícil todavía parece que puedan seguir siendo pronunciadas en un escenario hoy, cuando melodrama sólo puede significar algo negativo.

El secreto está en la música, en las miniaturas melódicas, progresiones cromáticas, quintas paralelas y otros artilugios que separan decididamente a Puccini de Verdi, para disgusto de los críticos de su tiempo. La concisión y efectividad del pentagrama, su lirismo romántico teñido de impresionismo, engloban el texto escrito y arrastran al público, entre toses y llantos, para que se entregue a algo tan poco actual como es la compasión. Puccini logra en esto una eficacia comparable a la que desarrollaría el cine, que da sus primeros pasos por aquellos años, y seguramente no es casual que la música del autor de La bohème haya sido tan imitada en Hollywood.

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