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ELECCIONES PALESTINAS

La UE dice que el proceso de paz "está legitimado"

Xavier Vidal-Folch

La afluencia a las urnas fue desigual. En algunos pueblos superó el 93%. En otros, no llegó a la mitad. Se superó el listón de credibilidad. Una farmacéutica lloró en Gaza al depositar su voto. "Hoy se está legitimando el proceso de paz en Palestina y ante todo el mundo, porque los extremistas que se opusieron al proceso de paz han sido derrotados", dictaminó el vicepresidente de la Comisión Europea, Manuel Marín, responsable del control de los comicios. La eficacia de los 690 observadores fue enorme. Únicamente chocó ante algunos abusos israelíes.

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Manuel Marín tuvo un incidente. Saliendo de Belén, estuvo media hora atrapado en la carretera: el Ejército israelí tuvo que explosionar lo que al final fue una falsa bomba. Ello no le impidió reconocer que "los incidentes han sido de tono menor". Recordó que la Unión Europea (UE) sólo ha dispuesto de cuatro meses -y no de los nueve previstos- para organizar las elecciones, a las que destinó 2.700 millones de pesetas y un enorme esfuerzo técnico y humano. Eufórico, Marín explicó que prepara ya el acuerdo de asociación entre los Quince y Palestina, y empieza a diseñar un puerto para Gaza.Y es que el último dispositivo, el de los controladores, funcionó. Mientras el ex presidente norteamericano Jimmy Carter se rasgaba las vestiduras por una intimidación israelí -la filmación de los votantes en los centros electorales-, el jefe de la célula de vigilancia europea, el sueco Carl Lidbom, era más práctico. Telefoneaba al Ministerio del Interior israelí pidiendo explicaciones. "Me han dicho que lo hacían por razones de seguridad preventiva", comentó durante un paseo de inspección en Hebrón. El desaguisado quedó resuelto al minuto.

La carencia de incidentes graves fue tanto más significativa porque 24 horas antes tres militantes islamistas del movimiento radical Hamás habían sido abatidos a tiros en un control de carreteras del Ejército israelí.

Los más significativos sucedieron en Jerusalén. Hasta la rival de Yasir Arafat para la presidencia, Samilia Jalil, la locuaz viuda de 73 años, acudió a Marín para protestar. "He tenido que caminar dos kilómetros y cruzar tres controles para llegar a la estafeta de Correos", donde los ciudadanos de Jerusalén enviaban la carta con su voto. Para los Correos israelíes, no eran electores "sino clientes", según su director general.

Los pesares de la Ciudad Santa contrastaron con el entusiasmo en Gaza. Una farmacéutica palestina, que votaba en el mismo colegio que Arafat, lloró al depositar su sufragio. "Estoy abriendo el futuro de este hijo mío", explicaba la hermosa Gabrielle Showire, 28 años, acariciando a su retoño.

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En Gaza, la capital provisional del protoestado palestino, los observadores, ayunos de conflictos, casi podían sestear. Lo mismo sucedía en el colegio electoral de un pequeño campo de refugiados junto a Belén, donde a media tarde habían votado 75 de los 100 censados. La maestra de primaria Fatima Dahdoul, agente de la mesa electoral, suspiraba. "Siempre pensé que esto no llegaría a funcionar. Ahora me siento muy optimista, construiremos nuestra democracia y lograremos la paz definitiva", decía.

No sucedía lo mismo en Hebrón. Fundamentalistas judíos paseaban intimidando, armas en ristre. Además de una sonora paliza a unos palestinos, cortesía de estos colonos judíos, los observadores cargaron su libreta de otras denuncias. Diego Herrero, uno de los numerosos españoles apuntados a la misión de control de los comicios, la tenía llena ya a mediodía. Su inventario de abusos incluía registros de caravanas y fanfarrias de propaganda -no autorizadas lógicamente en la jornada de votación- y la acumulación de militantes de un mismo partido (Al Fatah) en el control de bastantes mesas.

Los líderes palestinos reconocían la eficacia de las labores de la UE. El veterano alcalde cristiano de Belén y ministro de Turismo de Arafat, Elias Freij, afirmó solemnemente que esta tutela "ha dado confianza a la gente de que las elecciones serían libres y democráticas y lo han sido". Incluso el severo crítico del rais, Jaider Abdel Shafi se mostraba reconocido por la "rápida detección y denuncia de las irregularidades a cargo de los observadores, "que se enteraban de ellas incluso antes que yo".

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