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Conmovedora evocación de la amistad entre Pablo Neruda y un cartero rural

'Il postino' es la obra póstuma del gran cómico italiano Massimo Troisi

ÁNGEL FERNÁNDEZ-SANTOS Il postino o, en el título español, El cartero y Pablo Neruda, se estrenó en el Festival de Venecia de 1994. Inexplicablemente, esta preciosa y conmovedora evocación de la amistad entre Pablo Neruda -maravillosamente recreado por Philippe Noiret- y un ingenuo y humilde cartero rural -conmovedor trabajo póstumo de Massimo Troisi- fascinado por la personalidad del poeta chileno, ha permanecido durante más de un año fuera de los circuitos de distribución de películas, aparcada bajo el polvo de- alguna estantería, cuando es una obra divertidísima y emocionante, que merece y puede alcanzar gran audiencia. La Seminci la recupera ahora, cuando por fin se anuncia su inminente estreno.

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La corta vida del actor napolitano Massimo Troisi acabó inmediatamente después de finalizar el rodaje de El cartero y Pablo Neruda, a mediados de julio de 1994, cuando este extraordinario cómico tenía tan sólo 41 años.Padecía Troisi, desde poco después de cumplir 20 anos, una gravísima insuficiencia cardiaca, que le situó durante el resto de su vida en el borde de la muerte. En su insólita figura y en algunos rasgos inimitables de su poderosa comicidad se percibía la fragilidad que este hombre llevaba dentro de su cuerpo desmesuradamente flaco y detrás de sus enormes ojos de niño asustado.

En 1992, Troisi leyó la novela del chileno Antonio Skarmeta Ardiente paciencia, publicada tres años antes, y decidió llevarla a la pantalla, convencido de que en, la historia que contaba -la extraña amistad entre Pablo Neruda y un cartero rural- estaba el proyecto fundamental de su carrera. Y, tal vez, el último.

No le costó trabajo convencer al cineasta británico Michael Radford, muy amigo suyo, para que la dirigiese, y al actor francés Philippe Noiret para que interpretase un mano a mano con él. Troisi se dejó literalmente el pellejo en la ejecución de este apasionado empeño, que una vez le hizo decir: "Quiero hacer una película de la que mis hijos se sientan orgullosos". A todas luces presentía su muerte, y la convocó.

Ésta llegó unas horas después de que el actor aguantara la última toma de la cámara de Radford. El rodaje fue, al mismo tiempo y como le ocurre al filme, gozoso y doloroso. La vida de Troisi se extinguía -y sus compañeros de trabajo se daban cuenta de ello- a medida que avanzaba la película. Tuvo energía para acabarla y para nada más. Literalmente, Troisi se apagó en el esfuerzo de crear al ingenuo y humilde cartero rural fascinado por la poderosa personalidad de Neruda, que es el eje de esta bella metáfora.

El esfuerzo mortal del actor napolitano se percibe materialmente en la pantalla, donde el frágil aspecto de Troisi encuentra una réplica insuperable en la energía expansiva de Noiret, otro genio de su oficio. Frente a frente, los dos eminentes cómicos se crecen y logran trenzar un dúo difícil de borrar de la retina. El poeta y su cartero, el potente dueño de la palabra y su sombra casi analfabeta, componen una imagen doble de insólita gracia e intensidad, que poco a poco deriva hacia un desenlace melancólico, triste, doloroso, al que Troisi quiso, sabiendo que era lo último que le quedaba por hacer, dar un tono patético pero al mismo tiempo esperanzado y amable, una forma de despedida amistosa y serena de su oficio y de su público.

Cuentan quienes le rodeaban allí que la suya fue una buena muerte: trágica por prematura, pero reconfortante por aceptada. El actor, en efecto, se negó en redondo -aunque los médicos le ordenaron que lo hiciera- a interrumpir lo que era evidente que iba a convertirse en el punto más alto de su esplendorosa carrera, por lo que este punto está ya inevitablemente asociado a algo que se parece mucho a una pasión en toda la regla.

La película está completamente viva. La primera parte a causa del brillante choque de contrarios que crean los antípodas complementarios Troisi y Noiret; y la zona final porque Troisi la convirtió en algo mucho más grave que el simple desenlace de una película. Viéndola y volviéndola a ver, en la mezcla de alegría y de amargura que despide, se percibe que El cartero y Pablo Neruda es cine que perdurará.

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