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La leyenda continua

Manuel Rivas

Santiago es el resultado de una invención. Un cuento escrito sobre la sección áurea de un honorable sepulcro. Nada importa a estas alturas que en la tumba esté el Apóstol, el hereje gallego Prisciliano, cuyo cuerpo decapitado desapareció misteriosamente de Tréveris, o un extraterrestre, como sostienen algunos ufólogos bebedores de Albariño. Como la rosa en el poema de Gertrude Stein, Santiago es Santiago es Santiago. Un bosque de granito que alimenta su leyenda y conserva su misterio en el corazón de una cripta. Una película labrada por los canteros en celuloide de piedra, con un guionista coral que disfruta con esta historia interminable.Las grandes maquinarias del espectáculo tienen que producir acontecimientos, factoides, para mantener el circo en candelero. Se diseñan castillos en el aire a precio de oro. Las fábricas de pirotecnica publicística funcionan a tope. Por eso, lo de Santiago tiene algo de milagroso, de irónico contrapunto.

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Su mejor guía está impresa en el cielo: es la Vía Láctea. Su pin inimitable, desde hace siglos en las pecheras de Europa, fue diseñado por la naturaleza en las playas del Oeste: es la concha de la vieira. Ahora, que hasta los curas tocan las campanas por telefonía móvil, el efecto especial, que deja pasmados a niños y reyes es el tradicional botafumeiro, el gigantesco incensario que se balancea en la nave de la catedral. Para que crezca el liquen dorado que cubre la fachada del Obradoiro, hay que esperar siglos, y eso ningún escenógrafo se lo permite. En cuanto al orballo, es probable que en el siglo que viene se organicen vuelos charter sólo para ver llover en Santiago.

Todo eso son tópicos, ya lo sé. Benditos tópicos. Son el thalamos, los enseres íntimos de Santiago que han sobrevivido a la Historia escrita con mayúscula. Como en los buenos cuentos, con Santiago ha ocurrido lo inesperado. Aquel viejo centro de la cristiandad, arma propagandística en la guerra religiosa, se salió del guión. La historia fue tomada por la leyenda. Y ésa es la atmósfera en la que todo el mundo se siente a gusto. Los canteros del maestro Mateo trabajan hoy a las órdenes de Álvaro Siza. Y si uno se sienta en las escaleras de la Quintana dos Mortos a medianoche, puede tener la fortuna de escuchar una conversación entre Borges, Valle Inclán y el joven peregrino irlandés Stephan Dedalus.

Así que no es de extrañar que Santiago de Compostela sea propuesta capital cultural europea en el año 2000. Saldrá bien, claro. Son mil años de experiencia y un milenlo de imaginación.

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