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Juan Pablo II denuncia la vuelta de la intolerancia religiosa a Polonia

Polonia tiene enormes problemas económicos y sociales, pero lo fundamental en la actual coyuntura política es impedir que avance la "intolerancia cada vez más fuerte" hacia los católicos, los intenos de hacer la sociedad cada vez más laica y los de volver a marginar a la Iglesia. Tal es el llamamiento que, quizá más con vistas a la era pos-Walesa que a unas próximas elecciones presidenciales que al actual jefe de Estado se le presentan muy cuesta arriba, Juan Pablo II vino a lanzar ayer, con trazos gruesos, en la región donde nació hace 75 años.

El anciano Papa, que se refiere con insistencia a su patria",convirtió esta quinta y breve visita a Polonia en la ocasión de una e las intervenciones más polítias que haya tenido jamás a lo largo de su pontificado durante la celebración de una misa. Metafóricamente, se remangó la soana como en los buenos tiempos de Solidaridad para advertir que, a pesar de las apariencias, los derechos de la conciencia deben ser defendidos también hoy".Y añadió que "bajo el signo

e la tolerancia se difunde de heho en la vida pública y en los edios de comunicación una in- olerancia cada vez más fuerte". 'Los creyentes lo acusan doloroamente", prosiguió, "y advieren una tendencia creciente a su arginación de la vida social: a eces se hace burla y escarnio sobre lo que para ellos es más sagrado". El contexto de la intervención el Papa es bien preciso. Polonia debe afrontar en el futuro próxiomo la redacción definitiva de su onstitución democrática. Los ispos han luchado por introducir un mínimo de confesionaliad en la nueva Carta. Desde las lecciones de 1993, en el Parlamento dominan sobre una ohorte de partidos católicos dos artidos laicos: el de los campesinos y el Partido de la Izquierda democrática, ex comunista, al ue pertenece el primer ministro, Josef Oleksy. Lech Walesa, el decaído héroe e Solidaridad, que puso el veto la ley sobre el aborto aprobada or las cámaras y que favorece na amplia presencia de la Iglesia en los medios de comunicación, es probable que pierda la jefatura del Estado en las elecciones presidenciales previstas para noviembre. Polonia podría encontrarse entonces con un primer ministro y un presidente de a República ex comunistas. De ahí que a tantos de sus onciudadanos que votan a la izquierda con la idea de que la vieaja élite es la más capacitada para activar la maltrecha economía, el Papa les recuerde que "nuestra patria se encuentra ante numerosos, difíciles problemas sociales, económicos y políticos. Hay que resolverlos con prudencia y perseverancia. Pero el más importante de todos sigue siendo el problema de un orden moral justo ( ... ) Por ello, Polonia tiene hoy necesidad urgente, sobre todo, de hombres de conciencia".

Sentado junto a su mujer, Lech Walesa escuchó al Pontífice desde una plataforma anexa al altar, arrebujado en su abrigo porque la mañana era fría y lluviosa. Detrás de la pareja, el Gobiemo permaneció a la intemperie. El pueblo católico aplaudía cuando el Papa mencionaba el nombre de Walesa. El Pontífice recibió por la tarde al presidente en el obispado de Bielsko-Biala. El Vaticano insistió en que esta entrevista, como la más breve que Juan Pablo II mantuvo ayer con el primer ministro, Olesky, son estrictamente privadas y carecen de significación política.

Ataques a la Iglesia

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Las inquietudes del Papa se repitieron a lo largo de la jornada. "Cuánta preocupación deben suscitar las actuales tendencias, emergentes también en mi patria, que buscan una laicización programática de la sociedad, mediante ataques a la Iglesia y% la mofa de los valores sagrados que han sido la base de la historia milenaria de nuestra nación", dijo por la tarde a los reunidos en la plaza de Rynek.

Pero la llamada a la movilización la hizo en la homilía de la misa: "En esta gran coyuntura de la historia patria, cuando se decide la forma futura de nuestra república, vuestro compatriota no se cansa de pediros que acojáis nuevamente con fe y amor esta herencia de la Cruz de Cristo (...) ¡Defendedla!"

Resulta difícil valorar el efecto de la intervención de ayer del Papa en un país donde la tasa de desempleo es del 25% y en el que los efectos del derrumbamiento del régimen comunista han generado el éxodo de miles de ciudadanos.

La enorme masa de polacos -250.000, según la policía concentrados ayer en las laderas de una colina del pueblo donde nació Jan Sarkander, el nuevo santo canonizado el pasado do mingo en la República Checa, no dio extraordinarias muestras de entusiasmo. Aplaudió discreta mente, agitó banderitas amarillas y blancas del Vaticano y coreó eslóganes como "¡Bienvenido, Papa!". Hay quien asegura que en esta ocasión la visita pontificia fue menos expresiva que la de hace cuatro años.

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