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La división de la derecha en Francia da a la izquierda una opción a la presidencia

Enric González

Es como una maldición. El general Charles de Gaulle profetizó que a su muerte no quedaría un espacio político vacío, sino demasiado lleno, y ahí están la candidatura oficial de Jacques Chirac y la aún oficiosa de Édouard Balladur para demostrarlo. El gaullismo se desgarra y la izquierda, dada por muerta hace un año, se encuentra con la posibilidad de encadenar un tercer septenato a los dos de François Mitterrand si Jacques Delors, el eterno candidato virtual, se anima por fin a lanzarse a la arena. Dividida y atenazada por las acusaciones de corrupción, la derecha tiene ante sí unos meses críticos.

Si la derecha populista del gaullismo tiene problemas, la derecha clásica aglutinada en torno a la Unión para la Democracia Francesa (UDF) parece en lo peor: los jueces han entrado a bayoneta en ella (cuenta con decenas de procesados, desde los ex ministros Alain Carignon y Gérard Longuet hasta el padrino regional Maurice Arreckx) y carece de candidato solvente para las presidenciales: el ex presidente Valéry Giscard está en las catacumbas de los sondeos, y el diputado Charles Millon no llega siquiera a ese nivel.Y, sin embargo, la UDF huele a poder. La difusa coalición creada por Giscard podría acabar siendo la gran beneficiada del terremoto político previsible tras la elección del sucesor de Mitterrand. Hoy por hoy, sólo tres personas pueden aspirar razonablemente a ganar. El primer ministro, Édouard Balladur, el alcalde de París, Jacques Chirac, y el presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors. Dos gaullistas y un socialista. Chirac es, a juzgar por los sondeos, el menos probable de los vencedores.

Supongamos

Supongamos una victoria de Balladur: enfrentado tras su lucha fratricida contra Chirac al ala más populista y menos europeísta del partido, la Asamblea por la República, el nuevo presidente tendrá que apoyarse en sus buenos amigos de la UDF, moderados como él, católicos como él y proeuropeos como él.Supongamos una victoria de Delors: una mayoría parlamentaria del PS es de momento impensable, por lo que el nuevo presidente necesitará el apoyo de un grupo capaz de asumir su pragmatismo, su europeísmo y sus ideales cristianos. ¿Quién sino la UDF? En la coalición de centro-derecha no se puede aspirar al Elíseo, pero sí a la jefatura del Gobierno y al control del Parlamento.

Pero aún quedan muchas incertidumbres. La primera, la fecha de las elecciones. Aunque la segunda vuelta está convocada para el 7 de mayo, nadie quita el ojo al palacio del Elíseo. Mitterrand está quebrantado por su cáncer de próstata y podría abandonar en cualquier momento: su apego al poder hace pensar lo contrario, pero no debe olvidarse su gusto por las grandes sorpresas y los gestos teatrales. En cuanto el Elíseo quedara vacante, habría que celebrar elecciones en un máximo de 35 días. Otra incertidumbre es la de Jacques Delors. La izquierda ya ha hecho de él su campeón porque no hay otro. O Delors, o el desastre. Pero el mudo de Bruselas mantiene las dudas.

Mitterrand define así la naturaleza de las dudas de su antiguo ministro de Finanzas: "Delors quiere ser presidente, pero no candidato". Sin experiencia electoral y aterrorizado ante la humillación que para él supondría una derrota, Delors afirma que esperará acontecimientos y se mantendrá en la "virtualidad" hasta el 26 de enero, cuando debe concluir sus funciones en Bruselas. La mayor incógnita es la que rodea a Édouard Balladur. ¿Hasta cuándo aguantará bien en los sondeos un jefe de Gobierno que va perdiendo ministros por los juzgados? Los tres ministros caídos hasta ahora están implicados en asuntos anteriores a su entrada en el Gabinete y, desde ese punto de vista, Balladur no recibe salpicaduras.

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Pero la paciencia de la sociedad francesa tiene un límite, como pudieron comprobar los socialistas al sufrir el revolcón electoral de 1993. Al menos otros tres ministros podrían sumarse a Carignon, Longuet y Roussin en el banquillo de la corrupción. Con que sólo fuera uno, quiza se desbordaría ya el vaso.

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