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47º FESTIVAL DE CINE DE CANNES

Moretti y Ripstein devuelven la dignidad a la competición

Malestar de los profesionales por el chovinismo de los programadores

No sólo Fernando Trueba manifiesta indignación ante la descarada política de barrer hacia dentro por parte de un festival puesto al servicio de intereses franceses. El malestar es unánime y en él participan también muchos colegas franceses que manifiestan su independencia y su vergüenza, en palabras del diario Liberation, ante este brote "de la más rancia moral chovinista". Mientras tanto, el italiano Moretti con Caro diario; y el mexicano Ripstein, con La reina de la noche, recuperaron ayer la altura que perdió la competición en el pozo de patrioterismo de la jornada anterior.

Lo que alarma a los profesionales franceses independientes como, entre otros muchos, Gérard Lefort y Olivier Seguret, junto a decenas de especialistas europeos y americanos consultados, no es que se haga una película como Grosse fatigue, de la que hablamos ayer, sino que esté presente aquí en un acto de obscena autocontemplación de los dirigentes de Cannes a su propio ombligo. Y algo más grave: que esta -según denuncia el periódico antes citado- "baja demagogia nacionalista" fuese ovacionada sin rubor por centenares de periodistas y profesionales del cine francés.Y el abismo no está sólo en la mentalidad aldeana -próxima a un racismo no premeditado de cada imagen de esta película, sino en que su ideología ultranacionalista encubierta es perfectamente coherente y reveladora del desprecio absoluto con que se trata aquí a obras extranjeras astronómicamente superiores a ella, como las de Abbas Kiarostami y Arturo Ripstein, que han sido castigadas a la clandestinidad mientras este filme de autopropaganda ocupaba el centro del escaparate. Tal atropello ha arrojado de pronto luz sobre el hecho de que más de la mitad de las películas en concurso son francesas o representan intereses franceses. Y todo esto, junto a multitud de signos que ahora toman cuerpo, revela inequívocamente que Cannes-94 está siendo el instrumento de una estrategia comercial destinada más que a frenar a Hollywood en el control del mercado europeo, a que Francia ocupe el lugar de Hollywood en el dominio de ese mercado.

Por suerte para la parte del cine europeo víctima de esta mentalidad, la calidad del lote de películas francesas en la programación -salvo el genio de Patrice Chérau en La reina Margot- es hasta ahora muy bajo y, de seguir así, quienes están instrumentalizando prodomo a Cannes barrerán hacia dentro sólo hojarasca, pues el oro parece estar en el otro lado.

El oro está, por ejemplo, en la pequeña maravilla -de factura casi artesanal- de Nanni Moretti titulada Caro diario, en la que este grande y divertidísimo flagelador de la Italia podrida, ésa que acaba de abrir las puertas al fantasma del fascismo, viéndose asaltado por una grave enfermedad, vuelve por primera en su vida la mirada hacia sí mismo, hacia sus fantasmas íntimos, y nos regala una obra generosa hecha con cuatro liras y cuatro millones de -toneladas de humor y de conocimiento del trozo de vida humana que le rodea.

Imaginación

Y es que a los despachos del colonialismo cannois, rebautizado a bote pronto como cannite o, traducido al cristiano, cainita, lo que ha de oponerle su víctima, es decir: el resto de Europa, es el talonario del talento cinematográfico, hecho para una cuenta corriente que los cannitas no tienen, y que a gente como Moretti le sobra en el solidario bolsillo de su imaginación. Igual que le sobra al mexicano Arturo Ripstein, que en La reina de la noche hace una singularísima reconstrucción, llena de audacia formal y de capacidad para transmitir la, emoción del dolor en carne viva, del último y desazonador tramo de la vida de Lucha Reyes, aquella gran cantante que se quitó la vida en 1944 y que se ha convertido en letra sagrada del libro del México íntimo y universal.Película de gran dureza, pero conmovida por la ternura, es un poderoso melodrama antiguo, de estirpe fordiana, esculpido a martillazos y sin embargo expide los destellos de una delicadeza equilibrada con la sensación fulgurante y complementaria de la fatalidad que despide siempre el recuerdo de quienes con su manera de morir son capaces de crear una leyenda inmortal.

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