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España quiere evitar aparecer como "el malo de la película" ante la ampliación de la Unión Europea

Lluís Bassets

Los sindicatos finlandeses han llamado al boicoteo de los productos españoles. El diario británico Financial Times recoge de boca de diplomáticos europeos el adjetivo de "bandidos", dedicado a los negociadores de Madrid. "Los españoles frenan tanto como pueden", asegura el diario francés Le Monde. España, que había sido la niña bonita de Europa en la década de los ochenta, se ha convertido en "el malo de la película", en expresión utilizada por el propio secretario de Estado para Europa, Carlos Westendorp. La diplomacia española está intentando un esfuerzo de última hora para evitar una imagen desastrosa, cuando sólo quedan 48 horas hábiles de negociación, dentro del plazo marcado por el Consejo Europeo.

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"España abre el paraguas y los otros se ponen debajo". Así describe un diplomático español lo que está ocurriendo en las negociaciones de ampliación de la Unión Europea con Austria, Finlandia, Suecia y Noruega. Apenas hay ningún contencioso en el que no aparezca España cómo el país del pero y la puya, que bloquea la ampliación.Alemania no quería dar a los nórdicos las ayudas regionales destinadas a las regiones más pobres, como sus länder, pero quien encabezó la oposición fue la delegación española. Francia e Irlanda desean evitar a toda costa la apertura de su mercado al pescado noruego, pero es España quien aparece como el país depredador de los fondos marinos que quiere quedarse con el pescado nórdico. España parece encabezar el frente de los problemas.

"Reconozco que hemos perdido la primera batalla en la presentación, pero no es justo que tengamos posiciones poco explicadas ni que parezcamos como más rígidos que otros países". Así explicaba el problema Westendorp, el viernes, antes de entrar en la sesión maratoniana que se prolongará hasta el lunes por la noche. "Queremos la ampliación y queremos dar a Europa una buena noticia", añadió.

"Aparecemos como los malos de la película porque somos de los pocos que queremos mantener el acervo, además de defender nuestros intereses", dijo. Motivos para la preocupación política entre los europeístas más ortodoxos no pueden faltar, principalmente si se atiende a lo expresado la pasada semana por el ministro de Exteriores británico, Douglas Hurd: "[La visión británica] de una Unión Europea débil y librecambista está a punto de convertirse en la nueva ortodoxia europea".

El Reino Unido está haciendo la vista gorda en numerosas cuestiones, precisamente porque debilitan el acervo comunitario, es decir, el cuerpo de legislación y jurisprudencia creado en los casi 50 años de construcción europea. Los cuatro candidatos piden excepciones y derogaciones a la normativa comunitaria en agricultura, pesca, transporte o propiedad inmobiliaria.

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El comisario español y cabeza de lista del Partido Popular para las elecciones europeas, Abel Matutes, asegura que "corremos el riesgo de incorporar estos socios a una cosa distinta a la Unión Europea" y habla incluso de posibilidad de "desnaturalizar la Unión" por las prisas del calendario. Matutes aseguro que "no se puede ser esclavo del calendario" y se mostró partidario de alargar las negociaciones entre medio año y un ano más para que "mejore la situación económica, cambie el clima de las opiniones públicas y maduren posiciones los cuatro candidatos".

El vicepresidente de la Comisión, Manuel Marín, que precisamente culminó la negociación de la adhesión española como secretario de Estado en 1985, piensa, que "será más difícil gestionar una UE de 16 miembros que una de 12". Marín asegura, en cambio, que un retraso en la adhesión "no interesa a nadie, porque sería perjudicial para la credibilidad tanto de los países de la Unión como de los candidatos". "La ampliación es la prueba de la vitalidad de la construcción europea", añade.

La pesca, los votos en el Consejo y el presupuesto son los grandes escollos

Las negociaciones de adhesión se hallan en una fase tan avanzada como peligrosa, vista la escasez de tiempo que queda por delante. Cada vez hay menos contenciosos abiertos y los Doce cuentan prácticamente con posiciones comunes en muchos capítulos, incluidos alguno de los más espinosos, como los fondos regionales para las regiones árticas y subárticas, pesca, precios agrarios y tránsito de camiones por Austria.Dos temas centrales se hallan aparcados hasta el final de la negociación: el peso de cada país en el Consejo de Ministros y la distribución del dinero fresco de los cuatro nuevos socios en el futuro presupuesto. España quiere mantener la actual minoría de bloqueo en el Consejo (ver gráfico), cuestión en la que sólo tiene el apoyo del Reino Unido, que sostiene una posición más radical.

En cambio, en la distribución del presupuesto España quiere que se haga según las actuales perspectivas financieras, obteniendo el porcentaje de ayudas estructurales equivalente, mientras que otros países quieren utilizar el dinero nuevo para recortar las aportaciones.

Pero España protagonizará, sin duda, otro capítulo en el que ha conseguido que exista una posición común de los Doce, como es la pesca, en el que está enfrentada con Noruega. Según el ministro español de Exteriores, Javier Solana, "España fue excluida en 1981 de las aguas de Noruega en las que pescaba más de 7.000 toneladas al año, por lo que es legítimo que deseemos recuperar nuestra presencia en dichas aguas".

Cuestión de principio

El comisario Abel Matutes es más contundente: "Es una cuestión de principio que España exija su derecho histórico, porque a cambio está poniendo un gran mercado consumidor de pescado a disposición de los noruegos. La cantidad se puede negociar, pero el principio no. Un recurso comunitario como la pesca no puede quedar reservado a los pescadores de un país cuando el mercado es para todos".

Sobre el problema agrícola, la Comisión Europea tiene lista una nueva propuesta sobre las ayudas a la agricultura que cuenta con muchas posibilidades de ser aceptada. Significa mantener el principio de alinear los precios de los nuevos países con los de los Doce, pero crea unos mecanismos de compensaciones comunitarias decrecientes a los agricultores durante cinco años. El resultado es que en 1995, primer año de incorporación, su aportación económica a las arcas de la Unión será nula e irá creciendo lentamente en los cuatro siguientes hasta situarse en el nivel definitivo, entre 1.600 y 2.000 millones de ecus (entre 250 y 320.000 millones de pesetas).

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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