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Alberti apagó hogueras blasfemas en 1936

Antonio Colinas cuenta en El Escorial los "días secretos" del poeta en Ibiza

Rocío García

El poeta Rafael Alberti impidió en 1936 en Ibiza la quema de imágenes y objetos religiosos por milicianos republicanos en los comienzos de la guerra civil española. Ésta es una de las revelaciones que dio a conocer ayer el poeta Antonio Colinas en los cursos de verano de El Escorial sobre los días de "dicha y riesgo, goces y dudas" que el poeta gaditano pasó en la isla balear junto a su mujer, María Teresa León, y en donde le sorprendió, el 18 de julio de 1936, el estallido de la guerra civil española. Los días secretos en Ibiza, de Antonio Colinas, dejan traslucir de manera inequívoca el depósito lírico que esta estancia ibicenca dejó en la obra de Rafael Alberti, quien ayer no pudo asistir a la conferencia.

Antonio Colinas lleva seis años investigando los 34 días de estancia en la isla balear de Rafael Alberti y María Teresa León. Ha buscado y hablado con los testigos de aquella estancia que todavía siguen vivos, y ha recorrido los mismos caminos y parajes que recorrieron en 1936 aquella entonces joven pareja de espectacular belleza, confundidos entre los escasos turistas que visitaban una isla hoy invadida por gentes procedentes de todo el mundo. Fueron días de amores y dichas, luces y sombras, olvidos y riesgos, miedos y dudas.El estudio de Antonio Colinas incluye el incidente en el que estuvo implicado Rafael Alberti, el 8 de agosto de 1936, día de la llegada a Ibiza de las tropas republicanas, compuestas por unos 2.500 soldados, de los que un centenar eran anarquistas incontrolados, "que querían hacerse con la situación como fuera". En la plaza de la catedral, frente al museo cartaginés, estos anarquistas prepararon una hoguera con las imágenes y objetos religiosos que habían sacado de la iglesia, ante la impotencia de sus mandos.

La tercera razón

Fue María Teresa León, en sus memorias, la que contó estos hechos y la que narró cómo Alberti fue el único que se enfrentó a gritos con los milicianos anarquistas, tratando de evitar la quema. Todos obedecieron menos uno, que llegó a amenazar seriamente al poeta. Éste esgrimió tres razones -que las imágenes religiosas formaban parte del patrimonio del pueblo; que por su antigüedad gozaban de gran valor histórico, y que, dado su valor monetario, se podrían vender y obtener dinero para el bando republicano- para aplacar las iras de aquel anarquista, quien sólo atendió a la exigencia de Alberti tras oír la tercera de sus razones. Colinas cuenta también que Rafael Alberti, como miembro del comité de defensa de la ciudad y, por ello, encargado de los asuntos culturales, hizo guardar los objetos religiosos de valor en una caja fuerte de una entidad bancaria con objeto de salvar estos tesoros artísticos. Según Colinas, este hecho, ocurrido en los prolegómenos de la guerra civil, es uno de los que echa por tierra afirmaciones como las que Torcuato Luca de Tena, en su libro Franco sí, pero..., emplea para acusar a Rafael Alberti, sin pruebas, de dictar sentencias de muerte. Estas afirmaciones fueron suprimidas en la segunda edición del libro.

Fue en el año 1987 cuando Antonio Colinas emprendió la investigación de los días de la estancia ibicenca de Alberti y María Teresa León. Comenzó esta labor con ocasión del regreso del poeta gaditano a la isla.

Rafael Alberti recorrió entonces los mismos lugares en los que estuvo durante el verano de 1936, a los que llegó con la intención de terminar una obra de teatro que tenía en preparación: El trébol florido.

Rafael Alberti y María Teresa llegaron en barco a la isla el día 5 de julio de aquel año y se instalaron en una pequeña casa con molino (lo llamaban el Molino del Quemado), que estaba situada en medio de un pequeño jardín frente a un acantilado, "sobre un mar de islotes y gaviotas", como después recordara María Teresa.

Después de dos semanas de amor idílico estalló la guerra civil", cuenta Colinas, noticia de la que se enteraron por la radio del bar La Estrella, del que Rafael Alberti y su mujer eran clientes habituales y en el que hicieron grandes amistades. Amistades que días más tarde les ayudaron a refugiarse en los montes de la isla, después de que la frondosa higuera de la casa que habitaban les sirviera de refugio ante la llegada de dos guardias civiles que llegaron para detenerlos.

Vivieron otros 20 días en una zona boscosa de la isla, con seis o siete "corazones que creían en el valor de su pueblo", como los retrató años mas tarde María Teresa León. Estuvieron cobijados por una choza de pinos y durmieron sobre un lecho silvestre que Rafael Alberti cambiaba cada día.

"Bosques del amor"

La llegada de las tropas republicanas a Ibiza acabó con estas "noches calurosas en los bosques del amor", en palabras de Rafael Alberti, y tres días más tarde, el 11 de agosto de 1936, Alberti y María Teresa León abandonaron Ibiza a bordo de un destructor. Para Colinas, los poemas de raíz ibicenca de Alberti, una raíz que quedó plasmada en toda su obra posterior, son "el mejor Alberti".

El escritor uruguayo Mario Benedetti, de 72 años, habló por la tarde de una situación muy conocida por él durante 12 años, la diáspora de los exilios, palabra que estaba de moda pero que "se quedó sin prensa", informa Luis Esteban. La idea que Benedetti expresó sobre el exilio que vivió Alberti fue la de la "respuesta de alegría a la expulsión" y la de amor a España y al mar que siempre quiso y que plasmó en alguno de sus poemas. El poeta Marcos Ana, que vivió 23 años en la cárcel durante la dictadura franquista, dijo que aprendió "que la fuerza de las ideas es más fuerte que la represión", que "todos los dictadores no valen una palabra nuestra y no han tenido la fuerza para destruirnos".

El maestro florentino

El académico y catedrático de Literatura, Víctor García de la Concha, fue el encargado ayer de retratar las obsesiones de Alberti en tomo a la pintura. En una conferencia titulada Italia, de la pintura a la poesía, que contó con la presencia del poeta José Agustín Goyti-, solo, el pintor José Caballero y Amparitxu, viuda de Gabriel Celaya, García de la Concha retrató a un Alberti obsesionado con la pintura de Picasso y su explosión de colores."Encontró en la pintura de Picasso el eterno espectáculo de las transformaciones", dijo el académico, quien citó esta frase de Alberti, extraída del libro Ocho nombres de Picasso: "Canta el color con otra ortografía y la mano dispara una nueva escritura".

La tendencia a buscar claridad y blancura -"Yo vi la luz entre los blancos populares", dijo Alberti- y el énfasis del soporte y la estética humanista, fueron otras de las ideas aportadas por García de la Concha al análisis de la obra del poeta, que se desarrolla estos días en la universidad de verano de El Escorial.

El carácter humanista de la obra de Rafael Alberti se refleja en el calificativo que de él hizo Vicente Aleixandre y que ayer recordó García de la Concha.

Vicente Aleixandre, poeta como él y miembro de la misma generación de 1927, llamó a Alberti "el maestro florentino", haciendo así alusión a su condición de hombre de espíritu renacentista, capacitado para abordar la creación desde diversas disciplinas y ángulos imaginativos.

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