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"¡La he estrangulado!"

., "He aquí la escena del asesinato tal como yo la viví" anuncia Althusser en el primer capítulo de su autobiografía póstuma. Y continúa: "Estoy de pie, en bata, al pie de mi cama, en mi apartamento de la Escuela Normal. Un día gris de noviembre ilumina el pie de mi cama desde la alta ventana de la derecha, encuadrada desde hace mucho por viejas cortinas rojas, desgarradas por el tiempo y quemadas por el sol. Delante tengo a Héléne, acostada sobre la espalda y también en bata. Su tronco reposa en el borde de la cama, sus piernas penden sobre la moqueta del suelo"."Arrodillado muy cerca de ella" prosigue, "inclinado sobre su cuerpo, le doy un masaje en el cuello. Con frecuencia le he dado masajes en silencio, en la nuca, la espalda, los riñones... Pero esta vez es la parte delantera de su cuello la que masajeo. Apoyo mis dos pulgares en el hueco de la carne que bordea la parte alta del esternón y, alcanzo lentamente, un pulgar hacia la derecha, otro hacia la izquierda, la zona más dura debajo de las orejas. Hago un masaje en uve. Siento una gran fatiga muscular en mis antebrazos".

Más información
Un relato póstumo de Althusser describe el proceso que le llevó a la locura y a matar a su esposa

"Me siento aterrado"

"El rostro de Hélène está inmóvil, sereno, sus ojos abiertos miran con intensidad el techo. Y de repente, me siento aterrado: sus ojos siguen interminablemente fijos, y sobre todo veo que un trocito de lengua reposa, insólita y calmamente, entre sus dientes y sus labios. Ya he visto muertos, pero nunca había visto el rostro de una estrangulada. Y sin embargo, sé que es una estrangulada. ¿Pero cómo? Me levanto y aullo: "¡He estrangulado a Hélène!"

"En un estado de pánico intenso, corriendo con todas mis fuerzas [ ... ] me dirijo hacia la enfermería, donde puedo encontrar al doctor. Golpeo violentamente en la puerta del médico que termina abriendo, extrañado. Grito sin fin que he estrangulado a Hélène, tiro del médico por el cuello de su bata: que venga con urgencia a verla, porque sino voy a incendiar la Escuela".

El porvenir dura mucho tiempo es un exhaustivo repaso de una vida afectiva y sexual atormentada. Althusser confiesa que se masturbó por primera vez a los 28 años y que cuando a los 30 encontró a Hélène en una estación del metro parisiense todavía no había besado en la boca a una mujer. Y escribe: "Mayor que yo, cargada de experiencia y de vida, Hélène me amaba como una madre a su niño, su milagroso niño, y al mismo tiempo como un padre, un buen padre, puesto que ella me iniciaba al mundo real, este mundo infinito en el cual yo no había podido entrar". Hasta el día de la tragedia final, el homicida devolvió ese amor. Althusser cuenta que Hélène sufría mucho en los últimos tiempos, que deseaba morir y hablaba de suicidio. Pero no por ello intenta excusar su gesto fatal.

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