El registro de sus cartas
Las conmemoraciones centenarias ofrecen motivo para promocionar la relectura de un autor, recuperándolo del olvido, para plantear nuevos acercamientos, o sirven también para organizar un concierto de voces en su memoria. Algo de. esto sucederá con Pedro Salinas en éste, el primer centenario de su nacimiento. Su poesía tiene lectores fieles; a la narrativa y al teatro les vendrá bien algún golpe de efecto; la parte ensayista fue, es y será uno de los hitos del cultivo del género en este siglo XX. Después de los fastos conmemorativos resultará, no una imagen nueva, sino una ampliada y matizada por los múltiples ejercicios de revisión, y, en especial, cuando se publique en breve plazo, se tendrá, conocimiento más amplio de la voz que se descubre en las cartas.Lo que se ha salvado del Epistolario saliniano conforma una colección impresionante de material: más de 3.000 cartas, escritas desde 1912 hasta poco antes de su muerte, acaecida el 4 de diciembre de 1951. Las dimensiones, casi apabullantes, han de contribuir a modificar, por fuerza, esa media verdad de la poca tendencia del español hacia los autobiográficos. Y su lectura por la calidad excelente del material, ha de provocar nuevas. vocaciones de lectores atentos hacia este tipo de textos. ¿Vale la pena leer todas las cartas? Pregunta baldía, que nos hacemos con frecuencia ante estos textos y que admite múltiples respuestas. Vincent Kaufmann ha investigado la situación de la carta en relación con la obra de grandes escritores (Kafka, Proust, Flaubert), y ha opinado que tienen un interés secundario, en relación con la obra central del artista. En el caso de Salinas eso es, cuando menos, matizable, porque a falta de otros relatos memorísticos más directos, esta ingente cantidad de material presenta un primer interés inexcusable: el. documental, ya que es posible ver desde dentro la historia de un proyecto común, el de la llamada Generación del 27. Recogemos ahí una impresión de primera mano sobre coincidencias y desplantes o disidencias.Pero, por otra parte, estas cartas ganan un estatuto literario autónomo, y admiten una lectura, feliz, una a una o en serie.
Cabe distinguir entre dos momentos de la escritura epistolar de Pedro Salinas (y, por extensión, de todos los miembros de su generación): antes de la guerra civil, cuando se escribía por placer, o por cumplir con deberes más o menos profesionales, para mantener un lazo vivo. Así sucede en las cartas a Juan Ramón Jiménez, a Juan Guerrero o a Jorge Guillén, que funcionan como vínculo entre visitas, conversaciones o favores, en un momento en que la relación personal era frecuente y fácil. Cada una del estas series, con sus particularidades, dibuja unas variantes de la amistad: la devoción, agradecimiento y respeto iniciales hacia Juan Ramón; la camaradería complaciente, las deudas con el cronista y cónsul de la poesía, en el caso de Guerrero; el tono de intensa fraternidad, con Guillén.
Desde el exilio
Ya en el exilio, las cosas cambian radicalmente, y los ritmos de las relaciones se alteran. Salinas escribe por necesidad íntima. Y por imperativo ético. Buscando soluciones para los amigos (Dámaso Alonso y Guillén), opinando, y muy duramente, sobre los eventos inciviles de España o el espectáculo de demencia de la civilización occidental. El carácter de esa necesidad se adivina en el acertado juicio de Juan Marichal: "El cartearse con los amigos y colegas de España y de las dos Américas fue, probablemente, en su origen un sustituto de la tertulia y otras formas de expansión oraI". Esta precisión es importante porque nos sitúa ante la verdadera naturaleza de muchos de estos textos: explosiones verbales que se ven reducidas al papel, misivas con deudas importantes conel registro oral y que resultan bancos de prueba de sus expansiones en prosa. En las cartas apunta desde el chascarrillo hasta la anécdota más completa, una pequeña narración, en la que prima el' diálogo rápido y sincopado, que favorece la irrupción de lo cómico y lo satírico, y el predominio de un estilo lacónico y epigramático. Saltamos, en algunos casos, de las conversación a la charla, como un anuncio de los temas y obsesiones de la importante serié El defensor.
El propio Salinas escribió una notable Defensa de la carta misiva y de la correspondencia epistolar, en la que subrayaba la facilidad del género para suscitar la convivencia íntima, puesto que -decía- las cartas, como las miradas son sólo para dos: "Es la carta pura. Privada, pero no solitaria, compartida, convivida". quizá por ello, en el caso de este escritor, las cartas son vehículo de la amistad y se convierten en multiplicadoras de atenciones. "La atención de Salinas", escribió su amigo Jorge Güillén, "se manifestaba en atenciones, gentilismo plural castellano. Curiosidad juego, conciencia, servicio: muchas fuentes formaban aquellos caudales de atención". Así podríamos aludir a una de las constantes más fecundas del epistolario: mantener un contacto o expresar preocupación por los amigos necesitados. De ahí su protesta, airadísima, contra el intento de su presion de la carta que le parecía leer en el anuncio " Wire, dont write ", por su parquedad, el telegrama no podía sustituir la temperatura emocional de la carta.
Salinas practicó hasta límites insospechados una especie de travestimiento, acomodaticio al corresponsal a quien escribía. La multiplicidad y variedad de registros viene acompañada en su caso por la constancia, el uso muy frecuente (¿excesivo?) de este tipo de comunicación, y por una querencia: la de sustituir algo distinto y perdido, la comunicación oral. Los tipos de las cartas de Safinas se corresponden con puntualidad con los ciceronianos: "uno familiar y jocoso, el otro severo y grave". Son las cartas íntimas, las dirigidas a su mujer, Margarita Bonmatí, durante el noviazgo, entre 1913 y 1915, o en las separaciones circunstanciales; y las cartas a los amigos, aquéllas en que se reacciona, con humor o dolor, ante la locura del mundo. Ni en esas situaciones insípidas que suscitan las cartas oficiales, los textos nunca pérdieron su punto de chispa, la reacción cordial y de afecto. En cartas familiares o de amistad, utilizando recursos graves o persiguiendo la sonrisa irónica, las cartas de Pedro Salinas se nos revelan como textos apasionantes. Textos que sustituyen con creces el vacío dejado por la. distancia y por la falta de conversación.
La intimidad
Las cartas de Pedro Salinas son de una gran variedad. Son notables por la combinación y manipulación de registros, así como por su función estrictá de registro: el recuerdo para el porvenir de evenios acaecidos. El fijar, desde la intimidad de la comunicación entre dos, cosas dichas y sentidas. De la vida a la muerte. En la vida y hasta. la muerte. Las cartas nos presentan, no a un nuevo Salinas, sino á uno con voz complementaria dé las ya conocidas, que repregenta una indagación en el otro que todo escritor lleva consigo. La voz epistolar estará siempre supeditada a lo central en su obra, la voz lírica de la poesía amorosa y la reflexiva de los ensayos, pero nos ilustra con agudeza sobre aspectos de su arte, y nos provoca y resuelve interrogantes.
Babelia
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