Cultura cantaora

María Vargas está volviendo por sus fueros, tras unos años -no pocos- de semirretiro artístico. Cuando se fue alejando del cante tenía ya en su haber una importante carrera artística y una discografía extensa y muy notable.La gran cantaora que había en ella no podía dar por cerrada esa página de su historia personal. No andamos tan sobrados de buenas cantaoras para que tal cosa se le pudiera consentir. Nacida en Sanlúcar de Barrameda, uno de los solares clásicos del más puro cante jondo, y perteneciente a una estírpe de nobleza flamenca con abolengo -gitanas, por añadidura-, María Vargas representa esa cultura en la sangre de que hablaba Lorca, que en el cante quiere decir, no lo aprendido, sino lo intuido y lo sentido, el don de la sabiduría heredada por no se sabe qué mecanismos extraños, pero ciertos.

Todo esto, y muchas cosas más, demostró María Vargas en su excelente recital de esta noche de la Almudena en Madrid. A los 44 años de su vida se halla en plenitud, muy bien de facultades, con una afición y un entusiasmo que para sí quisieran muchos jovenzuelos. Cantó de todo y todo lo cantó bien. Y algunas cosas, de manera sobresaliente.

María Vargas está en el secreto de la comunicación con quienes la escuchan. Se entrega a su público y el público se le entrega, vibra y siente con ella. En el cante es lo ideal, y casi nunca se logra si no es con esa forma de interpretar siempre distinta porque obedece a la inspiración del momento, como si fuera la primera vez. Pero con el conocimiento, la sabiduría de un cante viejo quizás de siglos, y sin embargo tan virginalmente nuevo siempre.