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Gladio desencadena en Italia la lucha por la jefatura del Estado

Juan Arias

Italia ha estado a punto de ser zarandeada por una crisis institucional en las últimas horas a causa, o con la excusa, de Gladio, al enfrentarse dramáticamente la jefatura del Estado, presidida por el democristiano Francesco Cossiga; el presidente del Consejo de Ministros, también democristiano, Giulio Andreotti, y el secretario del Partido Socialista Italiano (PSI), Bettino Craxi. Ellos son los personajes políticos de mayor peso del actual sistema de gobierno.

Según muchos observadores, lo que está ocurriendo en este país de los eternos misterios sin resolver es que tras la desaparición de la guerra fría y la transformación del viejo Partido Comunista Italiano (PCI) ya no se sostienen en pie los fundamentos de la Primera República, nacida de la Resistencia, tan condicionada por los comunistas. Esto es lo que ha permitido a la Democracia Cristiana partir el bacalao durante 40 años.Ahora, de repente, todo se tambalea. Las viejas alianzas en torno a la Democracia Cristiana (DC) se quedan anticuadas. El nerviosismo del PSI frente al cambio del PCI, que podría convertirse en la nueva fuerza progresista del país, es evidente, mientras que la DC, como en todos los momentos críticos, juega a reactivar su posición y se prepara con un ataque frontal al nuevo partido de Occhetto, intentando repetir un triunfo democristiano a la manera de Helmut Kohl en Alemania.

Faltan casi dos años para las próximas elecciones, y otros tantos para el relevo del número uno del Quirinal. Nadie tiene ganas de esperar, sobre todo porque no se quiere dar tiempo a Occhetto para que lance su nueva formación política.

De ahí que cualquier excusa sea buena para forzar las cosas. Gladio ha llegado como anillo al dedo. Es un puñal que amenaza a todos, porque probablemente en este país esa organización "ilícita, pero secreta" estuvo involucrada, más que otras, en acciones ilegales para frenar el acceso de la izquierda al poder. Ahora es una espada que cada cual hace vibrar sobre la cabeza de sus adversarios, directa o indirectamente.

El más amenazado por Gladio es el jefe del Estado, Francesco Cossiga. Fue el primero en confesar que de joven, como subsecretario de Defensa, había contribuido activamente a la creación de esa organización secreta. El juez de Venecia Felice Casson quiso interrogarle, pero Cossiga se negó . Ahora estaría dispuesto a hacerlo, pero no ante él, sino ante los magistrados romanos y ante el Parlamento.

Todo esto está creando mucha tensión, porque el juez de Venecia ha advertido que exigirá una copia de los interrogatorios al jefe del Estado. La defensa de Cossiga es que Gladio era legal. Lo mismo ha sostenido el presidente del Gobierno, Andreotti, hasta que los socialistas, por boca del ministro de Hacienda, Rino Formica, han considerado que Gladio pudo haber sido ilegal.

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Andreotti, para no crear problemas a su Gobierno, había propuesto el miércoles en el Consejo de Ministros la creación de una comisión de sabios, integrada por ex presidentes del Consejo Superior de la Magistratura, con el fin de indagar y decidir si Gladio fue o no legal.

Enfurecimiento de Cossiga

Pero Cossiga, que ya había zanjado el asunto afirmando que Gladio no fue ilegal, se enfureció y envió el viernes una carta a Andreotti durante la celebración del Consejo de Ministros. Antes se había negado a hablar con él por teléfono, a pesar de que suelen ir juntos a misa muchas mañanas. En su carta, Cossiga proponía la "autosuspensión" de sus cargos durante tres meses. El suyo quedaría en manos del presidente de Senado, el republicano Glovanni Spadolini, y el de Andreotti, en manos del vicepresidente del Consejo de Ministros, el socialista Claudio Martelli, hasta que se decidiese el tema Gladio.El astuto Andreotti no ha querido verse embarcado con Cossiga. Tras suspender durante una hora el Consejo de Ministros consiguió calmar por enésima vez en este mes y medio al nervioso jefe del Estado con una nota de su Gobierno en la que se afirmaba que Gladio habla sido legal. Sólo que los socialistas no estuvieron de acuerdo y pidieron que quedara constancia en las actas de su disensión al no estar seguros de si Gladio fue o no legal.

Andreotti tranquilizó a Cossiga, pero sin hablarle del disenso socialista. Enterado el secretario socialista, Craxi, se enfurecio y descubrió el pastel. Craxi afirmó que es increíble que se admita "la infalibilidad" de un presidente de la República o del Gobierno.

La respuesta de los comunistas fue inmediata: Ocehetto dijo en público que si se creaba una crisis institucional y Cossiga dimitía, ellos apoyarían la candidatura de Bettino Craxi.

Todo ello ha encrespado las aguas políticas, porque precisamente Andreotti es el gran aspirante al Quirinal, hasta el punto de que hay quien susurra que Cossiga está nervioso porque teme que Andreotti se prepara a sustituirle "cuanto antes".

Ahora, el problema es si Craxi se siente dispuesto a dar ese salto. Siempre ha afirmado que de ir al Quirinal sólo lo haría tras haber cambiado las reglas de juego y con una nueva Republica "presidencialista". Precisamente su presencia en la jefatura del Estado podría servir para preparar dicha República, y si lo hiciera bien y obtuviera un segundo mandato, esta vez ya lo haría por "elección popular".

Pero Craxi, considerado políticamente como un gato por sus movimientos rápidos y sus zarpazos sorpresa, tendrá que vérselas aún en un duelo nada fácil con el Zorro Andreotti, con una experiencia increíble para salir ileso de todos los incendios sin quemarse.

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