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Tribuna:EL CASTELLANO REPITE PREMIO NOBEL
Tribuna
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La felicidad de la expresión

Fernando Savater

Octavio Paz es, ante todo, un hombre de letras. Lo que quiere decir un hombrede palabra: todo lo contrario de un palabrero. Sea en prosa, en su admirable prosa ensayística; sea en los versos que le han sustentado fama prioritaria de poeta; sea en su conversación misma, de tu a tu o a través de los medios de comunicación, siempre prevalece más que nada esa vocación de fidelidad responsable a la palabra.Y junto a este componente ético, el inseparable realce estético: la felicidad de la expresión. Una dicha doble, pues subraya por un lado la contundencia del acierto expresivo y por otro el gozo sutil contagioso de haberlo logrado. La felicidad de expresión es una complicidad jubilosa entre escritor y lector; a lo largo de cinco lustros de leer a Paz nunca me ha faltado.

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En el alegre atropello de estas líneas de circustancias, me gustaría subrayar otros aspectos del hombre de letras. Por ejemplo, que es uno de los mejores comentaristas de arte que conozco. En un campo en el que suele imperar la glosa superflua o arbitraria, Paz posee la justeza que desentraña lo visual y refuerza lo creador de la imagen. Quien orienta la mirada siguiendo su voz, nunca se equivoca de museo.

Un elogio: es discutible

También referirme a su papel de intelectual militante. Su actitud en este campo tiene al menos un pronunciamiento innegablemente favorable: es discutible. Suele decirse esto como un reproche, cuando en realidad es el mayor elogio. Porque si una actitud intelectual no es discutible, política y racionalmente discutible será todo menos intelectual. Porque con los intelectuales se discute; a los profetas o los caudillos se los puede venerar o combatir, pero no hay modo de discutir con ellos.

La posición que hoy defiende Paz es tachada de conservadora poique ataca regímenes totalitarios que la historia se ha encargado de desacreditar y defiende valores democráticos que cada vez menos cuestionan. Desde luego, me parece estupendo que el tiempo le ha dado la razón pero es preciso señalar que ma ntuvo estas actitudes cuando no sólo eran minoritarias en America Latina y hasta en Europa sino también motivo de ostracismo. Si Latinoamerica va despertando poco a poco de Marta Harnecker y otras pesadillas intelectuales es gracias a que gente como Paz se empenu en ser cosmopolita cuando no estaba bien visto serlo. Su tarea de agitador y promotor de ideas no han suscitado, por suerte, la unanimidad del visionario sino la polémica que acompaña al proceso de ilustración.' El que a sus años se le siga viendo más como un adversario que como un patriarca es índice de su vitalidad intelectual.

¿Y el Nobel? Pues nada añade pero tampoco nada quita. Como todo, este premio puede ser bueno o malo. Es malo cuando no nos lo dan, es decir, cuando distingue a quien aborrecemos, a quien consideramos pringoso o insufrible, a quien no conocemos ni queremos conocer; es bueno cuando nos lo dan, es decir, cuando lo recibe uno de los mentores de nuestra subjetividad o uno de nuestros amigos literarios. Le han dado el Nobel a Paz, me han dado pues el Nobel. Estoy muy contento, gracias.

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