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Camarón de la Isla:' "Yo me transmito y a veces no sé dónde voy a llegar"

Tras sus conciertos en Madrid, el 'cantaor' irá a Barcelona y París antes de grabar un nuevo disco

Las recientes actuaciones de Camarón de la Isla en Madrid han vuelto a situar en el centro de la polémica al genial cantaor gaditano. Unos le llaman maestro, mientras los más críticos piensan que ha llegado al límite de sus posibilidades. Al margen de la polémica, Camarón proyecta recitales en Barcelona y París y prepara su nuevo disco, para el que quiere volver a contar con Paco de Lucía. Cantaor carismático y desconcertante, intérprete único y agitador de pasiones, Camarón dice de su cante: "Yo me transmito y a veces no sé dónde voy a llegar".

El origen de José Monge, Camarón de la Isla, está donde el cante jondo tiene su pequeña patria, esa de Jerez y los puertos hasta Triana, como la definen los especialistas. En la Isla de León (San Fernando, Cádiz) nació hace 38 años un gitano rubio de tez pálida. Por su extremada delgadez le apodaron Camarón. "Cuando chico", recuerda, "cantaba por rumbas, bulerías y tangos en los trenes y autocares que iban de la Isla a Chiclana o Jerez. No sabía tantos cantes como ahora".Camarón mantiene su frágil delgadez y responde con parquedad y aire ausente. En su mano izquierda, adornada con mil sortijas, lleva tatuada una estrella de seis puntas bordeada de una media luna. Botines indescriptibles y terno impecable. "Recuerdo cuando llegué a Madrid hace 15 años", dice sonriendo, "y todo el mundo se extrañaba porque iba vestido con traje. Al final, todos han querido vestir como yo. Y o estoy en un sitio y ellos en otro".

Familia

Camarón vive en San Fernando. "Mi casa es sencilla. Paso el tiempo con mis niños, mi mujer, mis cuñados y mis pocos amigos". Cuando se le pregunta por sus tres hijos, se le alegra la cara y parece que, por primera vez, se encuentra a gusto: "Figúrate. Locura, ¿no? Son muy chiquititos, pero creo que al niño le gusta la guitarra, y la niña, la más chica, va a cantar. El mayor está estudiando en el colegio y no quiero que se venga abajo. No quiero forzarle, y si le gusta, le daré los consejos que mejor pueda". Luis, el hijo mayor de Camarón, tiene 10 años; Gema, cuatro, y Rocío, tres. En sus recitales les canta por bulerías, estilo que Camarón domina como nadie. Cuando se le pregunta si sus hijos ya cantan "por Camarón", sonríe tímidamente: "No sé qué decirte. Para hacer las cosas igual que yo, para eso estoy yo. Espero que aporten algo más. Si no, no serían artistas".

Aunque cuesta trabajo lograr que Camarón abandone su tierra, tras sus dos actuaciones en un club madrileño tiene firmados contratos para el Palau de Barcelona y el Olimpia de París. "Pongo el mismo sentimiento y corazón cuando canto fuera de Andalucía", afirma, "y no pienso que me comprendan menos". También colaborará en un disco de Los Chichos antes de grabar su próximo elepé: "Será dentro de dos o tres meses. Además de Tomate -su inseparable guitarrista de los últimos años-, vamos a ver si colabora Paco de Lucía".

,En el escenario, la presencia de Camarón levanta pasiones. "Cuando canto no pienso", dice. "Me transformo en otra persona y cuando el público y yo estamos bien, me siento mejor. Cuando estoy inspirado y me vienen cosas, las hago. El público siempre me ha correspondido y me capta". En Madrid, los aficionados asistieron, inquietos y fascinados, a los conciertos de Camarón con la esperanza de presenciar un cante único. Del público surgen gritos de "¡Camarón, guapo!", "¡Camarón, maestro!". "Soy joven y no me gusta que me llamen maestro todavía. Creo que hay mucho campo por aprender y estudiar. Yo no he tenido maestros. He escuchado discos antiguos y cogido cosas de los viejos, Caracol, Mairena".

Otros aficionados, que se saben de memoria sus inflexiones y las cantan al mismo tiempo que Camarón -"ellos las van a hacer igual que yo, y entonces las hago de otra manera. Nunca canto igual"- se vuelven y dicen: "Si se cuidara sería un nionstruo". A continuación, en una fracción de segundo, levantan atentos la cabeza y lanzan un "¡olé!" de admiración y respeto, sabiéndose protagonistas de un instante irrepetible. Camarón afirma que eso de cuidarse "es una trayectoria que me tiene la gente hecha. Pero yo no soy así como piensan".

Leyenda

La leyenda de Camarón, su dependencia de la droga y sus estancias periódicas en hospitales son temas tabús en las conversaciones con el cantaor, pero son las razones que esgrimen los aficionados que piensan que Camarón ha llegado al límite de sus posibilidades y que ya nunca podrá alcanzar la grandeza del pasado. "Pienso que no he llegado al límite", reacciona Camarón, "porque trato y pongo todas mis fuerzas y todo lo que tengo para satisfacer al público. Si remato bien, me da más alegría. Pero cuando remato con un poco de fatiga, me da un poco de..., ¿no? Yo he tratado de aportar algo, aunque no pienso pasarme de los cánones, porque uno no puede pasarse de los cánones del flamenco. Pero aportar es llegar y hacer algo más de lo que hay".

Paco de Lucía definió a Camarón como "el cantaor más grande y desconcertante de toda la historia", y todos reconocen que es uno de esos raros cantaores que poseen el secreto del cante verdadero. Titubea cuando se le pregunta si algún cantaor le llega de la misma manera que él es capaz de emocionar a tanta gente -"la verdad, no. No encuentro, no veo a nadie"-, pero es más rápido cuando opina sobre los jóvenes grupos que adoptan el flamenco para expresarse: "Pienso que son una gente que quieren llevar el flamenco para arriba. Pata Negra, por ejemplo, son unos muchachos que son muy buenos músicos, y Lole y Manuel también lo hacen muy bien. Pero es otra forma distinta a lo mío, porque yo canto flamenco puro".

Camarón se levanta despacio y desea suerte a todos. Tras la despedida, uno de sus amigos grita: "¡Tratadlo bien! Es una gran persona y está mucho mejor", mientras todavía resuenan las palabras de Camarón: "Yo me transmito y a veces no sé. dónde voy a llegar".

Por un instante

Las dos actuaciones de Camarón de la Isla programadas por un club de Madrid especlalizado en música rock levantaron la expectación que siempre despierta la presencia del cantaor de San Fernando. En su primer recital, con la sala atestada de público -"tanto agobio, tampoco. Me gusta que me escuchen"-, Camarón cantó 38 minutos. A la salida, algunos gitanos exigían sin mucha convicción la devolución de las 3.000 pesetas que había costado cada entrada en la reventa. "Lo hice precisamente para dejar al público con un poco de sabor", afirma Camarón. "Luego, cuando lo oyen en un casete o algo, dicen: es que no es de hierro tampoco. No me molesto porque pienso que ya me saldrá otro día".Al día siguiente, con menos público, cantó durante 55 minutos y puso la sala boca abajo, confirmando al polémico Camarón: "Cuando hablan de mí es por algo. Hablan de una persona que van a escuchar y le dan importancia".

Camarón piensa que, por encima de polémicas, no atraviesa un mal momento. "Estoy normal, igual que cuando estaba en Madrid hace 15 años", opinión que no comparten muchos aficionados. En cualquier caso, un remate por bulerías de Camarón, alargándose en un escorzo interminable, puede dejar la sensación de haber asistido a lo irrepetible. Al menos por un instante.

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