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Quayle, un 'gancho' para captar votos entre los jóvenes y las mujeres

Francisco G. Basterra

ENVIADO ESPECIAL, George Bush, designado esta madrugada oficialmente candidato a la presidencia por el Partido Republicano en Nueva Orleans, trata de ganarse el favor de los votantes más jóvenes y de las mujeres -su principal talón de Aquiles- con la elección para la vicepresidencia de una cara bonita perfecta para un proceso dominado por la televisión. Esta es la explicación más plausible a la elección como su número dos del senador por Indiana James Danforth Quayle.

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Quayle, de 41 años, es un perfecto desconocido a nivel nacional, un peso ligero que ayer apareció muy verde en su primera conferencia de prensa. Y muy conservador, un halcón en política exterior -lo primero que hizo fue defender la necesidad de la guerra de las galaxias, lo que ha provocado euforia en las filas ultras del partido-. "Está a la derecha de Atila y me encanta", decía ayer un delegado republicano. El líder de los contras nicaragüenses, Adolfo Calero, y el reverendo fundamentalista Jerry Falwell, expresaron ayer en Nueva Orleans su satisfacción con Quayle. "He apostado por el futuro", dijo ayer Bush, que, agobiado por la diferencia que le lleva el candidato demócrata Michael Dukakis, ha querido demostrar su capacidad de audacia dando lo que, para muchos observadores, puede ser un peligroso salto en el vacío.Quayle puede, sin embargo, y ésta es la esperanza de los estrategas republicanos, dinamizar y dar interés a la campaña de Bush, una figura políticamente insulsa que no consigue conectar con el norteamericano medio. Bush trata, con Quayle, el primer candidato en un ticket nacional nacido después de la Segunda Guerra Mundial, de arrebatar la bandera del cambio generacional a los demócratas. "Es un líder dinámico para el futuro de nuestra nación", asegura Bush. Dukakis, teóricamente el candidato progresista, ha elegido como vicepresidente a LLoyd Bentsen, un clásico senador de 67 años muy conservador también.

Quayle, comparado frecuentemente con Robert Redford, hasta el punto de que el actor liberal tuvo que escribirle para que dejara de utilizar esta semejanza, será vendido a los norteamericanos como un Kennedy de derechas.

Tiene el mismo buen aspecto del asesinado presidente, derrocha como él energía y, dicen, es muy efectivo haciendo campaña electoral. Y, al igual que los Kennedy, es inmensamente rico, algo nunca negativo en este país. Su familia, propietaria de una serie de periódicos muy conservadores en Indiana y Arizona, está valorada en 650 millones de dólares (unos 78.000 millones de pesetas).

Los americanos elegirán entre Dukakis y Bush, no entre Bentsen y Quayle. El único papel cierto del vicepresidente es estar en capilla, a un latido de corazón de la presidencia. Y ayer el comentario general era que Quayle puede ser un buen joven cachorro del reaganismo, pero parece muy verde para sentarse en el despacho Oval.

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Quayle, que lo tiene todo, tiene también un potencial escándalo que parece enterrado. Cuando era congresista, en 1980, acudió con una guapa lobbysta y otros dos diputados a un fin de semana de golf y jarana a la playa, en Miami. La mujer en cuestión, Paula Parkinson, que estaba tratando de que los jóvenes políticos votaran a favor de una ley agrícola, posó después desnuda para la revista Playboy.

Busch confía en trasladar la fotogenia de Quayle en una cosecha de votos femeninos. Diez millones más de mujeres que de hombres pueden votar el 8 de noviembre y los sondeos revelan que Dukakis supera a Bush por más de 20 puntos entre el electorado femenino.

Quayle es un verdadero creyente en el sistema de defensa espacial (SDI) conocido popularmente como guerra de las galaxias y en gastar todo lo necesario y más en el rearme.

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