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La seguridad en la era nuclear

Una prohibición total de las pruebas nucleares que evitara ensayar nuevas armas atómicas sería un paso esencial hacia un mundo más seguro, estima el autor. Recomienda a continuación tratados para poner fin a los nuevos sistemas de lanzamientos nucleares, y a la producción de material fisible apto para usos bélicos.

Un mundo con 50.000 armas nucleares no es un lugar seguro ni confortable para vivir. Todas las naciones deben encarar la realidad de que en sólo 30 minutos una guerra nuclear arrasaría la civilización moderna y amenazaría la supervivencia de la raza humana sobre la Tierra.Dada esta realidad, ¿cómo intentan los Estados nucleares reducir el riesgo de guerra e incrementar la seguridad de todas las naciones? Sin excepción, están fabricando nuevas armas nucleares más destructivas y creando fuerzas militares ofensivas en vanas tentativas por obtener ventajas militares sobre sus adversarios. Cada nación trata de hacerse a sí misma más segura haciendo menos seguras a las demás.

En Estados Unidos esta política se denomina la paz mediante la fuerza. En la práctica, la política busca "la paz en nuestros términos mediante una fuerza militar superior"'. Es decir, situando a nuestros adversarios en desventaja militar intentamos controlar y dirigir los acontecimientos mundiales en provecho nuestro. Otras naciones, incluida la URSS, tratan de aumentar su propia seguridad de una forma semejante.

Ahora ya no es posible conseguir una importante ventaja militar en términos nucleares. Cuanto más fabrica una de las partes, más fabrica el adversario. Hace ya mucho tiempo que este proceso creó el mundo de la mutua destrucción asegurada, en el que la guerra nuclear sería suicida para ambas partes. Disponer de más armas nucleares sólo sirve para acrecentar la certeza de destrucción mutua haciendo menos seguras a todas las naciones.

Si la vieja idea de que uno obtiene seguridad convirtiendo en inseguros a los adversarios ha dejado de funcionar, en la era nucleax se necesita claramente un nuevo enfoque de la seguridad internacional. Esto requiere una nueva forma de pensar, que es enteramente ajena a los líderes militares. Les exige aceptar el principio de que la única manera de incrementar la seguridad de su propia nación es aumentar la de las demás naciones. El mundo necesita un sistema de seguridad mutua en el que todas ellas se encuentren seguras.

Proceso de aprendizaje

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Es mucho más fácil expresar esta proposición lógica que llevarla a la práctica. Los líderes militares y políticos no abandonarán fácilmente las creencias y las prácticas de siglos. Tienen que desarrollar nuevas formas de entendimiento y una nueva confianza en un sistema de seguridad mutua antes de aceptar la verdad de que las naciones ya no pueden contar con la fuerza militar como el elemento básico de la seguridad nacional. Este proceso de aprendizaje puede durar décadas.

La mejor manera de iniciar el proceso es el primer paso esencial para dar fin a la carrera de las armas nucleares; para evitar el desarrollo de otra generación más de armamento nuclear es absolutamente imprescindible una prohibición total de las pruebas nucleares. Las nuevas armas estimulan la carrera armamentista y añaden nuevos niveles de peligro para el mundo. Acabar con la competición tecnológica haría más para detener la interminable expansión de los arsenales nucleares que cualquier otra medida de control de armamento. Sería también un gesto político extremadamente efectivo que todos los que estuvieran de acuerdo en interrumpir las pruebas nucleares estuviesen verdaderamente comprometidos a poner fin a la carrera armamentista.

Con la confianza conseguida mediante un acuerdo para acabar con todas las pruebas nucleares, lógicamente se seguiría una serie de restricciones adicionales en la carrera de las armas.

Primero habría de lograrse un acuerdo para poner fin a los nuevos sistemas de lanzamientos nucleares. Luego podría seguir de inmediato otro acuerdo para interrumpir el despliegue de nuevos sistemas de armamento nuclear, porque no habría ningún otro probado que sumar a las fuerzas ya existentes. Ningún jefe militar quiere armas no experimentadas porque no puede tener la certeza de cómo usarlas, con seguridad o efectividad. De mañera casi automática se seguiría un cuarto acuerdo: una completa prohibición mundial sobre la producción de material fisible apto para usos bélicos.

Cuatro tratados

En conjunto, estos cuatro tratados pondrían fin por completo a la carrera de las armas nucleares y abrirían las puertas para una continua reducción de las ya existentes. La confianza basada en el proceso de desarme nuclear llevaría a la realización de negociaciones sobre las fuerzas convencionales. En lugar de la continua y peligrosa confrontación de las alianzas de la OTAN y del Pacto de Varsovia se producirían reducciones paralelas en las fuerzas convencionales de ambas partes que relajarían enormemente la tensión militar en Europa. No hay absolutamente ninguna justificación para mantener uniformados a casi 11 millones de personas con vistas a conservar la paz en el continente europeo cuando es posible mantener una paz mucho más estable, segura y duradera con una pequeña parte de esa tropa.

Aceptando el concepto de la seguridad mutua, los líderes políticos deben alejarse del uso de la fuerza para resolver las disputas. Deben llegar a acuerdos políticos que faciliten la resolución no violenta de las disputas internacionales en una comunidad mundial bajo el dominio de la ley y no de la fuerza.

Albert Einstein dijo hace muchos años: "Desde la división del átomo todo ha cambiado excepto nuestro modo de pensar, y así seguimos nuestro curso hacia una catástrofe sin precedente". Tenemos que hallar pronto una nueva forma de pensar antes de que la vieja idea de "la paz mediante la fuerza" lleve a una guerra que nadie puede ganar; posiblemente a una guerra a la que nadie sobreviviría. La opción en la era nuclear es la seguridad mutua o la destrucción mutua. Esperemos que nuestros líderes sepan elegir bien mientras todavía hay tiempo.

Eugene J. Carroll es vicealmirante retirado de Estados Unidos. Traducción: M. C. Ruiz de Elvira.

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