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Amal pierde terreno en la nueva 'batalla de Beirut'

Los milicianos shiíes de Amal pierden terreno en la sangrienta lucha que desde hace cuatro días les enfrenta en las calles de Beirut a combatientes morabitun (suníes nasseristas), del Partido Socialista Progresista (PSP, druso) y del Partido Comunista Libanés (PCL). No obstante, Nabih Berri, líder de Amal, pidió ayer por radio a sus seguidores: "Manteneos firmes, o victoria o muerte". El número de víctimas en esta nueva batalla de Beirut asciende al menos a 150 muertos y 300 heridos. El alto el fuego proclamado por el jefe de los servicios de información sirios en Líbano, general Ghazi Kanan, era parcialmente respetado. La relativa calma se ha producido tras el despliegue de una fuerza de interposición sirio-libanesa de 500 hombres. La intervención siria resulta cada vez más probable, aunque el régimen de Hafez el Asad quiere antes agotar la vía negociadora. Por ello, el vicepresidente, Abdel Halim Jadam, ha convocado a Damasco a Berri, a Walid Jumblat (líder del PSP) y a Georges Hawi (dirigente del PCL).

Los 600.000 habitantes de Beirut oeste siguen prisioneros de lo que muchos consideran las batallas callejeras más feroces que han sufrido en 12 años de guerras. Diluvia en Beirut y ni el sonido del agua puede apagar el tartamudeo de las ametralladoras pesadas y los zambombazos de granadas, morteros, cohetes y proyectiles de tanques y cañones. En todo el sector musulmán (oeste) de la ciudad estallan resplandores anaranjados, a los que siguen columnas de humo sucio."He dado orden a mis muchachos de luchar hasta la victoria", proclama Nabih Berri desde Damasco, donde permanece refugiado desde el pasado 13 de noviembre. El líder del movimiento shií Amal apenas ha superado el largo conflicto bélico con los palestinos y ya se enfrenta al más serio desafío a la hegemonía shií en Beirut oeste desde que Amal y los drusos del Partido Socialista Progresista (PSP) ocuparon la ciudad en febrero de 1984.

Los aliados de Amal de ayer son sus enemigos de hoy. Una coalición de fuerzas izquierdistas y propalestinas intenta ahora tomar al asalto las posiciones estratégicas de Amal en el corazón de la capital libanesa. Drusos del PSP, comunistas y los milicianos suníes nasseristas conocidos como morabitun son la fuerza que aspira a hacerse con el poder. Los palestinos cercados en sus campamentos y los cristianos atrincherados en Beirut este aplauden.

Sobre el terreno es casi imposible distinguir a los contendientes. En Líbano no hay ningún tipo de uniformización. El atuendo común de los que estos días se matan en Beirut oeste está compuesto, en uno y otro bando, por una combinación de prendas paramilitares y vaqueras, con muchas cartucheras y cintas de colores en la frente. Se puede identificar a los de Amal porque son más partidarios de las barbas largas y descuidadas. Los milicianos reinan en las calles. Hormiguean bajo la lluvia, entre carcasas de vehículos calcinados y montones de vidrios rotos.

De cuando en cuando hay una pausa en los combates y algunos civiles se arriesgan a salir a la carrerilla. Los que fueron sorprendidos en lugares ajenos intentan regresar a sus casas, otros salen a comprobar los daños sufridos por sus comercios o vehículos y algunos osan hacer el recorrido del vecindario para cerciorarse de que familiares y amigos siguen vivos.

En pleno infierno, hay 600.000 seres que intentan vivir, comer, hacer sus necesidades y dormir en escaleras, pasillos o sótanos.

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Ni uno solo de los ocho diarios de Beirut oeste fue distribuido ayer. Los periodistas no pueden salir a la calle, salvo en treguas que apenas duran medía hora. La información llega desperdigada, a través de alguien que a la enésima intentona acierta a hablar por teléfono o por medio de las emisoras de radio, que sólo están seguras de lo que ocurre a cuatro pasos de sus estudios.

Se sabe que la alianza de drusos, comunistas y suníes lanza ofensiva tras ofensiva contra posiciones claves de Amal, como el edificio de la segunda cadena de Tele-Liban, la universidad árabe de Tarik Jedide, la entrada septentrional del campamento palestino de Chatila y, sobre todo, la torre Mur. Ese edificio, de más de 30 pisos, es el más alto del sector musulmán de la ciudad y el principal feudo de Amal, que en sus sótanos guarda numerosos prisioneros palestinos.

Durante tres años, Amal ha impuesto su mano de hierro a los cristianos, suníes, kurdos, armenios, palestinos y otras comunidades de Beirut oeste. Ha sido la época en la que la ciudad ha estado gobernada por la arbitrariedad, incluidos los secuestros de residentes europeos y norteamericanos.

Los combates han sido encarnizados en torno al hotel Commodore, antaño base de la Prensa internacional. En la misma calle de Baalbek también han recibido un buen puñado de metralla las oficinas de la cadena de televisión norteamericana CBS, el centro cultural español y el inmueble Jean Saad, que albergó a los corresponsales españoles antes de que tuvieran que evacuar el lado musulmán de la capital.

Los campamentos palestinos cercados por Amal no han vuelto a recibir un gramo de arroz; 26 rehenes occidentales y el emisario anglicano, Terry Waite, están en paradero desconocido, y una nueva guerra acumula ruinas sobre las ruinas de Beirut oeste.

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