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Rockeros soviéticos desafían en un concierto el grado de tolerancia oficial

La actuación se celebró en las antiguas caballerizas del Kremlin

Pilar Bonet

Un grupo de jóvenes rockeros soviéticos, de largas melenas y desgastados vaqueros, desafió el miércoles, en las antiguas caballerizas del Kremlin, en Moscú, el grado de tolerancia existente hoy en la cultura oficial soviética, tras ser obligados a dejar de bailar y reprimir su entusiasmo en un concurrido concierto. La actuación estaba organizada por representantes de la generación del deshielo de Nikita Jruschov, potenciados ahora por el poder y temerosos de un paso en falso. El concierto fue un acontecimiento en el panorama musical de la URSS, por su inédita combinación de participantes, organizador y lugar de celebración.

Entre los participantes estaban varios grupos musicales considerados underground y acosados por los representantes oficiales hasta hace menos de dos años. Se trata de Acuario, un grupo de Leningrado, al frente del cual está el solista Boris Grebenshitov (llamado el David Bowie soviético), y Metro, un sofisticado conjunto que califica su música de visual y utiliza la mímica en sus actuaciones.La velada duró más de cuatro horas y contó con polémicas intervenciones del público, además de la actuación de varios jóvenes poetas, un arquitecto empeñado en reconstruir un monumento destruido en la época estalinista, un futbolista y un artista satírico, entre otros.

El organizador fue el poeta Andrei Voznesensky, de 53 años, quien, junto con Evgeni Evtushenko, formó el dúo de enfants terribles del deshielo cultural iniciado por Jruschov en los cincuenta y paralizado después.

Ópera 'rock'

Andrei Voznesensky, que es autor del texto de la primera ópera rock soviética (Iunon y Avos), es hoy un autor de prestigio que forma parte de los órganos de dirección de la Unión de Escritores y, como abanderado de la renovación literaria en marcha actualmente en la URSS, se ocupa, entre otras cosas, del descubrimiento de nuevos talentos.El lugar del concierto, las antiguas caballerizas del Kremlin (el Manezhe), ha sido durante muchos años la sala de exposiciones oficial por excelencia y el sitio donde en 1962 tuvo lugar el enfrentamiento entre Nikita Jruschov y los pintores vanguardistas que aquél no entendía.

Casi 23 años después, un grupo de jóvenes pintores vio el miércoles prohibida la exposición de sus obras no conformistas en el mismo local, donde se clausuraba una exposición oficial en la línea del realismo socialista. La exposición informal, autorizada en un primer momento, dejó de serlo a última hora, cuando un telefonazo de la autoridad competente acabó con el proyecto por completo, según un joven que se presentó como uno de los artistas censurados.

Desde la sala, Andrei Voznesensky fue acusado de haber pasado de contestatario a ortodoxo en los últimos 20 años. Un joven reprochó al poeta estar sentado en el escenario mientras muchos de los autores que se pronunciaron públicamente junto a él en el pasado todavía no han dejado de ser reprimidos (una gran parte de la generación de Voznesensky se encuentra hoy en el. exilio).

"Nosotros esperamos que Bob (Boris Grebenshikov) no seguirá el mismo camino que usted", gritó alguien desde el sector del público que más vivamente reaccionaba ante el rock.

En defensa de Voznesensky, un crítico musical recordó que hace sólo dos años el grupo Acuario, a punto de editar su primer disco en el monopolio estatal de grabaciones, estaba acusado de antisovietismo, fascismo y homosexualidad.

"Hace dos años no hubieran oído a Grebenshikov ni leído a Nabokov", dijo Vozneserisky, refiriéndose al escritor exiliado Vladimir Nabokov, cuyas obras comienzan a publicarse en la URSS.

En contra del baile de los adolescentes con detalles punk del ala más activa de la sala, Alexander Gradski, un cantante melódico ya maduro, apeló a la inteligencia de los jóvenes para no dar pretexto a quienes "están a nuestro alrededor" y "no se alegran de nuestra alegría".

"Tengo miedo por vosotros", dijo el cantante, según el cual varios clubes juveniles habían sido clausurados en el pasado por el excesivo entusiasmo de sus miembros. Gradski acusó a los jóvenes de "parecer hippies" y al mismo tiempo "comportarse agresivamente".

El miedo a una regresión cultural, expresado anteriormente ya en la Prensa, estaba presente en el escenario. El caso del grupo rockero británico UB-40, que interrumpió un concierto ante 13.000 espectadores en Moscú en octubre, salió a relucir en la sala.

La policía había impedido allí bailar a los espectadores, y el grupo, disgustado con esta medida, interrumpió la actuación.

Sin bailar

Un servicio de seguridad vestido de paisano, pero eficaz y contundente, obligaba a sentarse o a callar a los espectadores que se dejaban llevar demasiado libremente por la música o el debate entablado.Más espectacular que el baile, que recordaba a los adolescentes occidentales de los sesenta, eran la dureza y el escepticismo de algunas de las cosas que se dijeron desde el escenario, donde el artista satírico Mijail Zhvanetski recomendó a las jóvenes generaciones comenzar y afianzar su actitud a partir de cero ante la falta de enseñanzas por parte de las generaciones anteriores, a las que, según dijo, "parecer seres humanos les cuesta ya enormes esfuerzos".

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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