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Entrevista:

Luis García Berlanga, primer cineasta premiado con el Príncipe de Asturias de las Artes

"Se llama clásico a quien ha conseguido sobrevivir en el oficio", dice el director en Lisboa

El jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Artes decidió ayer en Oviedo otorgar por un apretado margen el galardón de este año al director de cine Luis García Berlanga, creador de películas como El verdugo, Bienvenido.Mr. Marshall y La vaquilla, la segunda más taquillera del cine español. El premio sorprendió a Berlanga en Lisboa, donde asiste a la proyección de un ciclo sobre su obra en la Cinemateca y donde declaró: "Ahora se le dice clásico o maestro a un hombre que ha conseguido sobrevivir en el oficio determinado tiempo".

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El músico Frederic Mompou y el arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza resistieron hasta la última votación, en la que fueron superados por Berlanga, informa desde Oviedo.Según el acta del jurado, leída por el presidente, Federico Sopeña, el premio, por mayoría, le fue concedido a Berlanga por ser "uno de los grandes creadores cinematográficos de nuestro tiempo, que recoge en toda su obra, con ejemplar independencia, un análisis crítico y sonriente de la sociedad española".

Ésta es la primera vez que un cineasta obtiene el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.

El director, en el baño

La noticia de la concesión del Premio Príncipe de Asturias sorprendió a Luis Berlanga en Lisboa, donde se encuentra con ocasión de la retrospectiva de su obra, organizada por la Cinemateca de Lisboa. La sorpresa del realizador fue total. Sobre las once de la mañana de ayer, al ser localizado en su hotel, aún no se había repuesto de la emoción ni, sobre todo, preparado para el aluvión de llamadas que siguió a la divulgación de la noticia. Mientras que María Jesús, su mujer, atendía las llamadas, Berlanga se duchaba a toda prisa. Si hubiera tenido una cámara, esta corresponsal habría sacado la foto del día: el premio Príncipe de Asturias de 1986 saliendo del baño, rápidamente envuelto en una toalla blanca con atropelladas peticiones de disculpas.

"A los cineastas españoles de mi generación nos ocurre una cosa curiosa: en el tiempo del franquismo no podíamos expresarnos como queríamos, porque existía la censura, pero teníamos apoyos económicos. Ahora ha dejado de existir la censura, pero tampoco podemos hacer lo que nos gustaría por falta de una industria que nos proporcione los medios cada vez más importantes que se necesitan", dice.

Pregunta. ¿Cómo se siente?

Respuesta. Muy satisfecho y, desde luego, no voy a renunciar a él. No renunciaría al oscar, si me lo dieran, aunque algunos digan que no tiene ningún interés por ser un premio comercial. Me parece completamente absurda la actitud de algunos compañeros que fingen menospreciar el reconocimiento internacional de su cine. Y en el fondo, por mucho que hayan dicho a la Prensa que si les daban el oscar no lo irían a recibir, estoy convencido de que sí lo harían, y con mucho gusto. Hay que acabar con esta dicotomía del cine comercial y del otro. No hay nadie que haga una película sin esperar, sin estar íntimamente convencido, de que va a tener un éxito retumbante, que se mide por la taquilla.

P. ¿Tiene ya alguna idea de lo que va a hacer con el dinero?

R. A mí el dinero me lo administra mi mujer, que me da un sueldo fijo, inferior incluso al de mis hijos. Voy a tener que hacer una huelga, o algo así, para que me aumente el sueldo. Y dado que es un premio que he merecido por una labor mía, espero que me deje disponer de algo para estos ensanchamientos que uno tiene, relacionados con mis necesidades culturales, de comprar algunos objetos, libros, algo que tiene que ver con mi afición de bibliófilo.

Un premio por sorpresa

A Luis Berlanga le brillan, los ojos y no esconde mínimamente la alegría que siente por la consecución del Premio Príncipe de Asturias. "Es", confiesa, "el galardón que más ilusión me hacía" porque no se trata de un premio "institucional", y ha podido comprobar, como miembro del jurado que fue hace tres años, que "las discusiones son muy serias, nada manipuladas, y a veces feroces".

El año pasado había esperado "algo", porque su nombre había sido citado, y hasta le habían llamado antes, pero esta vez la sorpresa ha sido "total", porque su nombre no apareció, y en cambio se hablaba de pintores, músicos y arquitectos, pero de nadie relacionado con el cine. Se encuentra en Lisboa hace dos días, y no ha leído la Prensa española desde entonces.

P. ¿Le resulta difícil el contacto con el público?

R. Tuve de niño una gran fascinación por las películas que se hacían entonces, como El hombre invisible. Durante años estuve lucubrando con las maneras de hacerse uno invisible. Más tarde me he dado cuenta de que esta obsesión, que me duró muchísimos años, era la búsqueda de unas señas de identidad absolutamente átonas, para poder estar en el anonimato permanente, no en relación a una supuesta popularidad, que entonces, no soñaba con llegar a tener, sino en relación a una realidad cotidiana.

Cuando decidí hacerme director de cine, después de varios fracasos en la pintura, en la poesía, en la escritura -porque me gusta picotear en todo-, uno de los motivos que me hacía gustar de este oficio es que el director de cine era entonces,poco más que un hombre que se sabía estaba por detrás, con una gorra, y que manipulaba y dirigía todo aquello, y que sólo conocían los expertísirnos. Ahora los directores son también protagonistas y es una cosa que me resulta muy incómoda: que me puedan reconocer por la calle me produce una inquietud tremenda.

P. ¿Se considera un clásico del cine español?

R. Ahora se le dice clásico a un hombre que ha conseguido sobrevivir en el oficio determinado tiempo. Siempre que alguien me llama clásico creo que hay en ello una gran dosis de ironía, y personalmente siento una mezcla de irritación y cachondeo. ¿Cuáles son las leyes que determinan que en un momento, por obra de qué, un profesional pasa a ser un clásico o un genio?

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