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Un sistema de Estados ficticios

El anuncio hecho ayer en Bloemfontein por el presidente P. W. Botha de que el Gobierno de Pretoria está dispuesto a devolver la nacionalidad surafricana a los más de nueve millones de negros forzosamente adscritos, según su etnia tribal, a los cuatro estados nominalmente independientes creados por los padres del sistema de segregación racial imperante en Suráfrica, supone el RIP del principio básico del apartheid.

Como consecuencia de su acceso al poder en las elecciones sólo para blancos de 1948, el Partido Nacional, compuesto en su casi totalidad por los descendientes de los colonos boers (granjeros), puso en vigor inmediatamente después de hacerse con las riendas del Gobierno una filosofía destinada a mantener la supremacía blanca en Suráfrica.

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Así nació la teoría de los homelands o estados nacionales, en virtud de la cual la población negra es privada de la noche a la mañana de su nacionalidad surafricana y adscrita en sus documentos de identidad o dompass a sus respectivos estados nacionales según su tribu de origen.

Estos diez estados nacionales o regiones autónomas, son: KwaZulu, con 3.778.000 habitantes; Gazankulu, con 582.000; Lebowa, con 1.862.000; Qwaqwa, con 300.000; KwaNdquebele, con 205.000; KaNquane, con 185.000; Transkei, con 2.500.000; Ciskei, con 728.000; Bophuthastswana, con 1.433.000 y Venda, con 376.000. Estos últimos cuatro estados aceptaron el ofrecimiento que les hizo Pretoria hace años y fueron declarados "estados independientes" entre 1976 y 198 1. Sin embargo, el plan se vino abajo como consecuencia de dos factores, uno externo y otro interno: la negativa de la comunidad internacional a aceptar la soberanía de esos estados y el rechazo de la independencia por parte de la poderosa tribu zulú, cuyo jefe, Gatsha Buthelezi, declaró que la nacionalidad surafricana no era negociable.

Puertas adentro, desarrollan todas las actividades propias de un estado soberano. Cuentan con sus gobiernos, sus banderas, sus himnos nacionales, sus fuerzas de policía y sus embajadores, cuya acreditación, naturalmente, sólo está reconocida en Pretoria. Y uno de ellos, Transkei, cuenta además con su propio ejército.

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