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Sonido, mate en la Filarmónica de Valencia

Concierto en la Sociedad Filarmónica.J. Haydn, Trío en do mayor, Hob. XV/21; F. Schubert, Trío en si bemol mayor, opus 99; B, Smetana, Trío en sol menor, opus 15.Intérpretes: Trío Haydn de Viena.

Teatro Principal. Valencia, 11 de febrero.

JOAQUÍN ARNAU

Un sonido mate, cuando se acompaña de infinita transparencia, puede ser un sello de compenetración y de interioridad. Los solistas renuncian deliberadamente al brillo de sus partes individuales a favor de un diálogo homogéneo en donde vence la pura musicalidad. Así es el sonido, velado y rico de matices, del Trío Haydn de Viena, fundadado hace 20 años y hoy en plena madurez de estilo y que acaba de actuar en la Sociedad Filarmónica de Valencia.

Un violín aviolado -Michael Schnitzler-, un violonchelo profundo -Walther Schulz- y un piano -Heinz Medjimorec- ni avasallador como suele ni mera comparsa son los términos de esa veladura, propicia sobre todo para evidenciar que si ha habido en la historia un músico absolutamente inconfundible ése es Schubert.

Mérito, desde luego, de las tres partes, pero mérito sobresaliente del piano, observante en todo momento de esa regla de la concinntas que Cicerón reclamaba para la oratoria y L. B. Alberti para la arquitectura: ni más ni menos y cada cosa en su lugar.

La grabación integral de los tríos de Haydri en la última década ha sido, sin duda, escuela segura para este triángulo de intérpretes que lleva su nombre.

No se pierda de vista que los últimos tríos de la obra de Haydn corresponden a su etapa pos-Mozart: el Trío en do mayor, elegido para este programa, es contemporáneo - 1974- del Opus I de Ludwig van Beethoven, que reúne tres tríos dedicados precisamente a Haydn: ellos son, pues, el espejo de la primavera beethoveniana.

Densa y rotunda

Tras esa primera parte Haydn-Schubert, densa y rotunda, agotadora de bríos interiores y de música esencial, el sinfonismo trasplantado de la obra de Smetana había de sonar un poco hueco; serviría, no obstante, para demostrar, si cupo alguna duda, que la continencia interpretativa de estos intérpretes no es, de ningún modo, una necesidad.

La Viena de hace 200 años, donde Beethoven toma el relevo de Haydn de trío-a-trío, continúa su marca de calidad: lo muestra este programa a la sombra de un Beethoven ausente y, sin embargo, presentido -Haydn-, sentido -Schubert- y consentido -Smetana-

El Dvorak de regalo era la prolongación justa de la misma historia.

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