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El presidente Belisario Betancurt da un giro radical a la política colombiana

En menos de dos meses, el presidente de Colombia, Belisario Betancurt, ha intervenido ocho corporaciones financieras por presuntos manejos fraudulentos. Ha reanudado un diálogo efectivo con la guerrilla para pacificar el país y ha alterado sustancialmente los supuestos de la política exterior colombiana: fin del sucursalismo estadounidense, apertura al Movimiento de Países No Alineados y oferta de conversaciones a Cuba. Su eslogan preectoral (Sí se puede) empieza a hacerse realidad.

En su programa de gobierno hay tantas promesas que muchos lo juzgan irrealizable. El suele justificarse diciendo que se trata de un programa para ocho años que piensa cumplir en cuatro, porque va a trabajar el doble. Sus primeras semanas en el palacio de Nariño parecen confirmarlo.

Fue su oponente Alfonso López Michelsen quien hizo de la paz su bandera electoral. Belisario Betancurt prefirió poner el acento en otras promesas: educación para todos, casas baratas, programas contra el desempleo, etcétera. Pan, techo y cultura son sus tres armas para terminar a medio plazo con la insurgencia crónica de Colombia.

Negociación con la guerrilla

En siete semanas, Betancurt ha convocado nuevamente a la comisión de paz, cuyas propuestas no fue capaz de apoyar el liberal Turbay, y los máximos dirigentes guerrilleros gozan ya de salvoconductos para negociar sin intermediarios.Este hecho ya originó una tormenta política en el anterior Gobierno, y finalmente se le negó autorización a Carlos Lleras, presidente de la comisión de paz, para entrevistarse, incluso fuera de Colombia, con Carlos Bateman, máximo dirigente del M-19.

Las propuestas de la comisión de paz son conocidas. Consisten en la aplicación de una amnistía que excluye delitos atroces (homicidio fuera de combate, extorsión y secuestro) y cumplimiento de condenas bajo libertad condicional en tales supuestos. Bajo estas condiciones, el M-19 y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se mostraban en mayo dispuestas a entregar sus armas.

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La formación de una nueva comisión de paz, presidida también por Carlos Lleras y con participación de líderes de la izquierda, significa que Betancurt está dispuesto a llegar al menos a un arreglo similar al que se logró en mayo y que fue rechazado en última instancia por el Gobierno de Turbay.

Puede haber, con todo, algunas dificultades para la paz. Una de éstas la ha planteado el M-19 al hacer público que aun si llega a un acuerdo con el Gobierno no está dispuesto a entregar sus armas al ejército. Quedarían depositadas en algún lugar secreto como garantía de que el convenio será respetado. Esta condición resulta inaceptable para un presidente que ha dejado bien claro que la Constitución reserva el uso de la fuerza al ejército.

Tampoco debe desdeñarse la oposición interna que en el Partido Conservador genera cualquier negociación con la guerrilla. A este respecto, cabe recordar que Turbay se apoyó en una resolución del directorio conservador y otra de los altos mandos militares para rechazar las propuestas de la comisión de paz.

Un político con coraje

Pero Betancurt ha demostrado en sus primeras actuaciones mucho más coraje que su predecesor. Con la reapertura del diálogo ha reafirmado, por una parte, la supremacía del poder civil y, por otra, su propio poder como presidente que no quiere dejarse mediatizar por los líderes del Partido Conservador, al que pertenece.En el orden económico, aún es pronto para adivinar cuál va a ser la tarea de gobierno del nuevo presidente. Pero el poder de las corporaciones financieras, que han manejado a su antojo la economía nacional durante los dos últimos mandatos liberales, no parece asustarle en exceso. Por el momento, ha decidido la intervención estatal sin llegar a la nacionalización.

Es en política exterior donde el presidente conservador ha dado un giro más radical. Su canciller dicho sin tapujos que Colombia no quiere ser más un mero eco de las decisiones del Departamento de Estado. Quiere mantener buenas relaciones con Estados Unidos, pero sin la subordinación de anteriores Gobiernos.

En consecuencia, Colombia trata de inscribirse en la corriente nacionalista revitalizada en Latinoamérica tras el conflicto de las Malvinas. De ahí que haya tendido también la mano a Cuba para reanudar relaciones, siempre que este país se comprometa a no intervenir en sus asuntos internos. En su campaña, Betancurt nunca prometió tanto y trató de eludir siempre cualquier pregunta relativa a Cuba.

En un círculo más amplio de las relaciones internacionales, Colombia ha iniciado contactos con el Movimiento de Países No Alineados para su integración. Betancurt es, sin duda, un presidente cargado de sorpresas. Su carné conservador parece obligarle tan poco que en dos meses se ha ganado el respeto de toda la izquierda colombiana.

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