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Crítica:CINE / 'LA CASA DEL PARAISO'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Retorno alpasado

La casa del paraíso.Guión y Dirección: Santiago San Miguel.

Fotografías: Hans Burmann. Música: Frank Andrada.

Intérpretes: Victoria Abril, Perla Bonasek, Emiliano Redondo, Tina Sainz, Hilda Vera. Drama. Hispanovenezolana, 1980.

Local de estreno: Bulevar.

Santiago San Miguel se desplazó a Venezuela tras diplomarse en 1965 en la Escuela Oficial de Cinematografía. Doce años después dirigió su primer largometraje, Adiós, Alicia; en 1980, su segundo, La casa del paraíso, que ahora se estrena en España. Parece que no ha pasado el tiempo.

San Miguel nos recuerda una cierta estética común a las experiencias de la Escuela de Madrid de los años sesenta, cuando los jóvenes diplomados trataban de combinar, desde planteamientos no siempre maduros, sus necesarias experiencias formales con la denuncia de la situación social que se vivía en España. En la mayoría de los casos, esa denuncia tenía que pasar por el filtro de las vivencias personales y, por supuesto, por el de la censura.

Eran, pues, historias simbólicas que versaban fundamentalmente sobre la represión del sexo. Quienes lograron desarrollar en seguida un trabajo profesional continuado, depuraron esas inquietudes, realizando, como Pedro Olea o Guerín Hill, un cine sereno que no renunciaba a lo aprendido en el ambiente de la Escuela.

Parábola extraña

La casa del paraíso retorna de aquellas experiencias el habitual clima obsesivo de una casa cerrada. Media docena de personajes enfrentan sus miedos y violencias bajo la égida de un misterioso dueño que controla, sin aparecer, sus vidas. La parábola, obvia en el pasado, se hace ahora extraña, ingenua. La necesaria traducción del espectador carece en estos momentos de la lógica que originó el guión. Los seis personajes quedan reducidos a tipos sin que ninguno de ellos logre atravesar la frontera y un mínimo calor humano. Sólo Saura y Buñuel, en cita de memoria, lograron utilizar esos tipos en una estructura dramática adulta.

Esterilizado, el reparto de La casa del paraíso, se desenvuelve con la monotonía de un producto de laboratorio en el que todas las combinaciones posibles han quedado determinadas antes de comenzar la narración. El revolucionario integrado, la prostituta envejecida, la hierática criada oscuramente enamorada del dueño, el homosexual que vive el recuerdo, la joven extranjera que todo lo perturba, son personajes clichés a los que los actores no logran aportar la necesaria emoción. El guión no se lo permite. La planificación tampoco ayuda. Llega tarde esta película. Su pretenciosidad podía haber sido aceptada en los años en que la censura justificaba cualquier subterfugio; su torpeza narrativa podía haber sido engullida por el paternalismo imprescindible de aquella época difícil. Hoy, La casa del paraíso sólo logra recordar momentos de nuestro cine felizmente ya superados, al menos por la generación a la que pertenece San Miguel.

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