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Los caballos de la plaza de San Marcos de Venecia pasean por el mundo su misteriosa historia

El aire del mar, la contaminación y los diferentes cambios de ambiente que padecieron han producido estragos en los famosísimos caballos de la fachada de la basílica de San Marcos, de Venecia, hasta tal punto que se ha creado una comisión de expertos capaces de proceder a la urgente restauración de esta obra maestra del arte universal. Este fue el punto de partida de una exposición itinerante que los expone, quizá por última vez, a la mirada del público internacional, acompañada de una amplia documentación sobre su fabulosa historia y la gran influencia que tuvieron en el desarrollo del arte europeo.

La inauguración en París de la ex posición Los caballos de San Marcos (que ha recorrido ya Londres Nueva York y México) tiene Para los franceses un significado especial, aunque quizá muchos hayan oIvidado que es la segunda vez que esta obra maestra del arte universal visita Francia; la primera fue Napoleón quien los trajo, cuando, todavía poderoso, repitió, en 1797, el acto de rapiña de Enrico Dándolo, que se los apropió como botín de guerra, tras la toma de Constantinopla por los cruzados, trasladándolos a Venecia.Durante dieciocho años permanecieron en tierra francesa (a partir de 1807, sobre el Arco de Triunfo de las Tullerías, erigido en honor del emperador), hasta que Francisco I de Austria consiguió en 1815, tras el Gongreso de Viena que fueran devueltos al pueblo veneciano junto con el León de San Marcos.

Sin duda alguna, esta es la razón por la cual la magnífica exposición del Grand Palais, de París, co mienza precisamente evocando es te acontecimiento, mediante una visita del hipódromo de Constantinopla, de Hipólito Coffi, primitivo emplazamiento, según parece, de los caballos.

La muestra está articulada alrededor de uno de los maravillosos y expresivos caballos de bronce dorado, ya restaurados, que decoran la fachada de la basílica de San Marcos. Enriquece el fondo común de las tres exposiciones precedentes con la aportación de las colecciones francesas y dan como resultado una amplia panorámica, no únicamente de la evolución del arte ecuestre en general, sino, y sobre todo, de la gran influencia que esta cuadriga tuvo sobre numerosos artistas de todas las épocas, desde la antigüedad hasta nuestros días, sobre todo a partir del Renacimiento, y su huella en la cultura europea, ilustrada con obras maestras que hacen referencia al tema. Medallones, monedas, vasos griegos, relieves romanos, bronces galo-romanos, dibujos de Jacopo Bellini, Leonardo da Vinci, Pisanello, Carpaccio, Vassari, grabados de A. Mario de Zanetti, La batalla de san Roniano, de P. Uccello; El triunfo de Tito, y Vespasiano, de Jules Romain; El triunfo de Napoleón Bonaparte, atribuido a Prud'hum; los caballos de Cartoceto, el relieve ecuestre de Roberto Malatesta, señor de Rimini, y la estatua, ecuestre también, del emperador Nerva son algunos de los centros de interés de esta manifestación.

A pesar de la fascinación que este monumento del arte universal ha suscitado siempre entre los expertos del mundo entero, hoy siguen sin aclararse muchos de los misterios que lo rodean, que son relativos a su origen geográfico, la fecha de realización, nombre del posible autor (ha sido atribuido a Praxíteles, Fidias, Mirón y Lisipo) o el lugar exacto en que fueron encontrados en Constantinopla, aunque parece confirmado que fue en el hipódromo.

Un origen desconocido

Por lo que respecta a la época en que pudieron haber sido realizados, las más recientes investigaciones siguen proponiendo aún un amplio período que oscila entre el siglo IV a. de C. y el IV de nuestra era.En cuanto al problema de su origen, tampoco se ha avanzado mucho. Todavía hoy los especialistas. no se ponen de acuerdo sobre si son una obra griega o romana. En el siglo X se creía que procedían de la isla de Chios, desde donde fueron enviados a Constantinopla en tiempos de Teodosio II. Más tarde, en el siglo XVI, Ciriaco de Ancona los atribuyó a Fidias, y Antonio Stela, a Lisipo, afirmando que fueron regalados a Nerón por un rey armenio y trasladados desde el arco de triunfo romano erigido eu su honor, a Bizancio, en la época de Constantino,

Durante el siglo XVIII se siguen barajando, con algunas variantes, las hipótes s anteriores, aunque comienzan a realizarse estudios más críticos. En el XIX, Vinckelmann, padre de la arqueología moderna, defiende la tesis de que fueron hechos en época de Nerón, sin zanjar sobre su origen griego o romano. Ya en nuestro siglo, Lehmann Hartleben les encuentra grandes analogías con los caballos de la época de Augusto procedentes de Herculano tesis refutada por otros eruditos.

En los años sesenta, Crome (siguiendo a Plinio) los identifica con los que tiraban del carro del sol sobre el Milion, de Constantinopla, obra de Lisipo, y Magi y Beceatti, que han estudiado detalladamente al-unas particularidades de estos caballos, como la pupila, la crin, orejas, etcétera, estableciendo comparaciones con otros, como, por ejemplo, el de Marco Aurelio, confirman la tesis de su origen romano, fijando la fecha de su reafización en la era c,oristantiniana. Sin embargo, Vittoria defiende látesis de la greicidad de los mismos, atribuyéndolos a Polícleto antes que a Mirón o Lisipo.

Pero los siglos han dejado su huella sobre el bronce dorado de la cuadriga, y como consecuencia de los numerosos traslados y diferentes ambientes en los que se encontraron (Consta riti nopla, Venecia, París, Roma durante la primera guerra mundial para protegerlos, de la contienda, y la abadía benedictina de Praglia durante la segunda), además de la influencia del aire marino y la excesiva contaminación de Venecia por la industria, su estado era causa de inquietud para los expertos, que consiguieron finalmente que el Ministerio de la Cultura italiano les autorizara para proceder a su restauración,

En opinión de los técnicos, si se quiere conservar en buen estado esta obra maestra se impone la solución de realizar una copia lo más fiel posible, que se colocará en la fachada de la basílica de San Marcos, en lugar de los originales, guardando éstos, ya restaurados, en un museo.

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