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DECIMA CORRIDA DE FERIA DE SAN ISIDRO

Los toros de Baltasar Iban, inaceptables

Están allí, bajo un sol de tábano y cigarra, expuestos a la vergüenza pública. Parecen los zapatos del ganadero puestos a secar a los vientos de mayo. Son seis toritos de Baltasar Ibán que pueden destapar la caja de los truenos si se sueltan, el día 28, ante la exigente afición de Madrid. Por añadidura, la corrida puede ser televisada, y en ese caso el bochorno puede tener dimensiones inconmensurables.

Se trata de una corrida chica, muy pobre de pitones, de los que sólo destacan los del número 63, que exhibe una cabeza que recuerda un poco lo que es un toro con defensas. Sorteando las pezuñas de los seis, picoteaba por allí una urraca que parecía el sobrero de la corrida.No muy lejos de ellos, contrasta por su trapío y seriedad la corrida de Murteira. Hay ocho toros con respeto en la cara, con extremidades musculadas, con impresión de seriedad. Uno de ellos tiene un pitón escobillado, por lo que es de suponer que no será admitido. Llama la atención la estampa del marcado con el número 112, un ejemplar alto y enmorrillado, que caminaba pausadamente.

El ganadero Luis Albarrán ha enviado un conjunto muy parejo. Hay también ocho toros, todos negros, muy en el tipo de los de Urquijo, que es el hierro del que les viene la estirpe. Todos con pitones, un tanto cornivueltos, con lo que se quita algo de aparatosidad a sus defensas. Andaban un tanto revueltos Y se descaraban con los mirones de las tapias, encampanándose ante un grito, un jersey agitado, un golpe sobre el encalado parapeto. Todo ello provocaba el gozo de los mirones de las tapias, que interpretaban los bufidos y el meneo de orejas como un signo de bravura.

Premio al mejor toro

A estas esperanzas de los asistentes contribuía, sin duda, el antecedente, que casi todos parecían conocer, de que fue precisamente un astado de esta vacada el que obtuvo el premio al mejor toro en la isidrada de 1980.

Los toros de Juan Pedro Domecq tampoco están mal armados. Su trapío no podía apreciarse con facilidad porque estaban todos sentados o acostados, en lenta y pacífica duermevela. No era posible observar su alzada, su caja, sus extremidades. Sólo un castaño muy astifino alzaba la cabeza para fijarse con curiosidad en sus observadores y, a pesar de que éstos acudieron a todo el despliegue de voces, aspavientos y hasta mugidos, el toro no abandonaba su postura de rumiante sorprendido en plena siesta. Lo malo es que la carita que levantaba nos parecía un tanto anovillada.

La corrida de José Murube ha. decepcionado. Estos toros, también con sangre de Urquijo, atraen el interés de los aficionados siempre que aparece su nombre en algún cartel. Por eso se esperaba una Presentación más esmerada, ya que, si algo destaca de su presencia, se debe, posiblemente, a que están pared por medio de los insignificantes bichitos de los herederos de Baltasar Ibán. Junto a los de Ibán, cualquier animal normal que se coloque a su vera o pase por allí , por muy enano que sea, puede parecer un elefante.

También estaban echados los novillos de El Campillo, que se lidiarán el día 27. Cuando los toros no están de pie o andando es imposible darse cuenta de sus hechuras. Sólo queda la posibilidad de fijarse en sus cabezas, y las de estos noviIlos resultaban desiguales, sin que pueda decirse que llamaba la atención ningún novillo por el tamaño o características de sus astas.

El público daba vueltas de corral a corral en busca de los toros de Victorino. Todavía no habían llegado y se les aguarda con enorme expectación.

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