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Crítica:TEATRO / "TRES MONOLOGOS"
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Prestigio

Tres monólogos que figuran entre los mejores de la literatura universal interpretados por tres primeras actrices: una excelente idea del TEC. Irene Gutiérrez Caba, en La más fuerte, de Strindberg; Julieta Serrano, en Antes del desayuno, de O'Neill, y Amparo Rivelles, en La voz humana, de Cocteau. Versiones de Enrique Llovet: un castellano claro y limpio, eficaz y especialmente conseguido en la obra de Cocteau. Los directores del TEC: William Layton y Juan Carlos Plaza.La situación que plantea Strindberg es la más forzada: una mujer que habla a otra -amante de su marido- que nunca contesta. Augusto Strindberg metió algo de su autobiografía en ese monólogo Irene Gutiérrez Caba tiene una voz extraordinaria, una dicción perfecta, y las sabe utilizar para la infinidad de matices de este monólogo. El movimiento resulta algo brusco, demasiado agitado; sobre todo, hacia el final. Ganaría más con algo de contención.

La más fuerte, de Strindberg

Intérprete: Irene G. Caba.Antes del desayuno, de O'Neill. Intérprete: Julieta Serrano. La voz humana de Cocteau. Intérprete: Amparo Rivelles. Versión de Enrique Llovet. Ambientación y vestuario de Pedro Moreno y Begoña Valle. Dirección de William Laylon y José Carlos Plaza. Estreno, teatro Lara, 9-4-1981.

Con Antes del desayuno hay algún inconveniente. La obra, original de O'Neill, y así se ha entendido e interpretado siempre, es el monólogo de una arpía resentida que se dirige a su marido hasta que la hiel de sus palabras le lleva al suicidio (fuera de escena). Quizá por respeto al feminismo o por conservar una supuesta unidad en las tres piezas -mujeres como víctimas-, hay una deformación para atribuir una razón, una justificación a la dureza de la protagonista. Se ha hecho a costa de la entonación y del gesto de la actriz, y no corresponde con sus palabras. Esto dificulta mucho el trabajo de Julieta Serrano, que, sin embargo, dentro de este artificio, tiene momentos brillantes.

La voz humana es la despedida final, telefónica, de una amante abandonada; trata de fingir, le puede la angustia. Cocteau la escIribié para Edith Piaff. En un momento en que el teléfono aparecía y ofrecía aún unos elementos de misterio para los poetas. Amparo Rivelles da muy bien todos esos matices, la emoción contenida y, a veces, desbordada, la desesperación.

El TEC parece haber tenido alguna desconfianza por este espectáculo; le ha debido parecer -es una hipótesis- demasiado fuerte para el huidizo público contemporáneo y ha querido moverlo. Ha organizado una especie de juego de expresión corporal en los tres ayudantes de escena, que quitan y ponen el decorado y atrezzo; ha introducido algunas voces en off y alguna canción: textos para acentuar la cuestión de la «condición femenina» con que tratan de unificar el espectáculo y para crear un nexo de unión. Son añadidos largos y lentos que perjudican en lugar de ayudar. Probablemente, los tres monólogos limpios, bien dichos y justamente vertidos hubieran resultado mejor.

El público del TEC es siempre especialmente ruidoso y entusiasta en los estrenos, y con esa tensión se manifestó en este caso. No se quedó solo: los demás invitados -el siempre circunspecto y frío público de los estrenos- se sumaron a las aclamaciones para las tres grandes actrices y para el conjunto del espectáculo.

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