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Reportaje:

Madrid y Rabat parecen condenados a no entenderse, pese a la vecindad geográfica

Se ha convertido en un tópico repetir, con el rey Hassan II, que España y Marruecos «estamos condenados a entendernos». La pretensión de la frase -original, por cierto, de un ministro de Asuntos Exteriores- se apoya en la irreparable vecindad geográfica. Una breve referencia al momento actual de las relaciones hispano-marroquíes debe bastar, empero, para convencerse de que a lo único que ambos países parecen irremisiblemente condenados es a ser vecinos.Las recientes y fracasadas negociaciones entre pesca y cooperación económica que tuvieron como resultado, ante la inflexibilidad marroquí, que más de 200.000 personas perdieran de la noche a la mañana sus ingresos, ilustra la escasa voluntad de entenderse de los Gobiernos y de los intereses detrás de éstos.

Las recientes y fracasadas negociaciones entre pesca y cooperación económica que tuvieron como resultado, ante la inflexibilidad marroquí, que más de 200.000. personas perdieran de la noche a la mañana sus ingresos, ilustra la escasa voluntad de entenderse de los Gobiernos y de los intereses detrás de éstos.

A raíz de esas conversaciones, el Ministerio de Comercio marroquí impulsa una importante campaña de Prensa antiespañola que aún perdura y que va desde acusar a España de «chantaje y provocación», al despedir los armadores a los 270 marroquíes que trabajaban en sus pesqueros, hasta pretender que ha sido profanada la «mezquita Abu Othman, de Córdoba», acusación grave en un país islámico fanatizado, capaz por sí sola de levantar hasta proporciones serias a la opinión pública marroquí contra España y los residentes españoles en este país.

Marruecos, que culpa a España por no cumplir supuestos contratos, finge ignorar que, en lo tocante a la pesca, el tratado de cooperación firmado en 1977, y que recogía lo esencial de las reivindicaciones marroquíes, fue aprobado en febrero de 1978 por el Parlamento español, pero nunca sometido ni tan siquiera a la aprobación de la Asamblea marroquí.

Desigualdad de trato en la Prensa

La visita a Marruecos, hace unas semanas, del primer ministro francés, Raymond Barre, es ilustrativa de la existencia en Rabat de un sistema doble de pesas y medidas. El diario Al Alam, órgano de un partido tan nacionalista como el Istiqlal, se alegraba entonces de que «la lengua y la cultura francesa conserven su lugar privilegiado en la enseñanza y la cultura», y de que «la manera de ser y los métodos franceses continúen orientándolas».Barre se marchó de Marruecos después de haber obtenido resultados espectaculares y no haber hecho ni una sola concesión sustanciosa de Marruecos, excepto en la prometida ayuda contra el ingreso de España en la CEE. Pocos días antes de la llegada de Barre, una misión parlamentaria francesa visitó Tinduf con el Polisario y otra viajó a El Aaiún con las FAR marroquíes. El primer ministro francés rehusó comentar esta ambigüedad de la política francesa con los periodistas marroquíes y dijo que la política exterior de Francia sólo competía juzgarla a los franceses.

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Cuando de España se trata, sin embargo, la negociación con el Polisario para la liberación de los pescadores españoles secuestrados, la Prensa marroquí la transforma en «provocación innecesaria» y «gesto inamistoso y hostil», y se afirma que «Madrid cede al chantaje de los mercenarios de Argel».

Con respecto a los 400.000 trabajadores marroquíes en Francia, Barre explicó que su Gobierno se limitará a «poner en la frontera» a todos aquellos que se encuentren en situación ilegal, e incentivar a los restantes para que se marchen.

Curioso resulta que ningún periódico marroquí, ni siquiera el socialista o el comunista, rompiese una lanza por sus compatriotas trabajadores. España y los empresarios españoles que no están sometidos a ningún convenio de mano de obra con Marruecos, son tratados, por el contrario, de «explotadores, racistas y colonialistas».

Empresa francesa para un segundo canal de TV

En el terreno cultural, mientras el diario Al Alam criticaba a su Gobierno porque «la zona norte está bajo la férula de la Televisión Española, y el Sahara bajo la de Canarias», el Gobierno marroquí firmaba un contrato con una empresa francesa que montará un segundo canal de televisión en Marruecos.Nada de esto extraña, sin embargo, porque el propio Rey Hassan II, en su libro El desafio, cuando habla de la marcha independentista del país, afirma que «en el Norte hemos logrado desembarazarnos del idioma español y sustituirlo por el francés».

El ejemplo más falaz es, con mucho, la pretendida profanación de la mezquita Abu Othman, de Córdoba, que, por cierto, ningún diario marroquí se ocupó de averiguar en qué consistió. Esta Prensa finge ignorar que el general Ahmed Dlimi, jefe de las fuerzas especiales en el Sahara y director de los ayudantes de campo del rey Hassan II, no encontró mejor lugar para instalar su cuartel general de comunicaciones en Dajla (ex Villa Cisneros) que la vieja iglesia católica de la ciudad, que dirige desde hace veinte años, el padre Camilo, o que son numerosas las iglesias católicas que han sido transformadas en oficinas o tiendas, como la del barrio de Rabat, L'Océan, que es hoy un espléndido gimnasio.

Pero las relaciones son malas o nulas también entre partidos. Ya se sabe que UCD y RNI marroquí ni se conocen, porque el desinterés en este caso es recíproco. El PC marroquí acusa a Carrillo de revisionista, y al PCE en general de «traidor por haber renegado de su pasada postura favorable a la reivindicación marroquí de Ceuta y Melilla».

Los socialistas de Felipe González y Abderrahim Buabid se hallan separados por un importante abismo que se llama Polisario. Los marroquíes acusan a los españoles de eurocentristas, y los españoles a sus vecinos de derechistas.

La incapacidad de las embajadas

Las embajadas tampoco han sido mejor vehículo para entenderse. Marruecos tuvo la habilidad de enviar a España hombres que ni la entienden ni les interesa entenderla. O cuando envía a alguien que sí se preocupa, su preocupación le lleva a intervenir incluso en asuntos puramente españoles, como enviar circulares a los parlamentarios en un debate o entrevistarse con el anterior secretario de Estado para la Información, Josep Meliá, para protestar por supuestas campañas de Prensa antimarroquíes.La acción exterior española en este país se ha caracterizado en los tiempos recientes por su incapacidad para trascender y adaptarse a los nuevos tiempos de España.

Reivindicación territorial

Sobre todos estos problemas está el hecho cierto, señalado por Fernando Morán en su libro sobre la política exterior española, de que en el caso de nuestras relaciones con Marruecos, éstas estuvieron siempre supeditadas a una sempiterna reivindicación territorial.Ceuta y Melilla es la evidencia presente más clara, pero en el trasfondo de todo se encuentra el Sahara y la interpretación española de los acuerdos tripartitos de Madrid, que Rabat quisiera se hiciera en el sentido de sus aspiraciones al Sahara, y el hecho de que, quiérase o no la actitud de España es la que avala desde un punto de vista jurídico el pasado o el futuro político de aquel territorio.

Es necesario reconocer, sin embargo, con los marroquíes, que España no ha sabido valorar nunca las constantes aperturas que le ha hecho el Gobierno marroquí por una cooperación económica muy superior.

Aunque existe una Administración afrancesada -que bloquea en Rabat todo intento de acercamiento aunque es verdad que no queda ningún proyecto interesante que llevar a cabo conjuntamente porque todos han sido copados por franceses, la verdad es que una política con perspectiva en el país hubiera debido incitar a aprovechar cualquier resquicio de cooperación.

El caso de los armadores de pesca, que prefieren paralizar sus barcos antes que aceptar las condiciones marroquíes, que de todas maneras les permitirían ganancias razonables, refleja bien una actitud española hacia este país que, sin duda, está manipulada y tergiversada por reflejos colonialistas.

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