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La estación de ferrocarril, viva paradoja de la sociedad industrial

Exposición conjunta hispano-francesa en el palacio Velázquez de Madrid

La estación de ferrocarril es uno de los pocos edificios públicos que desde hace siglo y medio reflejan las fluctuaciones y la metamorfosis de las sociedades occidentales, un auténtico microcosmos de la sociedad industrial, un lugar que revela los mitos y las realidades de la epopeya de los tiempos modernos

Este es el sentido con el que se inauguró ayer en el palacio de Velázquez, del Retiro de Madrid, la exposición El mundo de las estaciones, muestra organizada conjuntamente por el Centro Georges Pompidou, de París, y por los Ministerios de Cultura y de Transportes y Comunicaciones.«La exposición, que», como dijo en el acto de inauguración el director general de Bellas Artes, Javier Tusell, «recuerda la necesidad de conservar las estaciones », consta de 1.300 documentos fotográficos elegidos entre los 15.000 que componían la muestra original del Centro Georges Pompidou en 1978. Además se presentan numerosas maquetas, carteles, señales de tráfico, planos de estaciones, ferrocarriles en miniatura y creaciones artísticas inspiradas en el tema de las estaciones de ferrocarril.

Arquitectura y urbanismo, tecnología y decorado, arte y cultura popular, política y estrategia, orden y disciplina, poesía e imaginación son algunas de las notas que caracterizan a las estaciones tanto europeas -la mayor parte de las que se exponen- como españolas reflejadas en la parte de la exposición dedicada a La arquitectura de las estaciones en España. A lo largo de estos 150 años de historia, la estación nunca ha sido un lugar innocuo. Siempre ha expresado las numerosas paradojas de la sociedad industrial.

Las primeras estaciones del siglo XIX están constituidas por dos edificios fundamentales: el de viajeros (que se concibe en la mayoría de los casos como un estilo del pasado) y la gran marquesina metálica, que cubre los andenes, concebida por los ingenieros de entonces como un nuevo sistema de construcción que mira con fe a los progresos tecnológicos del futuro. Se unifican así dos lenguajes y dos éticas de la edificación.

«Durante el siglo», seguimos la exposición histórica que hace Jean Dethier, comisario general de la exposición del Centro Georges Pompidou, «la estación es el lugar simbólico de la nueva era, el Culto a la hazaña tecnológica. El espectáculo de la llegada de la máquina de vapor al vestíbulo de la estación sigue siendo aún, mucho más tarde de la desaparición de las locomotoras, un ejemplo majestuoso de la civilización industrial.

Templos griegos, catedrales góticas

Pero debido al miedo de que los lances tecnológicos terminen por provocar el pánico en el público, los ingenieros y arquitectos se cuidan de dar al aspecto externo de las estaciones una apariencia de templos griegos, de formas romanas, de basílicas románicas, catedrales góticas, castillos del Renacimiento y abadías barrocas.A partir de los años veinte se extiende un estilo internacional de construcción de estaciones que se distingue por su neutralidad, por la racionalidad constructiva y por el culto al maquinismo y al funcionalismo. Aparecen también las características de la sociedad de entonces: uniformidad e indiferencia al lugar y al público. En parte se nota en los arquitectos y planificadores de este tiempo un mayor desprecio por las dimensiones culturales y afectivas de la relación humana.

El significado social de las estaciones deriva, entre otras razones, de la convergencia de las masas campesinas hacia el medio urbano. Junto a este hecho de la emigración se da paralela la división de clases tanto en las salas de espera como en los compartimientos de los trenes China Popular sería el primer país que terminaría con esta estructuración de clases.

En cuanto a la significación artística, tanto para los impresionistas como los futuristas, expresionistas y surrealistas, la estación ha sido el hilo conductor de una serie de manifestaciones artísticas que cambiaron la visión del mundo. Los medios de comunicación y el cine contribuyeron a extender esta dimensión artística de las estaciones.

Connotaciones literarias, políticas, económicas, de ocio y hasta de psicoanálisis pueden derivarse 'también de la historia de estos edificios y de la vida social que han albergado.

En los tiempos actuales, con la crisis energética y la toma de conciencia ecológica, el debate sobre el ferrocarril aparece de nuevo con fuerza, y las estaciones modernas se pueblan de connotaciones de la sociedad posindustrial del ocio. La estación, a pesar de todo, sigue siendo un verdadero sismógrafo de las vibraciones y convulsiones de la sociedad actual, incluso de uno de los azotes de la sociedad internacional de los años ochenta, que es el terrorismo.

De todas estas características participan también las estaciones españolas, de las que se muestran algunos ejemplos de lo que el catedrático de Historia del Arte Pedro Navascués ha llamado «período heroico» (1833-1936). «La exposición llama también la atención», ha añadido Pedro Navascués, «del peligro derivado del proceso de renovación de las estaciones que muchas veces pone en peligro total o parcialmente las mismas.

En la parte española se exponen también materiales inéditos hasta ahora, rescatados de los archivos de la Renfe, y se espera que sirvan de alguna manera para iniciar las aportaciones al proyecto de Museo del Ferrocarril y de la Ciencia y la Tecnología, que se instalará en la estación de Delicias, de Madrid.

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