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El Senado norteamericano comienza su investigación sobre Billy Carter

El subcomité judicial del Senado norteamericano, que investiga las irregularidades de Billy Carter como «agente del Gobierno libio», inició ayer sus trabajos en Washington. Su presidente, Birch Bayh (senador demócrata del Estado de Indiana), señaló que «se trata sólo de trabajos preliminares». El subcomité trabaja paralelamente con el comité de relaciones exteriores del Senado, y no se espera una conclusión antes del 4 de octubre.

La eventual presencia del propio presidente Jimmy Carter para declarar ante el subcomité, en relación con las actividades de su hermano, no se producirá hasta pasada la convención demócrata, cuyos trabajos se desarrollarán del 11 al 14 de agosto, en Nueva York. Convención que debe nombrar al candidato del partido para la elección presidencial del próximo 4 de noviembre. En principio, el actual presidente, Jimmy Carter, debería conseguir fácilmente el nombramiento, gracias al confortable número de delegados conseguidos a lo largo de las elecciones primarias. Sin embargo, el affaire Billy Carter perjudica inevitablemente la imagen de su hermano el presidente, dando argumentos a los miembros del Partido Demócrata partidarios de una «convención abierta», que, sin condicionantes de voto, pueda determinar libremente si el partido prefiere optar por la renominación del actual presidente o proponer un candidato «nuevo», en cuyo caso sería probablemente el senador demócrata del Estado de Massachusetts, Edward Kennedy.El presidente confía en que el pueblo norteamericano no le «negará» la renominación en la convención demócrata, explotando las controversias por las que atraviesa su hermano Billy, dicen en la Casa Blanca, en un intento de restar importancia al fenómeno de «bola de nieve» entre los congresistas y senadores demócratas, cada vez más numerosos, en pro de una «convención abierta».

El grupo rebelde, que aglutina al grupo de cincuenta senadores y congresistas, que proponen «deshacerse de Carter» (dump Carter), sugiere la creación de un fondo de 200.000 dólares (unos catorce millones de pesetas) para promover una «ruptura» del esquema de la convención demócrata, e incluso ir más allá de la alternativa Carter o Kennedy. Promueven las candidaturas de Walter Mondale, vicepresidente actual; Edmund Muskie, secretario de Estado; Henry Jackson, senador del Estado de Washington, y Morris Udall, congresista del Estado de Kansas. Las reacciones de los nuevos aspirantes a la elección presidencial son discretas o niegan simplemente sus ambiciones presidenciales. Sin embargo, los que no ocupan cargos en la actual Administración Carter son partidarios de la «convención abierta».

Es indudable que el escándalo de Billy se convierte poco a poco en el mayor problema de política interior a que ha debido enfrentarse Jimmy Carter en casi cuatro años de presidencia de EE UU. Nadie se atreve todavía a hacer un paralelismo abierto con el escándalo del Watergate, que acabó con la presidencia del republicano Richard Nixon, pero sí destacan las incongruencias de la Casa Blanca. ¿Por qué negaron, en un primer comunicado, que no hubo contacto directo entre el presidente Carter y un diplomático libio, organizado por Billy, en pro de una solución al tema de los rehenes en Irán?

¿Por qué el secretario de Justicia, Civiletti, negó al principio su entrevista con Jimmy Carter, para discutir de las implicaciones jurídicas de su hermano Billy por el cobro de 220.000 dólares como «agente libio»? ¿Por qué vuelve a salir la conexión posible entre Billy Carter y el financiero Robert Vesco, exiliado en las Bahamas a causa de sus problemas con la justicia de EE UU? ¿Dónde fueron a parar los 220.000 dólares que cobró Billy de los libios? Tales son los principales interrogantes que están en el turbulento ambiente que precede la convención demócrata.

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