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Francisco Mena, ganador del premio de poesía Francisco de Quevedo

«Lo que trato de contar en este libro es el agobio y la angustia de todo ser humano ante lo negro, lo doloroso, lo irremediable», declaró ayer a EL PAÍS el poeta sevillano Francisco Mena Cantero, ganador de la cuarta edición del premio Francisco de Quevedo, concedido por el Ayuntamiento de Madrid por su obra Diario de una bruja. « La bruja es, en este caso, el símbolo de la enfermedad y la muerte», añadió.Cuarenta y cinco años, casado y con dos hijos, Francisco Mena se dedica profesionalmente a la enseñanza de la literatura y, según confesión propia, sólo hace diez años que se tomó en serio su afición a escribir poesía. Y no se puede decir que haya perdido el tiempo: antes del Quevedo ha conseguido premios nacionales por cinco de los seis libros que ha publicado, entre ellos el Ciudad de Zamora, Ricardo Molina y Amantes de Teruel.

Aún no ha llegado ayer, Tiempo encontrado, Esta ausencia total, Mar de altura, Espejos en el fondo del vaso, Motivos de tierra y Diario de una bruja componen la producción editada de este poeta, que se reconoce incapaz de definir su propia poesía, aunque es cierto que la que hace hoy es menos intimista, «más fuera de mí mismo, que la de hace una década. Es, desde luego, una poesía muy premeditada y elaborada que huye de la intuición. Diario de una bruja, por ejemplo, es fruto del trabajo de dos años».

La noticia de la concesión del Premio Francisco de Quevedo le ha cogido de sorpresa «porque las bases del concurso no especificaban cuándo se haría público el fallo», y su alegría es triple «porque siempre es agradable ganar un premio, porque los otros tres poetas que lo han logrado antes que yo son tres premios nacionales de Literatura y porque es un concurso de Madrid, que, quieras o no, sigue siendo el centro de este mundillo poético».

Francisco Mena es codirector, con Fernández Calvo, de la colección de poesía Angaro y fundó con otros poetas la ya desaparecida revista Cal. En su opinión, Sevilla vive nuevamente un período poético de esplendor tras el paréntesis producido al término de los años sesenta, con varias colecciones de poesía y revistas especializadas y muchos poetas de variadas direcciones, pero siempre con el problema de la falta de medios. «Es casi obligado ganar un premio para que te publiquen».

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