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33º FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE CANNES

El vuelo cinematográfico más largo del mundo

Ángel S. Harguindey

Con la proyección de la producción canadiense Fantástica, de Gilles Carie, el ministro de Cultura y Comunicaciones de Francia, Jean-Philippe Lecat, inauguró solemnemente, en la noche de ayer, viernes, el 33º Festival Internacional de Cine de Cannes, un festival en el que lo cuantitativo es noticia constante, porque siempre es «el más grande», «el más numeroso» y, por tanto, el mejor. Dos mil periodistas acreditados en la oficina de Prensa lo demuestran.

El palacio del festival exhibirá en estos quince días treinta películas, de las que veintitrés compiten por la Palma de Oro. Estados Unidos ha colocado seis largometrajes, e Italia, cuatro. Son las dos grandes potencias cinematográficas y las que suelen copar el palmarés con mayor frecuencia.En una valoración rápida y previa a la exhibición, habrá que destacar entre los filmes a concurso Out of the blue, de Dennis Hopper, realizador del mítico Easy Rider, y que, salvo dificultades de última hora, estará a punto de protagonizar Bloody Mary, largometraje del español Bigas Luna, con rodaje en Los Angeles y Sicilia; Being there, de Hal Asliby; All the jazz, de Bob Fosse; The big red one, del legendario Samuel Fuller, reivindicado por Godard en Pierrot le fou. También Jean Luc Godard estará presente en la competición, por primera vez en su larga carrera cinematográfica, con Sa ve qui peut, lavie, protagonizada por Isabelle Huppert y Jacques Dutronc. Alain Resnais presenta su Mon oncle d'Amerique; Bertrand Tavernier, Une semaine de vacances, y Akira Kurosawa, su Kagemusha, sin duda una de las películas con mayores posibilidades para alcanzar la anhelada Palma de Oro. España estará representada en la competición por Dedicatoria, de Jaime Chávarri.

Entre los filmes exhibidos en el palacio del festival fuera de concurso, que cuentan con mayor expectación a priori hay que destacar Lightning over water, realizado por Nicholas Ray y Win Wenders, el director-estrella de El amigo americano, y La ciudad de las mujeres, de Federico Fellini.

Fantástica, del canadiense Gilles Carle, es una de esas películas que nunca se entenderá muy bien por qué se han realizado, máxime en unos tiempos como los presentes, en los que el ahorro de energía es una consigna mundial. Lorca, pues así se llama la protagonista, vedette de una troupe de artistas, se enfrenta con sus canciones a los deseos especuladores del mal, representado por el mayor bulldozer, el mundo. Las hojas de promoción de la película señalan que se encuentra ante un dilema amoroso: escoger entre Euclide, sesenta años, primer cowboy de la ecología, y Paul, treinta años, último compositor nueva ola. Lorca pierde su batalla contra el progreso técnico, pero gana los dos amores, lo que analizado desde otro punto de vista significa que pierden todos, incluidos los espectadores, que tienen que soportar una de las películas más pedantes y estúpidas de cuantas se podían haber elegido para inaugurar el festival de Cannes.

La Croisette comienza a inundarse de artistas, negociantes y neuróticos. Los hoteles están repletos. Las paredes no tienen sitio para nada, pues las ocupan totalmente los carteles de publicidad y la sala de prensa del festival comienza a perder su virginal limpieza, de la que no quedará nada, salvo el recuerdo, en dos o tres días. Kirk Douglas, presidente del jurado, ya llegó. Sólo queda abrocharse los cinturones de seguridad para emprender el vuelo cinematográfico más largo del mundo.

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