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Vista Alegre, condenada a desaparecer

Entrevista con su último empresario, Manolo Cano

La plaza de toros de Vista Alegre apenas tiene futuro, e incluso está condenada a desaparecer, según opina Manolo Cano, que ha sido gerente y empresario del coso durante los últimos siete años. Al parecer, la propiedad, que es la empresa Palumi, a cuyo frente se encuentra Luis Miguel Dominguín, ha ganado el pleito que tuvo con la Gerencia de Urbanismo para que se admitiera como zona edificable el amplio solar que ocupa la plaza, y lo más probable es que en un plazo de tiempo muy breve se construyan allí bloques de edificios. Mientras tanto, se da por cierto en círculos taurinos que en «la Chata» aún habrá toros esta temporada (posiblemente la última) y será empresario Jesús Sánchez Encinar.

«La rentabilidad de Vista Alegre», manifiesta Cano, «fue siempre muy escasa, por no decir nula. En estos siete años hemos perdido dinero. Este coso era muy popular y absorbía la importante afición que había, y aún hay, en la barriada. Sin embargo, cuando se construyó la línea de Metro hasta Carabanchel, en lugar de servir para que pudieran venir a esta plaza con mayor facilidad los madrileños de otras zonas, se produjo el efecto contrario: que los carabancheleros se encontraron con el medio rápido de ir a Las Ventas. »«Es imposible», continúa el empresario, «competir con la Monumental, y además los carteles que se pueden montar en Vista Alegre es muy difícil que tengan un especial atractivo. Las figuras que triunfan en Las Ventas no quieren exponerse a «devolver» el éxito obtenido con una desafortunada actuación en Carabanchel, mientras que no es rentable contratar a los que fracasan. De manera que estamos en un círculo vicioso.»

Vista Alegre parece apropiada, sin embargo, para el lanzamiento de novilleros, pero, según Manolo Cano, en este tipo de festejos, que han sido los habituales en Carabanchel, se pierde mucho dinero; de ahí los negativos balances que ofrece el negocio a final de temporada.

Esto no quiere decir que no haya solución posible para relanzar Vista Alegre, y Manolo Cano dice conocer la fórmula: «Cubrir la plaza es lo ideal. Hace unos tres años vimos el sistema -módulos de fibra que forman dos medias esferas y, accionados eléctricamente, cierran la plaza en la medida que se quiera- y pedimos condiciones a la empresa alemana que lo construye. Nos lo instalaban en sólo tres meses, y costaba treinta millones de pesetas. Era magnífico, pues servía para dar toros durante todo el año y muchos otros espectáculos. Pero la inversión no nos interesaba, pues Palumi sólo arrienda la plaza por períodos de tres años, y en ese tiempo era absolutamente imposible amortizar el coste de la instalación.»

Manolo Cano ve muy incierto el futuro de la fiesta, porque, en su opinión, la cuenta de gastos se ha disparado tanto que no la puede absorber una subida de precios, que sería improcedente, dado que éstos están demasiado altos. «La incidencia del mayor precio del ganado », nos dice, «en los presupuestos de los festejos es excesiva y lo ha desequilibrado todo. De cualquier forma, la temporada de Madrid marcará la pauta. Doy una enorme importancia a lo que suceda en Las Ventas este año con la nueva empresa.

Pero en todo ello -le indicamos- tendrá mucho que ver Martín Berrocal. «En efecto», responde, «y yo creo que lo hará muy bien. Es un hombre inteligente, responsable, comercialmente agresivo, el cual siempre que emprende un negocio lo eleva de categoría. Sólo necesita que la afición le ayude, pues si así sucede, él sabrá corresponder con creces.»

Manolo Cano es actualmente empresario de ocho plazas -de las de tipo medio- y ha apoderado a numerosos toreros, entre ellos, Paula, Curro Romero, Julio Robles, Miguelín, El Pireo, Efraín Girón, Beca Belmonte, Pepe Ortega y Somolinos. No lo dice, pero quizá su mejor experiencia de apoderado, aparte la de El Pireo, a quien lanzó, sea con Curro Romero. «Cuando lo cogí cobraba 200.000 pesetas por corrida, y al dejarlo estaba en 800.000 pesetas, Sevilla aparte. Además, él mismo limitaba sus actuaciones, pues decía que salir al ruedo más de treinta tardes no era torear, sino trabajar.» De estas frases -le preguntamos- tendrá un buen repertorio. «Naturalmente. Recuerdo un día que regresábamos en automóvil de Valladolid, donde había tenido una de sus actuaciones más desafortunadas, y me comentaba: "¿Ves, Manolo, como yo tenía razón cuando te dije que esa ciudad está aún sin tomar?"»

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