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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Rondando el surrealismo

Si el azar o la necesidad no le hubieran llevado a José A. Muñoz Rojas por caminos que poco tienen que ver con la literatura -aunque le permitan patrocinar la de los demás- hoy sería un escritor conocido y comentado. Pero los libros de poesía y de prosa poética que fue entregando espaciadamente al lector a lo largo de medio siglo -ahora se cumplen los cincuenta años de la aparición de su libro inicial, Versos de retorno-, sí le procuraron algunos pocos lectores fieles -quizá él no buscaba otra cosa- y el derecho a figurar en algunas antologías; no le dieron, en cambio, ese status de escritor conocido y en candelero que esta sociedad literaria que padecemos hoy sólo concede si se permanece año tras año al pie del cañón, en la brecha editorial y cultivando sin tregua a la susodicha sociedad. Pero Muñoz Rojas, poco amigo de las exhibiciones, ha preferido permanecer en ese rincón recoleto de la literatura adonde no llegan los periodistas ni los comentadores de libros.Los suyos se han publicado en colecciones minoritarias o de bibliófillo -Adonais, Insula, El arroyo de los ángeles, Cuadernos de María Cristina, malagueñas las dos últimas-, con alguna aparición en las ediciones de Revisita de Occidente, que publicó dos de sus libros de relatos -Historias de familia y Las musarañas-, y en Destino, que reeditó hace tres años Las cosas del campo, libro en el que Muñoz Rojas alcanza su más feliz diana en el género del poema en prosa, y del que Dámaso Alonso escribiera que «era el libro de prosa más bello que había leído desde que leyó Platero y yo».

José A

Muñoz Rojas.Cuentos surrealistas. Ediciones Turner. Colección Beltenebros. Madrid, 1979.

Revistas republicanas de vanguardia

Los años republicanos, y aun los inmediatamente anteriores a 1931, fueron pródigos en revistas literarias abiertas a la vanguardia y a las corrientes surrealistas de la época. Repasar hoy algunas de ellas -Cruz y Raya, Revista de Occidente, Los Cuatro Vientos, Caballo Verde para la Poesía, Nueva Revista, entre otras, es asomarse a un panorama literario en el que la aventura creadora parece inseparable de la novedad y del goce de la imaginación sin barreras. En algunas de esas revistas -como Los Cuatro Vientos, que animaba Jorge Guillén- vieron la luz por vez primera algunos de los breves relatos que José A. Muñoz Rojas ha reunido con otros inéditos de la misma época, en su reciente libro Cuentos surrealistas, que ha editado pulcramente Turner.

Un surrealismo sin dilucidar

Al frente de los trece relatos que lo componen, confiesa el autor que los escribió cuando el surrealismo estaba en auge, aunque no esté muy seguro de que sean surrealistas («si son surrealistas o no es cosa de dilucidar»). Recuerda Muñoz Rojas que uno de sus primeros amigos literarios, Vicente Aleixandre, le dijo entonces que había que leer los Cantos de Maldoror (la primera traducción española del famoso libro de Lautréamont se publicó en Madrid, en 1927) y a André Breton, y suscribirse a La Revolution Surrealiste. Dilucidar con detalle lo que hay de surrealismo en estos ya viejos, pero aún frescos y vivaces, cuentos de Muñoz Rojas exigiría más espacio que el de esta breve nota. Lo que sí me atrevería a afirmar es que estos cuentos nada tienen que ver con los Cantos de Maldoror ni con los relatos de Breton u otros surreaistas franceses. Su escritura está muy lejos de todo eso, y para buscarle parentesco habría que acudir a la prosa de algunos poetas del veintisiete (pienso, por ejemplo, en algunas páginas de Víspera del gozo, de Salinas). Pero del surrealismo radical que brota en Pasión de la tierra, de Aleixandre, está igualmente tan lejos como -al otro extremo- del Ocnos, de Cernuda.

Deuda confesada con la generación del veintisiete

En todo caso, los Cuentos surrealistas, de Muñoz Rojas, confiesan en algún momento su deuda -o su cercanía- del veintisiete, y así uno de ellos lleva un título que todos los lectores de Aleixandre conocen: Espadas como labios. Otro punto de referencia podrían ser las greguerías de Ramón Gómez de la Serna (de quien recuerdo ahora su estupendo cuento El hijo surrealista, que apareció, creo, en la Revista de Occidente), en quien Cernuda reconoció a uno de los maestros del veintisiete. En uno de los cuentos de Muñoz Rojas, leemos: «Las estrellas eran gorriones inmóviles disfrazados de blanco.» Y en otro: «La noche sacó la navaja de la liga y apuñaló al horizorite», que podía haber firmado García Lorca. En uno de los cuentos más deliciosos del libro, Viento y fuego en la visita -que se publicó por primera vez en El aviso y escarmiento para 1935, editado por Cruz y Raya- sigue Muñoz Rojas una tradición popular antigua -la del viento como perseguidor erótico de las muchachas-, que Lorca recogió con fortuna en uno de sus mejores romances: Preciosa y el aire. También nos recuerda a Lorca la constante transmutación de los elementos de la naturaleza, aunque ese gusto por las metamorfosis de las cosas es una vieja tradición en la literatura.Quizá lo mejor para gozar de la lectura de estos Cuentos surrealistas sea olvidar el surrealismo y entrar en ellos por la vía del irrealismo poético, que es la suya. Estos cuentos vienen a crear nuestra mente -cansada de tanta mala literatura-, con su brisa fresca y delicada y su tierna imaginación. La sorpresa poética salta en sus páginas sin esfuerzo, prendida a veces de un vivaz diálogo que no es el menor aliciente de este libro.

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