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Reportaje:La cultura española y los cambios políticos/ 6

Galicia busca su identidad perdida

Los gallegos han perdido oficios, artes, expresiones y maneras de vivir, sepultadas por la civilización del plástico y por el arrollador avance de los grandes medios de comunicación, que, por otra parte, tienen una audiencia bastante limitada. En este informe de se repasan las razones por las que se ha llegado a producir la penuria cultural que hoy padece la región gallega. La historia de la cultura autóctona gallega es la odisea de una continuada resistencia, sobre todo en las décadas del franquismo, a la pérdida de la identidad esencial de Galicia a través de todas sus expresiones: cultura popular, folklore, literatura culta, arte, comunicación, etcétera.

Un poeta tristemente desaparecido para siempre estos días, Celso Emilio Ferreiro, habló de las miserias de esta crisis de identidad gallega, provocada por causas ajenas a la voluntad de Galicia, aludiendo a la larga noche de piedra de los años pasados que forzosamente dejaron su huella cultural.Si ha de entenderse por cultura su sentido más amplio de una voluntad de conseguir la atmósfera que haga habitable el espacio ocupado por cada hombre, en Galicia la lucha, la resistencia cultural prendió en varios frentes que tuvieron siempre, como denominador común, la restauración del idioma propio como gran marca perenne de la identidad de los gallegos. Sobre este punto, se tejieron todas las estrategias en los últimos años.

Las dificultades no han sido escasas. Desde la persecución sistemática sufrida por todo aquello que oliera a auténticamente autóctono, en las dos primeras décadas del franquismo («hable usted la lengua del Imperio») hasta el desprecio oficializado o la marginación de los últimos años hay todo un camino de espinas para el hecho cultural gallego que se tradujo en la aceleración de una crisis que hizo pensar a observadores como Alonso Montero en la hipotética desaparición del idioma gallego, con la consiguiente y ya célebre polémica levantada en torno a esto por el también filólogo y político Francisco Rodríguez.

Principales protagonistas de esta resistencia han sido siempre los escritores que levantaron el gallego como medio, incluso como arma, irrenunciable de expresión. La lista alcanzaría casos tan dispares como Alvaro Cunqueiro o Celso Emilio Ferreiro, Méndez Ferrín o Carlos Casares, etcétera. En todos los escritores gallegos de lengua, subyació, de unas maneras o de otras, la voluntad de hacer sobrevivir a la cultura de Galicia. La desaparecida figura patriarcal de Ramón Otero Pedrayo significó, a veces, el puente de unión por lo que tenía de venerable su obra para generaciones muy distintas.

De todos los años pasados quedó, según todos los indicios, una voluntad creciente de recuperar la identidad gallega, nuevamente sometida a diversos factores de disgregación que ahora tienen, lógicamente, signos distintos a los anteriores. Se ha dicho que uno de los principales enemigos de la cultura popular de Galicia habría sido, la penetración apabullante de la televisión en el mundo rural. Es indudablemente cierto, hasta el punto de que este medio ha favorecido incluso el deterioro constante del idioma mediante su omnipotente influencia colonizadora del castellano.

Televisión "gallega"

Galicia cuenta desde 1974, con una emisión diaria de televisión gallega, pero la experiencia ha demostrado que la Administración central no quiso ni supo jamás. Porque no le interesó promover un centro gallego desde el que se hiciera la televisión que las circunstancias están reclamando. Sólo la televisión o la radio alcanzan a la inmensa mayoría de la población gallega, que sigue sin acceder, por el contrario, a la lectura diaria de periódicos o al consumo de revistas equiparables con otras, zonas de España. La realidad demuestra, a pesar de la proliferación de cabeceras,(más de veinte en circulación en estos momentos), que Galicia sigue consumiendo todavía un 20 % menos de prensa que la media nacional. Algo parecido sucede con las ediciones de libros, que no suelen alcanzar, más que en contadas ocasiones, difusión media superiora los 2.000 ejemplares. Habría que resaltar, sin embargo, que la búsqueda de la identidad gallega se plasmó siempre mucho más desde el libro que desde otros soportes comunicativos.

Las formas populares de expresión cultural (folklore, literatura popular, artesanía, costumbres, etcétera) son las que han recibido con mayor beligerancia y con resultados más destructores la agresión constante de «la civilización del plástico». Se han perdido oficios, artes, expresiones y maneras de vivir que sólo el esfuerzo metódico podría conseguir que no desaparecieran totalmente. En eso está, por ejemplo, el Museo do Pobo Galego, creado hace menos de dos años y que tiene todavía una vida perentoria por falta de medios materiales. Por ese camino marcha tamDién el actual intento de recuperar, reforzándola, la vieja tradición investigadora del Seminario de Estudios Gallegos.

Hace pocas semanas se ha promulgado, después de larguísíma espera, el primer decreto regulador del gallego en la enseñanza. Desde el presidente de la Real Academia Gallega, que se manifestó optimista en relación a los resultados que pueden obtenerse a partir de esta medida legal, hasta las posiciones más totalizadoras, que señalan el decreto como algo que va a servir para muy poco o para casi nada, se mueve por el momento la expecta tiva de cuáles van a ser los términos exactos de su aplicación práctica. El ministro de Educación, José Manuel Otero Novas, lo decía hace muy poco tiempo: es mejor salir a la arena de la normalización idiomática de Galicia que esperar a que los elementos para esta normalización estuvieran todos prestos con el tiempo.

Galicia tampoco está ya absolutamente desprovista para iniciar su recuperación cultural. Si bien es cierto que hoy pueden faltar maestros y profesores formados adecuadamente para la enseñanza en gallego, no lo es menos que ya se cuenta con profesionales salidos del Instituto da Lingua Galega, de la cátedra de Gallego de la Universidad de Santiago o de otras fuentes menos dotadas por ahora, con los que el proceso de normalización puede emprenderse a partir de este curso próximo.

El tema es, de momento, más difícil si se plantea la normalización cultural a través del teatro o del cine, por ejemplo. Está en el aire qué tipos de ayudas va a poner en práctica el Ministerio de Cultura, si de verdad quiere dotar a Galicia de la infraestructura teatral necesaria. Entre los mismos profesionales del teatro, todavía pocos y poco maduros, no hay confluencia de ideas acerca de si la acción teatral debe ser planteada a través de estables y ambulantes o por medio de la municipalización.

El caso del cine es aún más precario, puesto que, hasta el momento, carece de los más elementales medios que pudieran hacer viable una producción gallega eficiente. Se han inventado caminos distintos, siempre a partir de la iniciativa privada, que hasta ahora produjeron resultados poco alentadores. La crisis de identidad gallega con respecto al cine es todavía mucho más evidente, puesto que todavía se sigue discutiendo sobre el papel qué es o no es cine gallego, mientras que el voluntarioso espectador lo único que puede hacer es sufrir los malos resultados.

Medios culturales consultados por EL PAIS apuntan buena culpa de la actual miseria cultural de Galicia a los partidos políticos, por su falta de preocupación a la hora de buscar planificaciones y programas de acción cultural concreta. Un escritor de la categoría de Eduardo Blanco Amor suele lamentarse del mal uso político que se está haciendo del gallego, y la verdad es que la lectura de las comunicaciones políticas de los partidos resulta casi siempre descorazonadora, si se hace desde el punto de vista de la normalización lingüística.

La reciente muerte de Celso Emilio Ferreiro puso de manifiesto todavía algo que ha sido siempre un caballo de batalla de la iglesia progresista gallega, como es la afirmación de su pastoral a través del uso del gallego. Tampoco por este lado se cerró la crisis. Las expectativas, ante un panorama así, están siendo contempladas según la óptica política de cada cual, y van desde posiciones que aseguran que nunca Galicia estuvo tan cerca de su rostro real hasta opiniones menos optimistas, en las que se afirma que el proceso degradatorio continúa y que las amenazas de resultar aculturados por otros de ámbitos más universales permanecen ahora tanto o más que nunca.

PROXIMO CAPITULO: Valencia: entre la polémica y la recuperación.

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