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Reportaje:

Sicilia, basurero del Mediterráneo

Palermo, capital de Sicilia, ofrece para el recién llegado todo el aspecto de una grande y hermosa ciudad mediterránea situada al borde del mar. Calles amplias, trazadas a escuadra y cartabón, con una circulación enloquecida. Pero pronto saltan a la vista los contrastes: barrios enteros, no muy lejanos del centro muestran la otra cara, la miseria del Mediodía italiano.

Con 800.000 habitantes, la capital siciliana cuenta con 80.000 parados, de los cuales una carta parte son jóvenes que aún no han encontrado su primer empleo, y 165.000 trabajadores precarios, subempleados. Viven en esos barrios donde se acumula la basura en la puerta de las casas, donde no se ve un árbol ni un jardín, ni siquiera como muestra, y los niños deambulan entre la porquería.A las once de la noche, en la plaza Politeama, el corazón de la ciudad, jóvenes desempleados aprovechan la calzada para jugar al fútbol, mientras un mendigo duerme en el césped cerca de lujosos cines y restaurantes.

«Mire toda esta miseria, es una vergüenza, de la que es responsable la Democracia Cristiana», me dice un taxista cuando circulamos por un barrio periférico. El hombre, de mediana edad, se define de izquierdas sin especificar partido o militancia.

Sicilia es un feudo de la Democracia Cristiana. Aquí alcanzó en las elecciones de 1976 uno de los porcentajes de votación más altos de Italia, el 44%, cifra que en la votación del próximo domingo y lunes todo parece indicar que se repetirá, o aumentará, incluso.

Por eso, la gente espera con cierta indiferencia las votaciones y esto se traduce en un cierto desinterés hacia la campaña electoral que en Palermo sólo han conseguido superar radicales y comunistas. ¿Cuál es la razón de este clima? «Nada va a cambiar, podemos esperar sentados», dice un joven camarero que da por descontado el triunfo democristiano y la continuidad del mismo estado de cosas.

Patria de la mafia

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Este ambiente es totalmente distinto al que precedió a las elecciones de junio de 1976 cuando, sobre todo entre los jóvenes entre dieciocho y veinticuatro años, que concurrían por primera vez a las urnas, existía la esperanza de un cambio político, un eventual triunfo de la izquierda.Existen también otras razones para esta desconfianza. Según un empleado maduro que hacía cola en un banco, el desinterés hacia la campaña electoral tiene también otras motivaciones: «Existe también la mafia, el terrorismo.»

No olvidemos que Sicilia es la patria de la mafia, y que durante el presente año han perdido la vida veintinueve personas entre ajustes de cuentas y atentados terroristas, que en gran parte también tienen que ver con lo primero.

Sicilia es, por otro lado, región de emigración. Sólo entre 1955 y 1964 casi un millón de sicilianos se vieron forzados a la emigración hacia Europa. Un economista palermitano. militante del PCI, nos explicó que «en Sicilia se resumen todas las contradicciones del mezzogiorno (el sur) italiano: un desarrollo económico sacrificado a los intereses del norte del país».

«En Sicilia», afirma, «se nos ha atribuido una función económica desde el Norte: ser el basurero del Mediterráneo, ya que aquí se han instalado las grandes industrias químicas y petroquímicas (las más contaminantes) que han concentrado las grandes inversiones, olvidándose de la agricultura. Cuando recientemente ha llegado la crisis de tales industrias y la de los astilleros (los de Palermo constituyen la primera industria de la isla), la CEE nos ha adjudicado el papel de potenciar la industria de bienes de transformación destinados al consumo».

La reforma agraria eliminó los feudos, pero su descapitalización ha provocado, salvo en los casos en que los agricultores se han agrupado en cooperativas, la concentración en grandes haciendas, y un subempleo en el que los asalariados agrícolas dividen su trabajo entre el campo y las grandes obras de construcción.

Volviendo al caso de Palermo, en esta ciudad se aprecia también el desarrollo del burocratismo vinculado a la instalación de grandes empresas, tanto privadas como estatales. Estas últimas, sobre todo, son 4a razón de ser del fenómeno del llamado «clientelismo» atribuido a la Democracia Cristiana. Este fenómeno es, ni más ni menos, que una venta de cargos a cambio de votos. Aquí reside, por otra parte, una de las razones de la corrupción que se abate sobre Sicilia.

Los escándalos más recientes, con un montante de miles de millones de pesetas, han conducido a la cárcel (una enorme fortaleza construida por los españoles en Palermo) a cuatro administradores de orientación democristiana y uno socialista.

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