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Entrevista:

Vidal Beneyto: "Hoy la cultura es dominante porque es participación"

Presidirá el simposio internacional de Burgos

Ángel S. Harguindey

Pregunta. Tradicionalmente la cultura se ha entendido como algo vivo, fluctuante y, en ocasiones, imprevisible. ¿Por qué se realiza un simposio sobre un temas llamados posindustriales.Respuesta. Porque la cultura es la dimensión fundamental de nuestra contemporaneidad. La cultura, claro está, entendida como contratrabajo y contraocio, como contenido privilegiado de nuestra vida cotidiana, como modo culminante de nuestra realización personal, de nuestra textutra comunitaria. El retroceso del trabajo profesional -en tiempo, en importancia y en sentido- es paralelo a la ocupación de espacios, cada vez más amplios, por este nuevo tipo de comportamientos gratuitos y autosatisfactorios. La cultura entendida como actividad de motivación radicalmente autónoma y personal, de cultivo de la propia intimidad, de las propias capacidades, de los propios goces, del medio natural y social en el que se está. Hoy la cultura es dominante porque la cultura es la manera más efectiva de participar, porque cultura es participación y la participación es, piensen lo que piensen los políticos, la forma más excelsa de afirmación individual en y por lo coIectivo. Y esta dominación se manifiesta en todas partes, hasta en la economía. Para muestra, un botón vale: las industrias culturales son, quizá con la excepción del libro, el sector más pujante de la vida económica, tanto en los países industriales como en los llamados posindustriales.

P. Usted en su respuesta utiliza un concepto impreciso, o cuando menos de significación ambigua, «industrias culturales». ¿Qué entiende por industrias de la cultura?

R. Industria cultural es aquel proceso económico en el que la oferta de una obra o producto cultural se opera en su transmisión y/o en su reproducción mediante técnicas industriales. El libro es el primero de estos productos, el disco, el que se encuentra en proceso de más rápido desarrollo, y el producto televisado, el que tiene mayor audiencia. la generalización de los nuevos instrumentos técnicos de la industria de la cultura va a transformar profundamente nuestra vida cotidiana: el videodisco, el magnetoscopio, la combinación de los microprocesadores con la teleinformación, etcétera. Por otra parte, es obvio que en la industria cultural hay que incluir los modos actuales de producción y comercialización de lo que se llama, a mi juicio inadecuadamente, el ocio: me refiero al viaje, las vacaciones, el deporte personal, el baile-discoteca, etcétera.

El libro como producto cultural

P. Usted señala entre los productos de la industria cultural el libro, situándolo cronológicamente el primero de ellos. Sin embargo, al menos en la actual coyuntura económica española, es el producto que atraviesa la mayor de las crisis económicas. ¿Hasta qué punto el auge de los nuevos productos ha podido influir en la crisis de la industria editorial?R. Supongo que cuando usted habla de crisis se refiere, antes que nada, al aspecto de la rentabilidad empresarial, ya que desde, la perspectiva de la producción y consumo hay evidencia abrumadora de que en términos absolutos, e incluso relativos, la progresión de esta industria cultural es también muy notable. El problema que a su respecto se plantea no es por tanto el de la cantidad, sino el de la calidad del libro como producto y el de la supervivencia de las empresas de tipo familiar o artesanal. Cuando se habla de crisis del libro lo que se afirma es la disminución relativa de lectores de calidad. Y lo que implícitamente se postula es que la masificación productiva y el efecto multiplicador que introducen la radio y la televisión empujan a la «creación» de best-sellers, a la promoción de vedettes, a la consagración del star-system, a la suplantación de la calidad por la publicidad. Yo no comparto este pesimismo. La televisión multiplica por X el éxito, pero sin talento; las campañas publicitarias son flor de un día. Lo que pasa es que el talento, como el ser de los escolásticos, puede decirse de muchas maneras.

P. En definitiva, lo que se plantea periódicamente entre los estudiosos de los medios de comunicación y la política cultural es si los productos audiovitores de la televisión la existencia los textos escritos. ¿Qué piensa de esta posibilidad?

R. Hay hipótesis para todos los gustos y los análisis de que disponemos tampoco permiten pronunciarse con seguridad. Mary Winn, en su último libro, La televisión como droga, aduce como prueba de los efectos destructores de la televisión la existencia de casi tres millones de analfabetos virtuales en Estados Unidos que utilizan un universo lingüístico de menos de 300 palabras y cuyo soporte esencial son las onomatopeyas. Por otra parte, es indiscutible que el nivel de conocimientos, que tienen como origen el libro, del adolescente americano, a partir de 1964 disminuye de forma tan notable que muchas Universidades se ven obligadas a reducir sus niveles de exigencías en los exámenes de ingreso. Frente a esto, sin embargo, la movilización hacia la lectura que puede suponer una gran máquina de comunicar como la televisión, es también innegable. Piénsese por un momento en el lanzamiento en España de determinados libros a través de la televisión o como consecuencia de su presentación en forma televisada. De forma mucho más convincente todavía, el ext:raordinario aumento en la venta de obras de teatro clásico en Gran Bretaña y Polonia -por citar dos, países de regímenes políticos distintos después de que dichas obras hubieran sido presentadas en televisión.

Democratizar la televisión

P. Esto nos lleva hacia otro de los grandes problemas de la cultura: la enorme potencia de la televisión en los gustos y hábitos de los ciudadanos. Si la televisión está controlada por el poder político, se pueden producir situaciones de ciencia-ficción. Si lo está por la economía de mercado, sus tarifas seleccionan los productos no en función de su calidad, sino de la pujanza económica de la empresa. En cualquier caso, el ciudadano no recibe una información amplia y crítica, sino parcial o tendenciosa. ¿Cómo evitar o paliar este proceso?R. Haciendo que la televisión esté en manos de sus usuarios, es decir, los miembros de la comunidad de la que vive y a la que debe de servir; confiando su gestión y control a las fuerzas y organizaciones de base de esa comunidad y no a sus delegados políticos y/o gubernativos ni a sus meritores técnicos. Por eso su pregunta, que es casi más una desesperanzada constatación, reenvía al segundo término del título de nuestro simposio: «Modelos de sociedad». Toda práctica cultural se sitúa dentro de un marco político social que apunta a un determinado orden de civilización. Limitarme al planteamiento de la pregunta es tener que optar entre la barbarie de la burocracia autocrática y la barbarie de las multinacionales del lucro. Y eso no es una opción. La cultura se alza, radicalmente, frente a ambas servidumbres. Cultura es participación, realización personal, principio de realidad, o sea, de placer, identificación con el sentido dominante patente/latente de la época, expansión cada vez mayor, a través. de las capacidades del individuo de las virtualidades del colectivo al que se pertenece. Incluso los best-seller no pueden escapar a la dimensión cultural profunda del contexto sociohistórico en el que se producen y al que se destinan. Los complejos y poderosos montajes económicos en la preparación y lanzamiento del producto de masa no garantizan su éxito Este exige una cierta complicidad, una convivencia esencial con el sentido de la comunidad y de la época. Pero, por favor, no entendamos todo esto, una vez más, desde la perspectiva selectísima de los elegidos. Hoy en España los conciertos «rockeros» y su «atmósfera» son uno de los exponentes más cabales de ciertas expectativas colectivas de los menores de treinta años, y por ello son uno de los procesos más movilizadores, más generadores de participación cultural.

P. Retomando el tema inicial de la entrevista, el simposio de Burgos, ¿podría matizar y explicar algo más sobre cada uno de sus cuatro apartados?

R. El primer grupo de trabajo., «Categorías de análisis», se propone clarificar los grandes conceptos utilizados hoy en la investigación y la práctica cultural. Esta tarea es absolutamente prioritaria, ya que nada se presta tanto como la cultura a confundir tratamiento teórico y analítico con verbalismo, vacuidad y confusión. Hemos elegido por ello especialistas de cada uno de estos grandes marcos conceptuales: cultura de masa, cultura popular y cultura de élite; cultura de establishment, contracultura y anticultura; cultura transnacional, cultura de Estado y cultura de las nacionalidades y regiones; identidad cultural, interculturalidad y pluralismo cultural; y, finalmente, su instrumento operativo, los indicadores culturales. Entre otros tienen prevista su presencia Richard Hoggart, Dieter Prokop, Alfred Willener, Stuart Hall y Johan Galtung.

En el segundo grupo, «Economía de la cultura», se absordarán los temas del monopolio, concentración y control de las industrias culturales; de las nuevas tecnologías y los nuevos mercados de los sistemas de comunicación; de los trabajadores de la cultura y la valorización de los bienes culturales, etcétera. Asistirán, entre otros, Armand Mattelart, Herbert Schiller y Wolfgang Fritz Haug. El tercer grupo, «Políticas culturales», tratará de la tipología y efectos de las políticas culturales; del poder cultural, público y privado; de la acción cultural y de la participación social, etcétera. Hans Magnus Enzensberger, Raymond Williams, Franco Rositi y Augustin Girard serán parte de los expertos que asistirán al simposio. Por último, el cuarto grupo de trabajo, «Creación y creatividad», se distingue de los anteriores en el hecho que sus participantes no serán expertos y analistas de la cultura, sino protagonistas de la creación cultural; es decir, artistas plásticos, músicos, cineastas, escritores, etcétera. La lista prevista incluye, entre otros, a Mario Vargas Llosa, Jean Duvignaud, Peter Brook, Mikis Theodorakis, Jorge Semprún, Andrej Wajda, Miclos Jancsó, Leonardo Sciascia y Alejo Carpentier. Entre los cuatro grupos, un centenar de extranjeros. En esta relación nominal, como en las anteriores, he omitido a los españoles, cuya presencia será numerosa y notable, y cuyos nombres espero que tengamos ocasión de mencionar en una próxima oportunidad.

La productividad social del simposio -concluye Vidal-Beneyto- estará por una parte en que, efectivamente, la UNESCO puede recoger nuestras conclusiones y proposiciones concretas en el programa de la Asamblea General de 1980 y en que el Consejo de Europa lo lleve a la reunión intergubernamental de la cultura del próximo mes de noviembre, y por otra, en que sirva como desencadenante del proceso de concienciación de lo que representa la cultura en la vida del hombre de finales del siglo XX.

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