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La feria de Sevilla de 1978 / 1

Paquirri, la entrega; El Viti, la técnica, y Chacón, el toreo de capa

Francisco Rivera Paquirri protagonizó la noticia de la feria de Sevilla que jamás hubiéramos querido dar: una cogida escalofriante le produjo dos cornadas gravísimas (de las que ya se repone) que le impidieron alcanzar un triunfo que pudo ser sonado.

Porque Paquirri, en esta feria como durante toda la temporada 1977, salió arrollador al ruedo, dispuesto a proclamarse el mejor en todos los tercios, sobrado de poderío, con ansias de novillero y todo el oficio que ya tiene acumulado en sus nueve años de alternativa. Y esto es precisamente lo inusual, lo que sorprende: un torero bien administrado, sin problemas generales de contratos, bien pagado, que en época donde la comodidad o la regularidad de lo mediocre es lo que se lleva, se rebela contra el conformismo que le rodea y se supera tarde a tarde para alcanzar el puesto máximo del escalafón.La injusticia de la empresa de Madrid al dejarle fuera de los carteles de San Isidro debió ser el último y supremo estímulo que llevó a Paquirri a citar desde el centro del ruedo a un torillo de pocas fuerzas que se le podía quedar en la suerte en cualquier momento, quebrarle allí marcándole levemente la salida (cuando este mismo torero suele hacerlo con violencia y ventaja) y aguantar hasta el derrote. La cogida tremenda se produjo entonces y la sangre, que le salía «a caño» y le empapó la taleguilla, puso un grito de horror en toda la plaza.

«Sí, pero no había calidad.» Siempre lo hemos dicho de Paquirri: a su entusiasmo y a su oficio les falta calidad. Y es cierto; lo fue también a lo largo de sus actuaciones en los tres toros que llegó a matar en la feria. Pero aún están por ver las superiores calidades que pueden aportar (y aportan) la mayoría de sus compañeros, quienes reciben un trato de figuras máximas que muy de tarde en tarde -o acaso nunca- llegan a demostrar. Este es el caso de Manzanares, torero que lleva en exclusiva la empresa de Madrid, el cual tampoco en Sevilla cuajó una faena redonda, y eso que tuvo muy fáciles toros para conseguirlo. Algún detalle estaba en concordancia con ese calificativo de «fino torero alicantino» que ya se tiene por casi todo el orbe taurino como concluyente, pero no hubo más, y el cartel que ha dejado entre el muy complaciente público sevillano no tiene nada de excepcional.

Otra cosa hay que decir de El Viti que, en su veteranía, sí convenció, pues ejecutó un toreo puro, técnicamente irreprochable. Lo reprochable es, por supuesto, que tres de los cuatro toros que lidió no tuvieran trapío, y este es un precedente (la feria de Sevilla ha sido mal precedente para esta y otras muchas cosas) a tener en cuenta cuando lleguen al Batán los toros de la feria de San Isidro y, principalmente, cuando se efectúen los reconocimientos veterinarios en determinadas fechas de este serial.

Porque si siempre fue así, de una vez por todas ha de dejar de ser así la clara injusticia de que sean para las figuras las divisas con garantías de suavidad y las reses de menor presencia, y para los modestos todo lo contrario. En Sevilla también se produjo la intolerable regla, de forma que la corrida mejor presentada fue la de Salvador Guardiola, que lidiaron los modestos Parada, Curro Camacho y Chacón. También, hay que añadir, resultó la más brava, la de mayor casta entre las diez que hubo en el abono.

De estos tres toreros debemos decir que Parada y Camacho estuvieron muy mal, y muy bien Chacón, quien interpretó como nadie en la feria el toreo a la verónica. Sus lances cuando el toro le llegaba con toda la fuerza de su desfogada aparición en el albero fueron sensacionales, de gran belleza y puro estilo, y una verdadera filigrana el quite que realizó también por verónicas, rematadas con media «de cartel». La fama es de Curro, pero fue Chacón quien «cardó la lana». No obstante, este diestro efectuó un quite importante, que merece ser tratado aparte.

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