Hallado en Madrid el primer avión nazi derribado en combate nocturno
Un caza soviético abatió el Junkers Ju-52 en la sierra de Guadarrama aprovechando la luna llena y que el bombardero hacía el mismo trayecto cada noche
El radar, a pesar de haber sido inventado en 1935, aún no estaba suficientemente desarrollado durante la guerra civil española (1936-1939). Así que localizar y derribar un avión en la oscuridad parecía una tarea imposible. Sin embargo, la noche del 25 al 26 de julio de 1937 los astros se conjugaron: plenilunio y dos aviones soviéticos esperando a que un Junkers Ju-52 de la legión Cóndor pasase, como todos los días, a la misma hora y por el mismo punto. Nada más distinguir la silueta iluminada en cola por la luna, los cazas rusos ametrallaron directamente su depósito de combustible, la zona más vulnerable del bimotor al no estar blindada. Cayó envuelto en llamas. Es el primer derribo documentado de un avión nazi por la noche en el mundo y el segundo conocido de la historia, ya que hay otro registrado en 1918 durante la I Guerra Mundial. Pero, ¿dónde se desplomó el Junkers? Ahora, 85 años después, los arqueólogos Jorge Morín y Luis Antonio Ruiz Casero lo hacen público en su informe Intervención arqueológica en el conjunto de fortines de la Guerra Civil, Laderón de los Peñatos. Navalaespino (Santa María de la Alameda, Madrid). Los especialistas han hallado, además, restos del fuselaje, monedas y balas. “Un hito de la historia de la aviación”, explican.
La Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid encargó a la consultora Audema investigar la llamada Posición Zorrerón-Cerro Pelado (Santa María de La Alameda), un punto destacado al norte del frente de la batalla de Brunete. A finales de julio de 1937 se estaba librando ese cruento enfrentamiento, que había entrado en su fase final, desfavorable a los republicanos. Los franquistas habían desplazado a sus aliados alemanes de la legión Cóndor al teatro de operaciones, lo que inclinó la balanza de la superioridad aérea de su parte. Los bombardeos de la aviación sublevada eran incesantes, extendiéndose durante las noches, por lo que, por iniciativa del jefe de las Fuerzas Aéreas de la República, Ignacio Hidalgo de Cisneros, se puso en marcha un sistema de protección nocturno para tratar de obstaculizar la acción de los bombarderos enemigos. “En una época previa a la implantación del radar, derribar un aparato en combate nocturno era virtualmente imposible”, indican los especialistas.
Sin embargo, los republicanos guardaban un as en la manga. Se habían dado cuenta de que, durante consecutivas noches, un Junkers alemán 22/76 (19 metros de largo) sobrevolaba siempre el cielo de Santa María de la Alameda y a la misma hora. Se dirigía cada jornada a Alcalá de Henares y Colmenar Viejo, provocando auténticas matanzas entre la población civil. Entonces, decidieron esperar el momento adecuado. Dos Polikarpov I-15, estacionados en un aeródromo provisional, lo esperarían en el aire.
Los pilotos Mijaíl Yakushin y Anatoli Serov fueron los autores del derribo. Para lograrlo, Serov se mantuvo a 2.000 metros de altura, mientras que su compañero ascendió hasta los 3.000, cota que le permitió identificar la llegada del aparato enemigo en la lontananza por el destello de los motores. Yakushin se colocó entonces frente al lado derecho del Junkers y disparó contra su depósito. Inmediatamente, el bombardero quedó envuelto en llamas. La aeronave nazi respondió con una ráfaga de ametralladora, pero ya era tarde. Entró en barrena, se estrelló contra un monte y estalló debido a la gran carga de bombas que transportaba.
Uno de los ocupantes de la aeronave saltó en paracaídas, pero la tela se incendió durante el descenso, y murió en la caída. De los otros cuatro tripulantes, solo uno sobrevivió. Desorientado, caminó por la sierra hasta que fue detenido por las tropas de la República.
Al regresar a su base, los dos soviéticos fueron aclamados por sus compañeros de unidad y felicitados telefónicamente por el jefe de las Fuerzas Aéreas, Hidalgo de Cisneros. La prensa de la época dio mucha importancia al derribo y ensalzó el combate. El presidente del Gobierno, Juan Negrín, los obsequió con relojes de oro y automóviles y los ascendió a la categoría de capitán.
En 1977, el excomisario republicano Eugenio Rubio Zori, presente en el momento del derribo, recordaba que el comandante del puesto de Santa María, Francisco Sebastián, y él mismo fueron los que decidieron iluminar con “reflectores de camiones y coches” la pista de aterrizaje para facilitar el despegue y el retorno de los cazas. A las 22.32 oyeron en el cielo una ráfaga. Entonces, el Junkers se incendió y se desplomó tras “una tremenda explosión”. “Las grandes llamaradas nos permitieron contemplar los trozos del avión y tres paracaídas que caían al suelo, envueltos en llamas”. El piloto no pudo salvar la vida, pero sí un cuarto tripulante que fue atrapado al caer a tierra, dejó escrito.
“Era un alemán hambriento. Hubo que contener a la Sección de Transmisiones, porque algunos habían perdido familiares en Colmenar Viejo. No se enteraba de nada, preguntaba continuamente por Salamanca, Salamanca [zona franquista]. Le respondo: ‘Salamanca no, tú prisionero, prisionero de la República, mira emblemas. Yo, comisario de Guerra; este, comandante de la República [en referencia a Francisco Sebastián]. El pobre hombre comenzó a llorar. Desde el primer momento tuvimos solo compasión hacia él. La operación se montó”, concluye Rubio, “en el cuartel general del primer cuerpo de Ejército”.
Terminada la Guerra Civil, el régimen nazi colocó una lápida en recuerdo de sus aviadores muertos. Sin embargo, su ubicación no correspondía con el lugar del derribo, sino que se alzó en un lateral de la carretera que atraviesa la zona para que fuese vista por los automovilistas. Hace unos años, fue expoliada.
Sin embargo, con los datos aportados por Zori en su carta, más la consulta de un informe sobre lo ocurrido que se guarda en el Archivo Militar de Ávila, y donde se indicaban las coordenadas del derribo mediante el llamado Sistema Lambert (más impreciso que el actual), se localizaron los restos del avión, según explica Ruiz Casero.
Durante los trabajos de investigación de esta parte del frente de guerra se llevaron a cabo, además, ortofotos, cuatro vuelos fotogramétricos con drones, se diseñó un soporte gráfico y numérico de las planimetrías, altimetría y modelos 3D. Y en el cerro de la Cancha, justo donde se cruzaba la trayectoria del Junker con el Polikaporv I-15 de Yakushin, se encontraban los restos de la aeronave nazi que habían pervivido 85 años a su derribo.
Babelia
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