El hombre que no encontraba a Rip Kirby
Me pregunto angustiado cuántas librerías de cómics podrá haber en Madrid
“Hola, ¿no tendrá usted los primeros episodios de Rip Kirby?”.
“Pues no, lo siento, no tengo nada aquí de Rip Kirby, pero tal vez haya algo en la librería, tenga mi tarjeta”.
Hay un punto hacia la mitad del paseo de coches del Retiro, un pequeño promontorio hecho de la misma tierra que el resto pero leve, casi imperceptiblemente aventajado, desde donde se percibe el incontable hormiguero humano de aspirantes a lectores, lectores desocupados y paseantes distraídos, como este que suscribe, encarrilados con esa disciplina que solo puede guardar una masa entre las dos filas de casetas inagotables, como un líquido de flujo perezoso bajo el sol brutal de mayo. Cuando miras desde ese promontorio piensas que allí no puede haber una sola caseta vacía, porque el fluido humano no tiene más remedio que desbordarse para impregnarlo todo, hasta colonizar el último rincón de la última barraca.
Pero no es así. Tal vez esa sea la diferencia entre un verdadero fluido, que se comporta según principios estadísticos fiables, y este flujo formado por individuos pensantes y sensibles. Puede no ser fácil encontrarlas, pero aquí sí que hay casetas vacías. La del Boletín Oficial del Estado, por ejemplo. Ya la he visto igual de vacía otros años y, como ahora, me he preguntado qué rayos pinta aquí el BOE, si habrá ocurrido alguna vez que, no sé, de repente llega uno y pide un ejemplar del BOE, lo paga y se lo lleva a casa o, peor aún, se sienta en una terraza a leerlo.
Así que yo a lo mío: “¿Algo de Rip Kirby por ahí?, me interesan sobre todo los primeros epi...”.
“No tengo nada, no, pero aquí tiene mi tarjeta, porque puede haber algo en la librería”.
Me pregunto angustiado cuántas librerías de cómics podrá haber en Madrid, porque las tarjetas ya me van a reventar el bolsillo de la camisa. Volviendo al tema de las casetas vacías, ¿sabía el lector que hay infinitos más grandes y más pequeños? Pues también puede haber vacíos de varios grados. Una de las casetas vacías más vacías, por ejemplo, es la del Club Bibliófilo Editorial, que expone a un público que no acaba de llegar dos soberbios ejemplares del Martirologio anglonormando y el Apocalipsis figurado de los duques de Saboya. La caseta del Instituto Confucio también está vacía, pero en un grado menos acusado, más pacífico.
“¿Tiene algo de Rip Kirby? No, no me dé su tarjeta, que ya no tengo dónde meterla, por el amor de Dios”.
Babelia
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