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Una excavación aporta una nueva visión de la colonización de Asia

Una investigación en un antiguo asentamiento del siglo XVII en Taiwán documenta que los primeros europeos que vivieron en la región fueron españoles

Guillermo Altares
Cuerpo encontrado esta semana en Hoping Dao (Taiwán), en una imagen cedida por el equipo arqueológico.
Cuerpo encontrado esta semana en Hoping Dao (Taiwán), en una imagen cedida por el equipo arqueológico.

En 1606, el navegante hispano portugués Luis Váez de Torres realizó una hazaña marítima que el divulgador científico Bill Bryson define como "el equivalente náutico de encontrar una aguja en un pajar": atravesó el estrecho que ahora lleva su nombre, entre Australia y Nueva Guinea, sin darse cuenta de que al sur se encontraba la inmensa terra australis incognita que andaba buscando la Corona. La presencia española en el Pacífico durante los siglos XVI y XVII fue tremendamente intensa, lo que explica exploraciones como la de Torres, aunque la historia global ha borrado esa memoria para centrarse en los viajes del británico capitán Cook en el siglo XVIII. Sin embargo, una investigación en un antiguo asentamiento español del siglo XVII en el norte de Taiwán aporta una nueva visión de la colonización del Pacífico. Los primeros europeos documentados arqueológicamente que vivieron y murieron allí fueron españoles.

El asentamiento investigado se llamó San Salvador de Quelung, ubicado en la pequeña isla de Hoping Dao, junto a la ciudad de Keelung, en el norte de Taiwán, y estuvo ocupado por españoles entre 1624 y 1642. Las excavaciones que está llevando a cabo un equipo internacional de investigadores, primero desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y actualmente desde la Universidad de Konstanz (Alemania) y la Academia Sinica (Taiwán), están revelando que era mucho más sólido de lo que pensaban, ya que están desenterrando los cimientos de un fuerte y, sobre todo, de una iglesia o convento.

"Estos hallazgos desmontan la idea de marginalidad de esta colonia. Taiwán estuvo en el centro de intercambios comerciales que dieron lugar a la globalización, que empieza aquí", explica por Skype la arqueóloga española María Cruz Berrocal, que dirige la excavación: "Nuestro trabajo en Taiwán comenzó en 2011 porque queríamos investigar aquellos primeros contactos en el Pacífico".

Arqueólogos trabajando en los muros de la iglesia, en Hoping Dao, en una foto cedida por el equipo.
Arqueólogos trabajando en los muros de la iglesia, en Hoping Dao, en una foto cedida por el equipo.

Los cuerpos de los colonos han ido apareciendo a lo largo de los años, pero el último, desenterrado, el pasado martes, ha sido el más sorprendente, porque fue encontrado con las manos en aparente posición de rezo. Dentro de la Iglesia se descubrió otro cuerpo aunque solo han logrado extraer la cabeza. En total, desde que comenzó la campaña, se han descubierto tres enterramientos, más otro de un niño aborigen de unos cuatro años y otros huesos que indican la presencia de más individuos, aunque fuera de contexto. El conjunto demuestra que esa Iglesia tuvo un cementerio.

Españoles, holandeses, chinos y japoneses

Todos los datos que van surgiendo sobre San Salvador de Quelung trazan un panorama insólito de la colonización y reflejan la competencia entre españoles y holandeses por el control de las rutas comerciales en el Pacífico. "Creemos que vivían unos 200 colonos y filipinos de tropa, además de una cantidad indeterminada de aborígenes", explica Berrocal. Fue un asentamiento creado desde Filipinas, entonces sometida a un bloqueo, con un objetivo no solo comercial, sino para introducir de forma clandestina misioneros en Japón y China. Sin embargo, en 1642 fueron expulsados por los holandeses (al igual que los españoles habían ocupado un asentamiento aborigen que se remontaba a la prehistoria).

En el mismo lugar, que actualmente es una aparcamiento, han aparecido restos chinos y, sobre todo, numerosos vestigios japoneses de la Segunda Guerra Mundial, como una trinchera y todo tipo de objetos militares. Precisamente, la acumulación de restos, la enorme concentración de vestigios, hizo que las primeras excavaciones fuesen contempladas con pesimismo por los expertos locales. Sin embargo, el misterioso individuo encontrado con las manos cruzadas demuestra que la historia estaba esperando para revelar sus secretos.

"En otros lugares del Pacífico se han descubierto cuerpos que podrían pertenecer a europeos, pero no hay datos que los relacionen directamente con un contexto colonial o no están publicados en revistas científicas", prosigue Berrocal, de 43 años, que, aunque hizo su tesis sobre arte rupestre en la península Ibérica, lleva desde 2007 trabajando en el Pacífico, primero en Fiji y ahora en Taiwán.

La información que pueden sacar de estos esqueletos es enorme: desde los virus hasta las bacterias –con ayuda del Instituto Max Planck de Alemania, el más avanzado del mundo en el estudio de ADN antiguo de patógenos– o su alimentación por el análisis de los restos en el cálculo dental. "Son personas que posiblemente vivieron en tres continentes, Europa, América y Asia, y la gente más antigua que haya habitado en tantos sitios que hayamos podido estudiar. Son ambientes muy distintos que nos pueden proporcionar muchísima información. Por el análisis de restos botánicos, tanto en sus dientes como en la propia excavación, podríamos determinar si trajeron plantas de América, por ejemplo. Ahora mismo, las especies introducidas desde fuera encienden un gran debate en esta zona del mundo", prosigue Berrocal.

Por ahora, el ADN ha confirmado que por lo menos uno de ellos era de origen europeo, aunque todavía no han realizado las pruebas definitivas. En cuanto al individuo descubierto esta semana existen todavía dudas sobre la zona del mundo de la que podría proceder. Como ocurre tantas veces en las excavaciones arqueológicas, las certezas son tan numerosas como las preguntas y todavía quedan muchos puntos oscuros en esta breve colonia, de la que existían testimonios escritos pero no pruebas físicas hasta 2011.

El profesor Antonio González-Martín, del Departamento de Zoología y Antropología Física de la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid, analizó el ADN mitocondrial, que se transmite por vía materna, de los restos encontrados en 2014 y explica sus conclusiones: "Muestra una variante genética ampliamente distribuida en Europa, con un máximo en la población vasca (un 27%), aunque este grupo también se distribuye, en menor frecuencia, en el norte de África y Asia occidental". En otras palabras, han tenido que encargar nuevos exámenes para confirmar su origen europeo, seguramente vasco, aunque su olfato, y los datos arqueológicos que acompañan al descubrimiento, apuntan en ese sentido.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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